Columna El Mercurio, 28.06.2025 Juan Pablo Toro, director ejecutivo de AthenaLab
Resulta poco popular en estos días destacar el rol preponderante de Estados Unidos en la configuración de las dinámicas internacionales, pero sería poco astuto, por este motivo, tratar de minimizarlo y más bien imprudente intentar cuestionarlo sin tener el conocimiento suficiente.
Hace una semana, quedó claro que solo existe una superpotencia militar capaz de montar una operación aérea que implique cruzar varios continentes de forma sigilosa, entrar en una zona de guerra y lanzar bombas de precisión sobre instalaciones nucleares protegidas, para luego hacer regresar a sus aeronaves y pilotos sin un rasguño.
Mucho se habla de la expansión de las fuerzas armadas de China y del hecho que su Armada cuente con el mayor número de buques, pero hasta ahora no conocemos cuál sería su desempeño en medio de la niebla de la guerra. En cambio, sí sabemos que la maquinaria bélica convencional de Rusia pudo ser frenada por un enemigo más débil en los números, pero mejor organizado y determinado como Ucrania.
Si bien las capacidades militares únicas de Estados Unidos son producto de décadas de inversiones y avances tecnológicos, Washington también está dando muestra de su influencia a la hora de despertar a los europeos continentales de su sueño post histórico —con la excepción de la siempre atenta Francia—, llevándolos a destinar 5% de su producto interno bruto a la defensa, tras años de incumplir su propio compromiso de gastar el 2,4%.
Previo a la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de esta semana, el presidente Donald Trump volvió a relativizar el principio de defensa colectiva contenido en el artículo 5, como forma de refrescarles a los otros miembros la tarea de su propia seguridad. De hecho, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, desató risas y críticas al afirmar en La Haya que “a veces, Papi tiene que usar lenguaje fuerte”, respecto a la intervención en el conflicto Irán-Israel que forzó un cese del fuego.
Es cierto que el estilo de Trump y su predilección por los aranceles pone a prueba la paciencia de quienes consideran que la democracia estadounidense, sin ser perfecta, ejerce un rol más bien positivo en las relaciones internacionales, incluso cuando se ha comportado de manera imperial. El historiador Niall Ferguson, en su libro “Coloso” (2004), sostuvo que efectivamente se trata de un imperio, pero uno de tipo liberal. Es decir, que no solo apoya el intercambio internacional de productos, mano de obra y capital, sino que también cree y defiende las condiciones sin las cuales no pueden funcionar los mercados: paz, orden, Estado de Derecho, administración honesta, políticas fiscales y monetarias estables.
Ferguson, por supuesto, identificó factores con los cuales tropezaría la potencia, dado por la suma de tres déficits: de recursos (excesivo endeudamiento); de personal (menos talento en puestos clave); y atencional (muchos objetivos, poca concreción).
Sobre la forma como la administración Trump se está haciendo cargo de este escenario heredado, al menos en el plano militar, la dio a entender el vicepresidente J.D. Vance, quien representa al ala más “aislacionista” del gobierno, a diferencia del secretario de Estado Marco Rubio, “internacionalista republicano clásico”, o del “priorizador” subsecretario de Política de Defensa, Elbridge A. Colby (China, China y China).
“Lo que yo llamo la ‘doctrina Trump' es bastante simple: Primero, se articula un claro interés estadounidense, y en este caso, es que Irán no puede tener un arma nuclear”, explicó Vance en una cena en Ohio el miércoles. “Segundo, se intenta resolver el problema mediante una diplomacia agresiva. Y tercero, cuando no se puede resolver diplomáticamente, se utiliza un poder militar abrumador para resolverlo y luego hay que largarse de allí antes de que se convierta en un conflicto prolongado”, concluyó.
En los foros de ese collage llamado Sur Global, que pronto se reunirá en Brasil en el marco de los BRICS, o en esos órganos de propaganda que simulan ser prensa que ofrece “visiones alternativas”, se suele denunciar la decadencia de Occidente y se rechazan las conductas hegemónicas apuntando a Estados Unidos (mientras algunos ocultan las propias).
No obstante, uno esté en desacuerdo o no con Trump, lo cierto es que su nación como potencia trasciende su mandato y su rol es indispensable cuando se enfrentan amenazas a la seguridad internacional, como una invasión a gran escala en el corazón de Europa o un régimen auspiciador de milicias terroristas que busca desarrollar armas nucleares.
En cuanto a democracias marítimas con intereses y valores comunes ubicadas en el mismo continente, recomponer la relación con Washington será una tarea clave de quien asuma el poder en Chile en marzo de 2026, siempre guardando las diferencias, pero primero haciendo el esfuerzo de comprenderlas.
Han pasado ya varios días desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunciara que Israel e Irán habían acordado un cese al fuego al conflicto que el mandatario bautizó como “La Guerra de los 12 días”.
Aunque durante décadas Israel e Irán evitaron enfrentamientos abiertos, una serie de episodios recientes, detonados a raíz de la guerra que Israel sostiene con Hamás en la Franja de Gaza, aunado a sospechas sobre los objetivos del programa nuclear de Irán, terminaron por quebrar ese equilibrio precario que llevó a una confrontación militar directa.
Ahora que las bombas y los misiles han dejado de caer en ambos países, al menos por ahora, platicamos con la doctora Sandra Kanety Zavaleta, profesora de ciencias políticas y relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para tener sus puntos de vista en torno a diferentes cuestiones que este conflicto evidenció.
A decir de Sandra Kanety Zavaleta, profesora de relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hay una crisis importante del multilateralismo, de la cooperación y de la construcción de la paz en el mundo. Foto: Freepik.
La guerra entre Israel e Irán terminó. ¿Cuál es tu lectura sobre lo que se vivió en Oriente Medio durante esos 12 días de conflicto?
- Yo no diría que el conflicto entre Israel e Irán terminó. El alto al fuego no significa el final del conflicto. De hecho, podría interpretarse como una pausa para que ambas partes puedan rearticular sus fuerzas y pensar en una estrategia de guerra a mediano plazo o incluso a largo plazo. El panorama en esa parte del mundo es muy complejo. Es una región con un alto índice de volatilidad, un polvorín por los intereses que tiene occidente en la región, y en particular Estados Unidos.
Israel no tenía un ataque de esta magnitud en su territorio desde 1973, es importante recalcar esto. Si bien Israel ya tenía una confrontación indirecta con Irán, a través de acciones de sabotaje y asesinatos de científicos iraníes, la respuesta de Irán a los ataque israelíes fue algo que Israel no había vivido en más de 50 años. Y Estados Unidos tampoco había atacado directamente a una potencia regional desde hace mucho tiempo.
Si bien el presidente Donald Trump dijo que la guerra se terminó, y que se logró la paz, yo más bien lo veo como un cese al fuego para fortalecer posiciones y estrategias.
¿Cómo salen de esto Israel, Irán, y Estados Unidos?
- Israel es un país que se creó en la década de los cuarenta del siglo pasado, desde mi punto de vista, para garantizar los intereses occidentales en la región. Este conflicto nos muestra a un Israel vulnerable, pese a su fortaleza militar y al respaldo bélico que le ofrece Estados Unidos. Es decir, vimos que su llamado Domo de Hierro no es infalible. Su primer ministro, Benjamín Netanyahu, es volátil e irascible, así que podemos esperar cualquier cosa en cuanto a sus próximas decisiones.
Sobre Irán, yo creo que, pese a los ataques que vivió, logró evidenciar la vulnerabilidad de Israel, que también recibió ataques directos, en una región donde no son muy bien vistas las acciones ni el intervencionismo tanto de Israel como de Estados Unidos, y donde hay un sentir de hartazgo e injusticia frente a las políticas de Occidente.
Sobre Estados Unidos: primer acto, Israel ataca a Irán; segundo acto, Estados Unidos ataca a Irán; tercer acto, el presidente Trump dice que es el emisario de la paz y que la guerra terminó. Eso no es bien visto en términos de relaciones internacionales, y tiene mucho que ver con la volatilidad del mismo mandatario estadounidense a la hora de tomar decisiones. Ojo, cuenta con un respaldo importante de muchos millones de sus connacionales, una especie de derecha fascista que lo apoya sin importar las consecuencias, incluyendo el desgaste importante de la imagen de Estados Unidos en el mundo.
A decir de Sandra Kanety Zavaleta, profesora de relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hay una crisis importante del multilateralismo, de la cooperación y de la construcción de la paz en el mundo. Foto: Freepik.
¿Qué nos dice este conflicto sobre el orden internacional actual?
- Acabamos de ser testigos de violaciones serias al derecho internacional, de cómo dos potencias nucleares atacaron a un país que no tiene armas nucleares bajo el argumento de que podría en algún momento desarrollar este tipo de armamento. Lo hicieron vulnerando la soberanía de un país, y eso no se debe ni se puede permitir.
El orden internacional actual es un desorden. Hay una crisis importante del multilateralismo, de la cooperación y de la construcción de la paz. Estamos viendo un orden mundial que ha institucionalizado la militarización global como mecanismo para alcanzar la paz y la seguridad, y está pasando todo lo contrario. Hay un quiebre del multilateralismo, y de instituciones que de una u otra forma abogaban por la paz y la seguridad internacionales, en particular la ONU.
En este organismo, el Consejo de Seguridad tiene como miembros permanentes desde hace más de 70 años a los cinco países más armados del planeta, Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia. Son los países que más dinero destinan en cuestiones militares, y todos con armas nucleares, lo cual dice mucho que en estos países descansen la paz y la seguridad mundiales. Tristemente, el derecho internacional se puede violar con impunidad y violentar si conviene a los intereses de las grandes potencias y de los países más fuertes desde un punto de vista militar.
¿Qué podrían abordar las próximas negociaciones entre Estados Unidos e Irán, si llegan a darse?
- Es difícil que lleguen a una negociación que le convenga a ambas partes. Irán es parte del Tratado de No Proliferación Nuclear, lo que implica que se someten a mecanismos de revisión y monitoreo constante, como el resto de sus miembros, para evitar que desarrollen armas nucleares. Sin embargo, Israel y Estados Unidos hicieron caso omiso del tratado, y atacaron la soberanía de un país. Será difícil lograr algún tipo de acuerdo, e incluso Irán podría reducir su cooperación en cuanto a monitoreo externo, ahora sí con el objetivo a mediano plazo de desarrollar armas nucleares.

