Carta El Mercurio, 28.09.2025 Ricardo Concha Gazmuri, embajador ®
Carlos Peña aplaude al presidente Boric por haberse opuesto públicamente a la mentira de Trump, sobre la inexistencia del cambio climático. Sostiene que nuestro presidente actuó de manera digna al tildar de mentiroso al presidente de Estados Unidos y que eso es del todo loable. No se trata de aplaudir o genuflectarse ante un embustero o ante quien actúa en forma matonesca. Eso es del todo innecesario, condenable e indigno, y Boric actuó correctamente al no hacerlo.
Sin embargo, tampoco se trata de “tocarle la oreja” o desafiar al “Matón” en su propia guarida. Eso es, cuando menos, atrevimiento e imprudencia. Y, guste o no, se corre un riesgo innecesario que puede traer secuelas. Cuando uno representa a un país debe medir muy cuidadosamente las consecuencias de sus palabras -donde se dicen y a quien se dirigen- y evitar que la “familia” pueda ser castigada o amenazada por el “Matón”.
Olvida Peña que Bóric, al subir al podio de Naciones Unidas, no se representa a sí mismo, sino a todo el pueblo de Chile. Lo que corresponde en esa tribuna, más que resaltar su propia dignidad, coraje y solidez ideológica, es exponer las visiones e intereses del país que representa. Y si se quiere efectuar críticas o manifestar desacuerdos, la diplomacia aconseja hacerlo de manera generalizada, sin apuntar el dedo directamente a otro mandatario. Y eso se hace defendiendo y realzando sus propias posturas, más que tildando de mentiroso al reconocidamente mentiroso. Hay formas en diplomacia -lamentablemente nuestro presidente no es un gran observador de ellas- para mantener la dignidad y apuntar a las sandeces de otros y esa, definitivamente, no es la que Peña destaca y vitorea en su columna. En ningún caso la diplomacia y prudencia pueden abdicar de la dignidad, solo buscan manifestarse por un derrotero menos pedregoso y así evitar la conflictividad.
En suma, el problema no es necesariamente el fondo, en el cual muchos estamos de acuerdo, es la forma. Jamás se tilda de mentiroso al presidente de otro país, en su propio país, más aún cuando este es el BOXEADOR que todos conocemos, como bien concluye Peña.