La reunión en Alaska y su significado

Columna
Diario Constitucional, 16.08.2025
Samuel Fernández Illanes, abogado (PUC), embajador ® y académico (U. Central)

Trump y Putin tuvieron su encuentro por más de dos horas. No hace mucho, parecía imposible y ha sido en un territorio norteamericano que fue ruso, separados por el Estrecho de Bering por pocos kilómetros. Putin lo recordó en la conferencia de prensa conjunta, y no fue casual. Las sanciones que tiene en Estados Unidos debieron levantarse para que viajara. Fue recibido con la cordialidad de viejos conocidos hoy distanciados, sobriamente, pero en un marco significativo: la base aérea de Elmerdorf, cercana a Anchorage, dotada de modernos aviones de combate, precisamente para controlar dicha vecindad, y que estaban a plena vista.

No hubo declaraciones sorpresivas, ni acuerdos trascendentes. Ni fin a las hostilidades, ni reparto de territorios ucranianos. Sólo eran especulaciones alimentadas por cierta prensa, o análisis voluntariosos. Parece lógico pues, está vigente la agresión rusa a Ucrania de hace tres años y medio, que prosigue, con todas las consecuencias y riesgos actuales en pleno este europeo; la ocupación de importantes territorios ucranianos, muy difíciles de recuperar; la destrucción de cuidades, costos inmensos, desplazamientos de civiles, e incontables muertos de ambas partes. Y tal vez lo más grave, sin ninguna perspectiva de una solución pacífica.

Se entiende la ansiedad de los medios de comunicación que les preguntaban a gritos, mientras estaban en el podio, “si habrá un alto al fuego” o “cesión de territorios”, demandando el resultado final del encuentro cuando ni siquiera comenzaba. Una simplificación de quien ganó o quien perdió, la que todavía se plantea, reduciéndolo todo como si fuera una competencia. Con la experiencia de 25 años en el poder, Putin hizo gestos de que no escuchaba, y Trump concentrado en la imagen del momento, no se dio por aludido.

Entonces: ¿De qué sirvió esta reunión, que era tan difícil y que tanto costó materializar? Su resultado no es evidente y ni siquiera lo conocemos en sus pormenores reservados, pues sólo hay escuetos comentarios de los dos presidentes en una conferencia de prensa donde abundaron recuerdos, los proyectos de próximas reuniones más amplias y con más participantes, con el propio Zelenski, y mayores esperanzas en las perspectivas futuras, contactos de alto nivel, e inclusión de tantos otros temas relacionados, no sólo los referentes a la guerra misma, la que seguramente continuará y hasta puede recrudecer.

Putin lo dejó claro. Señaló que había sido un diálogo respetuoso, algo sumamente fundamental para Rusia que no se puede soslayar. Hizo una mención particular a que se efectuó en Alaska que antiguamente le perteneció, sin ninguna reivindicación al respecto. Enfatizó que habían vencido a un enemigo común, por lo que debían alimentar una mejor relación en beneficio de todos; que requería de grandes esfuerzos y por largo tiempo, dada la importancia que Ucrania les representa. Insistió en que se debían eliminar las causas del conflicto, atender a sus raíces para encontrar una solución, aumentar el comercio, el que hoy crece lentamente y que ciertamente les afecta por las sanciones; acrecentar la cooperación en el campo espacial y en el ártico para un trabajo común, temas menos conflictivos. Abogó por la necesidad de un trabajo común, mediante acuerdos que serían un punto de partida, para no llegar a uno de no retorno. De paso, apoyó la versión de que con Trump no hubiere habido guerra, dándole un respaldo formal a lo que siempre ha sostenido.

Por su parte, Trump mencionó los contactos positivos por representantes de alto nivel para atender los difíciles momentos del pasado, acompañado de grandes esfuerzos para subsanarlos, con muchos puntos para trabajar y alcanzar un acuerdo. Putin agregó que se verían en Moscú, y Trump resalto esa posibilidad. No explicitó si habrá una reunión con Zelenski, sólo dijo que le consultará, al igual que a otros líderes, se entiende que europeos con los que mantuvo conversaciones previas, incluido Lukashenko de Bielorrusia, agradeciéndole haber contribuido al encuentro.

Ha sido el punto de mayor significado, haberse encontrado por sobre las innumerables posiciones contrapuestas, que se han sumado en el tiempo a la guerra misma. Entre ellos, están las sanciones a Rusia y al propio Putin. El comercio bastante limitado, la venta del petróleo, las restricciones a las fuentes de financiamiento ruso, los aranceles como arma preferida de Trump, el control de las armas estratégicas, los compradores de la energía rusa, incluido los europeos, la India u otros. Por nombrar los más conocidos.

En definitiva, ha sido un logro de la diplomacia al más alto nivel.

Ha tenido su oportunidad para desarrollarse, en medio de tantos factores adversos. Así, ha ejercido su papel esencial como herramienta al servicio de los países, no obstante, tengan posiciones incompatibles, subsistan conflictos, o incluso enfrenten una guerra. Ha estada acompañada de un marco lleno de significados, sin improvisaciones, y donde cada partícipe ha sido considerado cuidadosamente, en los gestos formales que han reflejado lo que se ha querido resaltar o transmitir. En síntesis, una diplomacia que lo ha facilitado todo, y permitido que los participantes puedan abocarse a los temas esenciales.

Tampoco se han derivado en ceremonias inconducentes que podrían restar su efectividad, sin discursos meramente formales, ni agasajos innecesarios. No hubo declaraciones conjuntas, ni regalos distractivos. Se atendió la esencia de lo buscado. Ese ha sido su mérito donde todo conspiraba en contra, pues ha hecho lo que se esperaba: la diplomacia abrió puertas y creo posibilidades. Un avance destacable, donde todo habría podido fracasar irremediablemente. Se ha creado una esperanza, todavía en plena elaboración, pero que ojalá marque el comienzo del fin de una guerra demasiado larga.

Avoiding Putin’s trap in Alaska

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