Rusia no entierra a Stalin

Opinión
El Mundo, 27.12.2015
Xavier Colás
  • A los rusos les sigue costando expresar un punto de vista sobre alguien que fue en buena medida el padre del país

"Mi abuela tiene un retrato de Stalin en su dormitorio. No es comunista, de hecho sabe que fue un régimen criminal. Pero para ella es algo íntimo y personal, mientras que para mí es algo ofensivo", explica Natalia Volodimirova, crítica literaria, mientras remata con gesto amargo el último sorbo de té. Esa encrucijada doméstica es una reproducción en miniatura de la espesa madeja de amor y resentimiento con la que Rusia mantiene envuelto su pasado reciente.

Los comunistas han declarado el año que entra como "el año de Stalin", pues la constitución que redactó en 1936 cumple 80 años. De ella el líder soviético dijo que era "la más democrática del mundo", aunque en realidad fue el punto de partida para unas purgas a gran escala que segaron millones de vidas.

Los comunistas rusos han inaugurado este mes en Penza, una localidad situada a 600 kilómetros de Moscú, un centro de Stalin para "rehabilitar" el nombre del dictador y promover su labor al frente de la Unión Soviética. El objetivo es "lavar el nombre de Stalin tras décadas de calumnias", explica su director, Gueorgui Kamnev, líder del Partido Comunista de la región de Penza.

Haber frenado al mal absoluto del nazismo no impide que muchos rusos echen una mirada crítica al pasado, pero a los rusos les sigue costando expresar un punto de vista sobre alguien que fue en buena medida el padre del país. El 24% de la población cree que la muerte de Stalin supuso la pérdida de un gran líder, según una encuesta hecha por el Centro Levada el año pasado. En Rusia están presentes de manera constante las dos caras del líder soviético: fue capaz de derrotar a Hitler, pero al mismo tiempo mató a unos 20 millones de personas. Por eso el 37% apoyaba que se hiciese un monumento a Stalin al celebrar en verano los 70 años del fin de la II Guerra Mundial, pese a que un 46% de los rusos relacionan la muerte de Stalin en 1953 con el final del terror y la represión en masa.

"Todavía está viva una generación que creció con una idea del Estado como padre protector", reflexiona Maya, compositora rusa que va a cumplir 30 años y pertenece por tanto a esos nuevos rusos que no recuerdan el comunismo pero fueron educados por unos padres que no conocían otra cosa. "El problema es que ese papá protector era al mismo tiempo autor de multitud de crímenes y abusos contra sus hijos y esa idea de padre abusador, aunque sea plenamente cierta, no es nunca fácil de asimilar", añade. Natalia, que va cumplir 40, recuerda la seguridad de la URSS y la zozobra de la llegada del capitalismo, pero no puede conformarse con la visión de sus mayores, como Alexander, traductor de 56 años, que cree que es "la historia y no la gente la que tiene que juzgar a Stalin".

Aunque para el Gobierno ruso el sucesor de Lenin dista mucho de ser una referencia, dos aspectos han devuelto este año su obra a un incómodo primer plano. Por un lado el conflicto con Ucrania, un país diezmado por la hambruna causada por Stalin (Holodomor) que Moscú negó durante años, y por otro la consiguiente escalada de tensión con Occidente, en la que Moscú ha intentado aferrarse al reparto de poder que deparó el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Este año, durante una rueda de prensa con la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente ruso, Vladimir Putin, defendió el polémico pacto Molotov-Ribbentrop, bautizado con el nombre de los ministros de exteriores de Stalin y Hitler, que el 23 de agosto de 1939 acordaron lo que en la práctica suponía un acuerdo de no agresión, pero que incluía una cláusula secreta que establecía que ambas potencias se repartirían Europa central: el resultado de aquello fue la deportación o directamente el exterminio de millones de personas. Historiadores como Robert Coalson, fallecido este año, señalaron el pacto como el elemento que allanó el camino para que Hitler invadiese Polonia y la URSS ocupase los países bálticos en 1940. Para Putin sin embargo el pacto "tenía sentido en la medida que garantizaba la seguridad de la URSS". Y eso que en diciembre de 1989, tras años de negar que tal protocolo oculto existiese, el Congreso de los Diputados del Pueblo de la Unión Soviética lo condenó en una resolución. Pero el encontronazo con Occidente ha rebajado hoy la pulsión autocrítica que existía en Rusia. Y vuelve a hablarse de esferas de influencia rusa y, necesariamente, del instrumento con el que se lograron: el régimen de Stalin, que significa "hecho de acero" en ruso.

"Es cierto que provocó muchas víctimas inocentes, son errores que nunca se deben repetir", admite Kamnev. "Pero el estalinismo es también sinónimo de grandeza del país, de protección social, de éxitos científicos y culturales, así como de victoria en la II Guerra Mundial", puntualiza. La misión de este nuevo Centro Stalin es conceder becas a estudiantes de Historia, distribuir retratos del líder y organizar conferencias, sobre los logros del estalinismo.

Las autoridades rusas han denunciado oficialmente el terror de Estado que llevó a cabo Stalin durante los años 30 hasta su muerte en 1953. En 2007 Putin se sumó por vez primera a la condena de las represiones políticas soviéticas. Pero la ofensiva separatista patrocinada por Moscú en el este de Ucrania ha devuelto los grandes retratos de Stalin a las calles de Donetsk, la capital tomada por los rebeldes prorrusos. Porque el lúgubre líder soviético sigue siendo el combustible del empuje ruso hacia el oeste.

Al fin y al cabo el dictador continúa enterrado frente al Kremlin, en la Plaza Roja. Para conmemorar su cumpleaños o la fecha de su muerte se dan cita una treintena de fieles con flores rojas a primera hora de la mañana. Aunque son conscientes de que los tiempos han cambiado, contemplan la gesta de Stalin como una lucha entre el bien y el mal que tiene una dimensión global y que sigue sucediendo. Por eso tras descubrir a un periodista español junto a la sepultura lo interrogan como si toda la sangre roja se hubiese derramado anteayer y en clave rusa: "Díganos tan sólo si en su guerra civil usted iba con los rojos o los blancos".

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