Columna El Líbero, 29.06.2024 Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE
El pasado 19 de junio Vladimir Vladímirovich Putin fue recibido en Pyongyang, Corea del Norte, con la fanfarria multitudinaria y obsecuente propia del régimen absoluto. Era la primera visita de un líder ruso a Norcorea en 24 años. Devolvía la que en septiembre pasado Kim Jong-Un le hizo en Vladivostok, para robustecer sus propias capacidades militares y suministrarle a Rusia equipamiento que incrementara sus fortalezas en la guerra de Ucrania. Moscú necesita a Norcorea hoy más que nunca porque dicha guerra era y sigue siendo decisiva para el destino de Rusia en el mundo (según Putin), y contrarrestar los recientes suministros de armas y dinero occidental a Ucrania. Por su parte, el “monarca” norcoreano desea relevar su agenda política y militar con la ayuda de Putin. De no ser por la batalla de Ucrania y las sanciones internacionales estos viajes consecutivos no se habrían producido.
Durante su estada en la capital norcoreana, ambas “testas coronadas” suscribieron un Tratado de Asociación Estratégica Comprensiva, en cuyo artículo 4 se señala que: “En caso que cualquiera de las partes enfrente una invasión armada de un estado o grupo de estados, la otra proveerá sin demora asistencia militar y de otro tipo, usando todos los medios disponibles”. A simple vista, se trata de un regreso al Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Recíproca de 1961, entre la URSS y Norcorea, en plena guerra fría, cuando ambas partes se obligaron a proporcionarse apoyo militar inmediato en caso de agresión. Ahora se introdujeron algunas condiciones formales: la primera, que se establezcan negociaciones previas en caso de una amenaza de agresión; la segunda, que el apoyo recíproco esté en consonancia con el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas (que establece la legítima defensa de los estados mientras el Consejo de Seguridad adopta medidas para mantener la paz y la seguridad).
En 1961 el peso de Corea del Sur en Moscú era nulo. Hoy día, a pesar de que las relaciones entre ambos países son calificadas por Rusia de “inamistosas” por el fortalecimiento de su alianza estratégica con Estados Unidos y Japón, Putin no ignora la importancia de Surcorea en la economía mundial, sobre todo en el campo de la defensa, el espacio, el desarrollo tecnológico de vanguardia, o su peso político y diplomático regional y mundial. Tampoco ignoran que Corea del Sur no ha suministrado armamento a Ucrania, a pesar de las presiones recibidas.
Lo importante es que el texto se asemeja al Tratado de 1961, propio de la guerra fría. Esto se confirma en otras cláusulas, como en la obligación de no firmar acuerdos que puedan violar intereses esenciales de la otra parte; o el incremento de las capacidades defensivas de cada uno; trabajar conjuntamente las amenazas en seguridad energética, alimenticia, salud, cadenas de suministro, información y comunicación; expandir la cooperación en áreas como espacio, biología, usos pacíficos de la energía nuclear, inteligencia artificial; fortalecer la cooperación mutua en seguridad y manejo de las redes de información, publicaciones, propaganda, noticias que puedan afectar la dignidad del otro.
El Tratado firmado implica para Corea del Sur y sus aliados, varios desafíos:
Una sofisticada acción diplomática hacia China, país que mantiene relaciones estrechas con Corea del Sur. A Beijing nunca le gustó que la mano del imperio moscovita se meta en su entorno, o que las provocaciones inciten a los Estados Unidos a estar más presentes de lo que ya están. En lo único que puede estar de acuerdo el régimen chino, es que Norcorea haga el “trabajo sucio” de suministrarle a Moscú el armamento requerido, liberándose de esta presión.
Una contundente reafirmación de la alianza estratégica con Estados Unidos y Japón para mantener la diferencia estratégica a su favor. Ya se emitió un Comunicado al respecto y Seúl realizó ejercicios de artillería en la frontera occidental, los primeros desde el 2017. En paralelo, el presidente envió una potente señal al visitar esta semana el portaviones Roosevelt.
Mayor coordinación política y diplomática de Corea del Sur, Estados Unidos y Japón con la OTAN, la Unión Europea y aliados estratégicos en el Pacífico, como Australia y Nueva Zelanda.
Demostrar a nivel mundial que los intercambios de material bélico entre Rusia y Norcorea violan diversas resoluciones del Consejo de Seguridad y el sistema internacional que nos rige.
Vigilar qué tipo de armamento de precisión y/o tecnología nuclear y misilística va a suministrar Rusia a Norcorea, para así establecer nuevos parámetros defensivos en Asia y, eventualmente, suministrar armamento coreano a Ucrania, sin restricciones.
Trazar nuevas y definitivas líneas rojas en las relaciones con Moscú. Esto implica estar atentos a la posibilidad de ejercicios militares conjuntos o al despliegue de tropas en caso de crisis en la península coreana, situaciones que elevarían insoportablemente la tensión.
La siguiente etapa del periplo de Vladimir Putin, antes de regresar a Moscú, fue Vietnam. En un Comunicado Final ambos convienen en fortalecer su asociación estratégica; mayor interacción en el campo de seguridad y defensa; inmunidad de los jefes de estado, etc. Sin embargo, esta escala estuvo destinada, fundamentalmente, a demostrarle al mundo que Rusia no está aislada. Desde la perspectiva vietnamita, mandarle un mensaje a China, rival histórico y con el que tiene una disputa de soberanía marítima, que las relaciones estratégicas entre Hanoi y Moscú siguen vigentes.
Observamos así como la guerra de Ucrania está extendiéndose como mancha de aceite. Los países occidentales incrementaron este año sus gastos en defensa (18% en la OTAN). La UE se esfuerza por integrar a Ucrania y Moldavia. La Alianza Atlántica estimula nuevas candidaturas (Georgia, Bosnia Herzegovina); fortalece vínculos estratégicos con países fuera de la órbita transatlántica, y pone en marcha acciones diplomáticas hacia China para detener el flujo de componentes esenciales para la industria rusa, ya que de allí proviene el 70% de las importaciones que necesitan para sostener su maquinaria bélica y el 90% de los componentes microelectrónicos.
Rusia y sus aliados, al alero de los BRICS, convocan una reunión de Cancilleres para promover un reordenamiento mundial y establecer un nuevo marco jurídico internacional usando a su favor las mayorías en la ONU. Esto no tendría nada de particular si detrás no se encontraran varias autocracias que relativizan el estado de derecho, la libertad, la centralidad del individuo, valores en los que hemos fundado nuestra propia democracia. En otro frente, Moscú agita el avispero de los Balcanes al abrir en la capital de la República Srpska en Bosnia, una representación diplomática. Según la OTAN, han incrementado acciones contra miembros de la Alianza mediante ciberataques, sabotajes, manipulación de migrantes, revisión de demarcaciones limítrofes, o ataques incendiarios.
En Chile, estamos enfrentados a la progresión de las tensiones mundiales con hitos importantes en el futuro próximo que hay que seguir, como el 75 Aniversario de la OTAN (9-11 de julio). Un clima de guerra fría se ha instalado entre nosotros, y en ese contexto los pasos australes, el continente antártico, las riquezas minerales, Isla de Pascua y otros, se integran en la geopolítica global.