Caribe en tensión: Dimensión estratégica tras el despliegue naval de EE.UU. ante Venezuela

Columna
El Libero, 05.12.2025
Fernando Schmidt Ariztía, embajador ® y exsubsecretario de RREE

La iniciativa militar/naval de Trump frente a Venezuela, parece estar sobredimensionada frente a un sector de la opinión pública, pero merece una segunda lectura, esta vez más allá que un solo “gesto impulsivo” de Trump.

Más bien como una operación disuasiva y de alta presión, pero con alcances estratégicos, que combina un despliegue militar visible, cierre de canales comerciales clave y nuevas sanciones extraterritoriales para facilitar una transición política en Caracas, incluyendo una salida inmediata de Maduro y la neutralización política de su cúpula militar. Pero lo importante aquí no es Caracas; es más bien minimizar la probabilidad de que China y Rusia sigan instalando capacidad, influencia o dependencia estratégica a escasa distancia del territorio continental de EE.UU. El problema no es el régimen per se, sino la necesidad estratégica de minimizar precedentes de alta visibilidad, de penetración extra-hemisférica, y a bajo costo, de rivales geoestratégicos y la necesidad de enviar un mensaje acorde a los aliados regionales. La operación militar tiene un alto costo económico y político. De hecho, desplegar un grupo de ataque de portaaviones genera un desgaste económico relevante pero también un impacto mediático global, a veces negativo.

Además, el Gobierno, al comunicar los fundamentos de la operación, con ambigüedad y escasa claridad táctica no ayuda. Aunque en ocasiones la comunicación cargada de ambigüedad táctica no es casual: puede ser parte integral del diseño, bajo lógica de ambigüedad estratégica y señalización disuasiva.

También usando una narrativa oficial de “drogas” o (“buildup + operaciones/ataques antidrogas”) con el riesgo de pérdida de credibilidad en la opinión pública, considerando que es vox populi, que la relevancia de Venezuela como ruta de transferencia es marginal: Pero esta narrativa, soportada por la designación de Maduro y el Cartel de Los Soles como organización terrorista extranjera ha permitido una acción ejecutiva rápida, sin deliberación congresal.

Desde una perspectiva geopolítica, en un mundo crecientemente multipolar, pareciera que, Washington, haciendo memoria de la “doctrina Monroe”, intenta reafirmar que el Caribe y América Latina forman parte de su entorno estratégico inmediato y de sus prioridades de seguridad. Aún que, si las tácticas son percibidas como meramente coercitivas, se puede alimentar el sentimiento antiestadounidense, dificultando la cooperación regional.

Pero esto incluye también, aunque implícitamente, la contención de la expansión creciente de China en la región, hoy solo vía importaciones, inversiones, créditos e influencia política. De hecho, en junio de este año 90% más del petróleo venezolano ya se exportaba a China (Reuters) la mayoría a través del mercado “gris” vía transbordos. Y, además, como probable demostración de fuerza hacia los EE.UU., China ya integró a Venezuela, al club de los “all-weather strategic partners”, un rótulo de cercanía, reservado para poquísimos países.

Pero vemos aquí también una iniciativa de contención, esta vez diferente, de Rusia, a quien una proporción relevante de la comunidad de defensa y el “deep state” de EE.UU. perciben como generadora de un incremento significativo de “riesgo estratégico” en la región, con potencial de largo plazo de transformar a Venezuela en un territorio “proxy” afectando la seguridad de EE.UU. y el balance de poder con las otras potencias en este hemisferio.

Existen fuentes sólidas de prensa recientes que indican, además, que Rusia no vería obstáculos para suministrar armas ofensivas a Venezuela: sistemas avanzados de misiles, algunos del anti- buque con perfil Kalibr y multi propósito como el Oreshnik.

Hay también, un telón de fondo energético, que potencia y fundamenta geopolíticamente el liderazgo y arquitectura de seguridad regional de EE.UU.

Venezuela concentra las mayores reservas probadas de crudo en el mundo (≈300 mil millones de barriles). Y Venezuela no es cualquier productor de petróleo. Venezuela produce crudo pesado, de alto contenido de azufre que es necesario para ciertas refinerías, especialmente en la Costa del Golfo de EE. UU.

En este momento, a pesar de disponer de varias hipótesis para diferentes escenarios de cierre de conflicto, es difícil distribuir probabilidades entre estos. Estas reflexiones solo pueden entregar el contexto tras cada escenario de cierre, pero no sus probabilidades.

Pero el evento sí es una señal más de que pareciera estamos entrando en un período en que la globalización está en un ciclo de retirada. Nos estamos moviendo hacia una era de fragmentación, volatilidad e intensificación de la competencia estratégica. Y las tensiones que estamos experimentando en el Caribe son solo un frente en esa transformación.

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