Columna El Líbero, 26.09.2025 Amir Rockman, diplomático de la embajada de Israel en Chile
¿Cómo explicar que el 8 de octubre de 2023, horas después de los ataques terroristas de Hamás, ya se manifestaran en Chile con posiciones tan definidas sobre un conflicto que ocurría a miles de kilómetros? La respuesta no radica en una manipulación externa, sino en algo mucho más profundo: Chile alberga una comunidad de palestinos y descendientes árabes numerosa. Yo, que vengo de un país con una población árabe también muy influyente y vibrante, comprendo esta conexión natural a pesar de los desafíos regionales.
Es fundamental reconocer que quienes protagonizaron estas manifestaciones no eran jóvenes desinformados, sino personas con conocimiento directo del conflicto y una comprensión histórica que trasciende cualquier influencia mediática externa. Precisamente por eso, esperaría más de ellos: menos eslóganes y más revisión de las múltiples capas de complejidad del conflicto.
Un tablero geopolítico complejo
El conflicto involucra actores como Estados Unidos (aliado tanto de Israel como de países del Golfo), Irán (financista de Hamas y Hezbollah), Arabia Saudí (buscando normalización con Israel mientras compite con Irán), y potencias regionales como Turquía y Egipto, cada una con sus propios intereses. Esta multiplicidad hace insuficiente cualquier análisis simplificado.
El caso Catar: navegando en múltiples frentes
Sin embargo, esto no significa ignorar las múltiples influencias que operan en Medio Oriente. Por ejemplo, Catar, un Estado soberano de monarquía absoluta petrolera, ejemplifica perfectamente esta complejidad y es uno de los factores que ayudan a responder por qué el día después de la masacre del 7 de octubre las reacciones fueron tan inmediatas y polarizadas.
Catar dirige una campaña multidimensional cuyo objetivo es hacer prevalecer su visión de mundo. Lo hace con dinero, con medios y un aparato de poder blando (soft power) sofisticado, como el caso de Al Jazeera cuyo propietario es el gobierno. Ya anteriormente se ha acusado al canal de parcialidad y de posicionarse activamente en los asuntos exteriores de otros países, por ejemplo, durante la Primavera Árabe en 2011. Esta pequeña monarquía mantiene la mayor base militar estadounidense en la región mientras simultáneamente ha transferido miles de millones de dólares a Hamas bajo el pretexto de ayuda humanitaria.
Esta paradoja ilustra un conflicto donde múltiples actores regionales navegan en varios frentes a la vez: Catar se presenta como mediador humanitario ante Washington, como defensor de la causa palestina ante el mundo árabe, y como socio confiable para Europa en temas energéticos. Su estrategia de influencia global incluye medios de comunicación, deportes (Copa Mundial 2022), inversiones millonarias y una diplomacia que juega en todos los tableros simultáneamente.
La influencia mediática global
Aunque en Chile no existe el financiamiento directo de universidades por países del Golfo como ocurre en Estados Unidos, los medios globales sí ejercen influencia. Catar, a través de Al Jazeera y miles de cuentas en redes sociales, proyecta narrativas específicas que llegan a audiencias globales, incluida Chile. Este aparato mediático sofisticado no logra superar el maniqueísmo, pero sí instala marcos de interpretación que trascienden fronteras, contribuyendo a explicar la velocidad con que se formaron opiniones el 8 de octubre.
El aporte chileno: pensamiento crítico y diversidad
Chile, con su rica tradición democrática y diversidad cultural, tiene una oportunidad única para contribuir a un debate más matizado. Su sociedad, que incluye descendientes palestinos, judíos, libaneses y drusos, puede modelar cómo abordar estos temas complejos con respeto y rigor intelectual. Esto requiere: Cuestionar narrativas simplificadas, vengan de donde vengan; buscar fuentes de información diversas y verificables; promover el diálogo informado por sobre el enfrentamiento y; entender que la complejidad fortalece el análisis
Un llamado al diálogo constructivo
Como diplomático israelí, creo firmemente que el futuro de Medio Oriente depende de nuestra capacidad para trascender las simplificaciones y construir puentes de entendimiento. Comprender cómo actores como Catar operan campañas de influencia multidimensionales no significa descalificar las preocupaciones legítimas, sino desarrollar un análisis más sofisticado de las fuerzas en juego.