Xi y Trump no se acercan lo suficiente

Columna
El Periódico, 10.11.2025
Jorge Dezcallar de Mazarredo, Embajador de España
  • Ya era hora de que se hayan reunido en Corea. No se van a ir a la cama juntos porque entre ambos mandatarios existe una lucha abierta por la hegemonía mundial que aún mantienen los americanos

Entre el ruido provocado por la dimisión de Mazón, el juicio del fiscal general del Estado y las memorias reales tenemos la buena noticia, que ya era hora, de que Donald Trump y Xi Jinping se han reunido en Corea para hablar de sus cosas que son las nuestras también, porque lo que ellos deciden nos acaba afectando a todos nos guste o no nos guste, que la verdad es que no nos gusta y no tenemos más remedio que aguantarnos. Por ejemplo, como consecuencia de los aranceles de Trump, las exportaciones chinas a EEUU han disminuido un 27% mientras crecían un 14% hacia Europa, porque en algún sitio tienen que vender los chinos su sobreproducción. A España nos ha llegado un 15% más de textiles chinos a unos precios que hacen bastante daño a la producción nacional.

En vísperas del encuentro reinaba el optimismo porque las cosas estaban tan mal entre ellos que solo podían ir a mejor. Trump amenazaba con prohibir TikTok, había anunciado aranceles del 100% a las importaciones chinas, restricciones a la venta de chips de última generación y limitaciones al transporte marítimo entre ambos países, y Xi, en lugar de arrugarse como hizo Ursula von der Leyen, había respondido con iguales restricciones para los barcos yanquis y con limitaciones a la exportación de tierras raras, algo que ponía de rodillas a los fabricantes de automóviles, teléfonos e, incluso, aviones, porque los chinos controlan la producción del 80% de esas tierras y, lo que es aún más importante, el 90% de su refino, un proceso largo, complicado y muy caro. Su reunión me recordaba el chiste del dentista al que el paciente agarra por donde usted imagina mientras le dice: «No nos vamos a hacer daño, ¿verdad, doctor?». Pues aquí igual. La actual relación es mala para ambos y a ninguno le interesa mantenerla.

Lo cual tampoco quiere decir que se vayan a ir a la cama juntos porque entre ambos existe una lucha abierta por la hegemonía mundial que aún mantienen los americanos. China es el único país con la capacidad y la voluntad de disputar ese liderazgo mientras Rusia mira con envidia, consciente de que su economía le coloca en otra liga y le obliga a sacar a relucir su poderío nuclear. Por eso, Putin ha desvelado esta semana un nuevo cohete propulsado por combustible nuclear y capaz de proyectar una cabeza atómica a 15.000 kilómetros de distancia. O sea, que nos puede caer encima a todos.

El tema nuclear se complica por momentos porque, para no quedarse cortos, los americanos también prueban cohetes de última generación y ellos y los rusos amenazan con volver a hacer pruebas nucleares terrestres, aunque lo prohíbe el CTBT (Comprehensive Test Ban Treaty), mientras los chinos aumentan el número de sus cabezas nucleares cada día.

Putin, Trump y Xi también tratan de repartirse el mundo en esferas de influencia que recuerdan a la Conferencia de Yalta, en 1945, cuando Roosevelt, Stalin y Churchill se dividieron amistosamente Europa y costó cincuenta años que nuestro continente recuperara una libertad que hoy vuelve a verse amenazada. Por eso, en la reunión, Trump debió pedirle ayuda a Xi para acabar con la guerra de Ucrania, porque el americano parece que por fin se ha dado cuenta de que Putin no para de tomarle el pelo y que si depende de Vladimir no van a darle nunca ese Nobel de la Paz que está convencido de merecer. Lo que pasa es que al chino ni le interesa ver derrotado a su aliado ni quiere facilitar que el yanqui se vea libre de la pesadilla europea y pueda dedicar a Asia sus energías. También Netanyahu contribuye con entusiasmo para impedir ese giro hacia Asia, mientras Europa continúa relegada a mera espectadora sin voz ni voto.

Al recibir el premio Princesa de Asturias a las Humanidades, Byung-Chul Han dijo que en la sociedad neoliberal y tecnológica que vivimos no somos libres, aunque creemos serlo y no puedo estar más de acuerdo. Lo que pasa es que en la leninista-capitalista de los chinos tampoco eres libre y ni siquiera te permiten creer que lo eres. Por eso si hay que elegir me quedo con Washington, por más que no me gusten muchas de las cosas que hace.

Trump debió pedir ayuda a Xi para acabar con la guerra de Ucrania porque el americano se ha dado cuenta de que Putin no para de tomarle el pelo y que, si depende de él, no le darán nunca el Nobel

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