Columna Realidad & Perspectivas, N*141 (noviembre 2025) Milos Alcalay, embajador ®, exviceministro de RR.EE. y encargado internacional del comando de María Corina Machado
La movilización militar norteamericana que concentra en el Caribe gran parte de su poderío bélico, en estos momentos, junto con la calificación del Cártel de los Soles como organización terrorista extranjera adoptada por el Departamento de Estado, le da cobertura legal a una acción eventual en territorio venezolano. A pesar de ello, Trump mantiene en secreto su decisión final, coincidiendo no solo con la actitud impredecible del mandatario norteamericano, sino también con el hecho de que las partes involucradas directamente en el conflicto tienen visiones divergentes sobre la crisis. – Para Trump: La movilización militar en el Caribe obedece a un problema de seguridad nacional para enfrentar tres problemas graves:
1. El uso de la ruta del Caribe por el narcotráfico y el papel tolerante o cómplice de algunos actores internacionales;
2. Impedir que ingresen por la frontera grupos de inmigrantes ilegales, repitiendo el esquema utilizado en Cuba en el pasado desde Mariel; y
3. Evitar la infiltración del terrorismo islámico (Hamás, Hezbolá, Irán), bajo la protección de autoridades del régimen.
Para María Corina Machado: Son tres los problemas graves que desea solucionar:
1. Exigir el cumplimiento de la decisión electoral del 28 de julio de 2024, con el triunfo de Edmundo González como presidente;
2. Lograr la libertad de los presos políticos y el retorno de la diáspora; y
3. Iniciar la transición democrática en pro de la libertad.
Para el régimen madurista: Son tres las posiciones prioritarias:
1. Asegurar su permanencia en el poder;
2. Proponer que se repita el método de “negociar”, como lo ha hecho en 19 oportunidades anteriores para luego incumplir; y
3. Exigir el fin de las sanciones y el retiro militar del Caribe.
¿Cómo entrelazar estas tres posiciones contradictorias? Washington tiene la primera opción de una actuación unilateral contundente a través del Comando Sur. Otra fórmula sería incorporar a otros países de América Latina que coincidan en asegurar el fin del régimen usurpador, en tres formas:
Primero: Incorporando a aquellos países ribereños del Caribe que no se han opuesto a la presencia militar en la región. El régimen presenta al Caribe como si fuera un mare nostrum. Venezuela es parte del Caribe, pero no es el único país del Caribe. Trinidad y Tobago, Guyana, Jamaica, República Dominicana, Panamá, Puerto Rico y otros también son países caribeños, a los que se suman Aruba, Bonaire y Curazao, con el apoyo de los Países Bajos, así como Francia —en representación de Guadalupe y Martinica— y el Reino Unido en apoyo a miembros de la Commonwealth. Si bien estos países mantienen diferencias con los Estados Unidos sobre algunas acciones, se identifican con el apoyo a la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo, la inmigración ilegal y la transición.
Segundo: Apoyando el nuevo camino de la democratización. El péndulo de la democracia ha girado en el hemisferio con los cambios operados en las últimas elecciones. Ello se constata a nivel multilateral en reuniones como la Cumbre CELAC–Unión Europea, en la que se evidenció el aislamiento del régimen de Maduro, al igual que el cambio de posición del secretario general de la OEA al expresar su apoyo a la transición.
Tercero: Desmintiendo al régimen y a los falsos opositores que plantean que la transición generaría “un caos” y justifican el statu quo. Nada más falso, porque mantener el statu quo es agravar el caos.
Mientras aumenta la presión, la confianza popular nacional y el respaldo internacional ven con esperanza las propuestas de cambio de María Corina, quien ofrece una transición para formar un gobierno amplio y transparente a través del programa “Venezuela, Tierra de Gracia”. Y ello parece inminente.

