Columna El Periódico, 10.08.2025 Jorge Dezcallar de Mazarredo, Embajador de España
Ha llegado el momento en que Europa debe decidir qué quiere ser de mayor. El mundo cambia muy deprisa alrededor y no lo hace precisamente a favor nuestro. Trump se ha apuntado al empuje de Putin y de Xi para cambiar el orden mundial y eso implica el retorno del uso impune de la fuerza, la política de poder, el predominio de la 'realpolitik' y de los imperativos de la seguridad nacional como valores dominantes, mientras las grandes potencias procuran dotarse de esferas de influencia que limitan la soberanía de los paises sobre los que se extienden.
Las guerras del siglo XX, el calentamiento global, la pandemia del covid-19 y la misma eclosión de la revolución digital deberían apuntar a una 'Gaiapolítica', una suma de esfuerzos para hacer frente conjuntamente a desafíos comunes mientras preservamos el nicho ecológico que nos sustenta y en su lugar asistimos a todo lo contrario, a una renacionalización de políticas empujados por un nacionalismo populista de vía estrecha que renuncia a tener organizaciones poderosas para la resolución de los conflictos y que es un torpedo en la línea de flotación del proyecto europeo.
En estos momentos Europa no tiene ni voz ni voto en las varias crisis de Oriente Medio y en particular en la de Gaza donde nuestro papel, o mejor la ausencia del mismo, nos llena de vergüenza y nos convierte en cómplices silentes de la muerte de tantos seres humanos. Ese doble rasero de rasgarse las vestiduras ante los crímenes de Moscú en Ucrania o de Myanmar con los Royinga pero ser incapaces de tomar medidas efectivas ante los de Israel en Gaza, hace que el mundo piense que el Derecho Internacional y el Derecho Humanitario no responden a nuestros valores sino al juego de nuestros intereses y hace mucho daño a nuestra credibilidad y a nuestra imagen.
En Ucrania hemos logrado el suficiente consenso entre los 27 (un logro heroico) para imponer a la Rusia agresora hasta 18 paquetes de sanciones que dañan su capacidad bélica aunque no la detienen. La realidad es que Europa sin los EEUU no puede asegurar la supervivencia de Ucrania y si Rusia triunfa es garantía de ulteriores agresiones que pagaremos caro.
En la negociación sobre los aranceles impuestos arbitraria y caprichosamente por Trump hemos cedido cuando es cierto que tenemos un superávit comercial con Washington, pero tenemos también un déficit en servicios que los americanos no quieren ver. El resultado han sido aranceles del 15% (finales) a falta de saber qué pasará con productos farmacéuticos y otros. No conocemos aún la letra pequeña. Hemos peleado poco pese a que somos una gran potencia comercial que habla con una sola voz por boca de la Comisión, lo que hubiera permitido una negociación más equilibrada... de no ser porque en el trasfondo revoloteaban Ucrania, temas militares y de seguridad... un amigo me hablaba de la fórmula de los Soprano: tú pagas y yo te defiendo. También en la OTAN nos han retorcido el brazo.
Europa no puede seguir siendo zarandeada como un muñeco. Un mero espectador de un juego geopolítico que dominan otros porque, lo digo siempre, si no estás en la mesa donde se toman las decisiones que te afectan es porque estás en el menú. Y no hay razón para que eso suceda. Somos el 6% de la población mundial, tenemos el 17% del PIB mundial, igual que China y muy por encima de Rusia, el 14% del comercio mundial y sabemos que necesitamos unirnos en Política Exterior y Defensa, dotarnos de políticas comunes en energía y en migraciones, que debemos perfeccionar el mercado común, tener un mercado común de capitales, ir a la unión bancaria, promover la industrialización y los grandes campeones europeos, fomentar la productividad y la innovación, gastar más en defensa y dotarnos de cadenas de mando unificadas, manejar la transición verde con inteligencia, ser protagonistas de la revolución digital... lo sabemos y nos lo han puesto en negro sobre blanco los Informes Letta y Draghi.
Simon Nixon añade que, si eliminamos nuestras barreras internas al comercio, que el FMI calcula que equivalen a un arancel del 46% en bienes y 110% en servicios, no solo haríamos lo que nos conviene, sino que nos reforzará para evitar futuras humillaciones. Además de que nos ayudaría a mantener nuestro envidiable nivel vida, el que hace que todavía hoy nos repartamos el 50% del gasto social mundial. De nosotros depende.