Cuando Albares ya se veía como Napoleonchu*

Perfil (José Manuel Albares, ministro de RREE y diplomático español)
El Debate, 18.11.2025
Ramón Pérez-Maura, periodista español

Hay gente que tiene una enorme capacidad para ir dejando amigos por el camino y por el mundo. La semana pasada, en un cóctel fuera de España, se me acercó un conocido político israelí, que ha tenido una carrera plagada de los más altos cargos en el Gobierno de aquel país y que es uno de los mayores enemigos de Benjamín Netanyahu. Tras las típicas frases introductorias, se lanzó a lo que le interesaba: «¿Qué le pasa a vuestro ministro de Exteriores?» Me describió con desmayo la evolución a la que ha llevado este gobierno la relación con Israel y habló con añoranza de cómo fue en el pasado su relación con Rodríguez Zapatero y Moratinos. Lo hacía con tanto entusiasmo que tuve que frenar un poco su pasión. Pero es indudable que Moratinos es Metternich comparado con Napoleonchu. Hay que ver en qué momento está la relación de España con Israel, habiendo andado el camino que hemos recorrido juntos desde el 17 de enero de 1986. Pronto hará cuarenta años. Pero lo más increíble es lo orgulloso que está nuestro Napoleonchu del descalabro al que ha llevado al país.

Es bien sabido que, siendo secretario de segunda en la Embajada de España ante la OCDE en París, José Manuel Albares –todavía no había ascendido a Napoleonchu, pero apuntaba maneras– se vio en la embajada con un alto cargo de Exteriores del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. El que todavía no era Napoleonchu, pero ya estaba seguro de llegar a serlo, preguntó a su interlocutor cuándo le iban a hacer director general en Exteriores. El alto cargo le preguntó, desconcertado, qué méritos tenía para una dirección general y Albares, que ya se veía como el auténtico Napoleonchu, respondió a su interlocutor «Yo estoy afiliado al PSOE desde los 18 años».

El alto cargo de Exteriores se quedó momentáneamente bloqueado e intentó concretar los méritos e intereses profesionales para ver en qué dirección general podría estudiarse el colocarle: Asia, América del Norte, Hispanoamérica –o como quiera que se llamasen entonces cada una de esas direcciones generales. La respuesta del Napoleonchu en potencia fue la misma. Que él era afiliado del partido y que, por ello, podía cubrir cualquier dirección general. El conocimiento del área que le asignasen le llegaría por ciencia infusa. Y así hemos llegado a donde estamos hoy. Un ministro que no sabe de casi nada, rodeado de un equipo de imberbes que saben menos que él, arrastrando el buen nombre de España por el mundo.

No olvidemos que la pasada primavera se firmó con el Reino Unido unas coordenadas para Gibraltar dentro de la UE, donde España hablaba en nombre de los 27. Supuestamente, el acuerdo se iba a hacer público en octubre y a entrar en vigor en enero. Estamos a 18 de noviembre y el potencial acuerdo sigue en la nube. Eso sí, los siervos de Napoleonchu que negociaron la entelequia, han sido convenientemente condecorados por solo el ministro sabe qué méritos.

La primera prioridad de Napoleonchu debería ser cambiar los términos de la ecuación entre el Reino Unido y el Reino de España sobre Gibraltar. Para los británicos, La Roca sólo es una base militar de alta operatividad y bajo coste. Los llanitos solo les importan porque sirven para justificar la presencia inglesa en el istmo. En cambio, para España, Gibraltar es un lugar que da empleo de baja calidad a los españoles del entorno. Como bien dice el capitán de navío Ángel Liberal Fernández, el primer especialista en la materia, «lo que tenemos es una prioridad sociolaboral para España y una prioridad militar para el Reino Unido que apenas se ve incomodada por España

Y Napoleonchu, en lugar de aprovechar la poderosísima arma de negociación que entregó a España el Brexit, prefiere mirar para otro lado. A mí me parece un caso de alta traición.

Editor: *Napoleonchu, término que evoca una mezcla de admiración, amistad, esclavitud y servidumbre en la narrativa española tradicional.

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