Columna Analitica, 11.07.2025 Oscar Hernández Bernalette, exembajador, profesor (UCV) y columnista venezolano
Lamentablemente, el título de este articulo refleja una verdad. Si el mundo que se basa en reglas normas y el derecho internacional no es suficiente para detener guerras, la violación de derechos humanos, el debilitamiento de la democracia, el terrorismo, la discriminación racial, entre otras fatalidades globales, así como los efectos del cambio climático y enfermedades globales, pues ciertamente para quienes han abogado por las ventajas del multilateralismo ante el unilateralismo, se encuentran ante un despropósito que llevará al planeta a una realidad mucho más frágil e impredecible.
Quisiéramos pensar que pocos ponen en duda la importancia del multilateralismo como la herramienta para equilibrar todas las visiones, aspiraciones, encuentro de culturas en la búsqueda permanente de frenar las tendencias perversas del planeta, sean estas bélicas, políticas sociales y/o económicas a las que la humanidad está permanentemente sometida.
El planeta se enfrenta a tantos desafíos, muchos causados por el hombre como los estragos del cambio climático, la violación de derechos humanos, las guerras, desplazamiento de personas y las migraciones, entre otros, que se originan como consecuencia de situaciones adversas, como pandemias y epidemias, falta de libertades, violación derechos humanos, desastres naturales y hasta el terrorismo que nunca se sabe cuándo, dónde y cómo se manifiesta.
En estos tiempos la comunidad internacional tiene desafíos importantes. Si no reacciona a tiempo, si no se superan los escollos, si su burocracia no se aboca a los verdaderos problemas y a las demandas de las sociedades. Si los secretarios generales siguen jugando a lo políticamente correcto, en contradicción a los principios de las organizaciones y a lo éticamente cimentado, continuará un sistema global en franco decaimiento.
Solo dos hechos ocurridos en la segunda década de este milenio, la pandemia y la invasión a Ucrania se han convertido en fuente de generación de nuevas narrativas sobre la “ineficacia” de la normativa internacional y sobre la capacidad de los organismos internacionales en efectivamente garantizar las mejores prácticas y el cumplimiento del Derecho Internacional y de las reglas acordadas entre las naciones para garantizar una paz permanente. Los organismos internacionales (OI) son señalados como inoperantes y en parte responsables por la incapacidad de actuar a tiempo o efectivamente.
Los retos
Sin duda, estas nuevas percepciones muchas de las cuales pueden tener asidero, no solo ser historias a medias que nos recuerda la comparación del vaso lleno medio vacío. Lo cierto es que estamos ante la necesidad de reflexionar sobre estas percepciones que, aunque no necesariamente reflejan la realidad, obliga a generar respuestas que demuestren que el mundo está más seguro y viable bajo el paraguas de normas globales.
Estamos ante una oportunidad para redefinir las prioridades de una agenda internacional que exige afrontarla con nuevas herramientas y una mayor coherencia en el trabajo de las distintas organizaciones internacionales que forman parte de la “fauna” internacional y evaluar, si efectivamente, estas son útiles, si la normativa internacional se ajusta a los nuevos retos y si estamos evitando el solapamiento o duplicación de mandatos que muchas veces se repiten por lo parecido de la naturaleza entre los organismos.
La aplicación con la agilidad de los instrumentos internacionales es una necesidad. De allí que los países juntamente con los propios organismos internacionales y otros actores que incluye organizaciones intergubernamentales, organismos privados de normalización, organizaciones regionales, fundaciones filantrópicas entre otras, se deben coordinar para impulsar los mecanismos de implementación que garanticen fiel cumplimiento a los acuerdos, incluyendo la posibilidad de sanciones económicas o legales.
En la actualidad, existen más de setenta mil instrumentos internacionales, unos pocos de carácter vinculante y sin duda se requieren mecanismos coherentes de aplicación, por una parte, pero también de supervisión y evaluación
El llamado también ecosistema multilateral, este es, de numerosas organizaciones internacionales y otras agencias, también deben evaluar la efectividad de sus recomendaciones, mandatos y objetivos para que los países puedan asumir sus propios retos a través de políticas públicas eficientes, por ejemplo, que contribuyan al crecimiento económico, la lucha contra la pobreza, combatir el terrorismo, la contaminación ambiental o las crisis financieras.
Las organizaciones internacionales se debilitan en la medida que el acervo normativo sea más referencial, basado en recomendaciones y menos en mandatos diáfanos que obliguen su fiel cumplimiento, incluyendo la posibilidad que entidades internacionales tengan la disposición de actuar ante alertas tempranas o situaciones caóticas que se presenten, como, por ejemplo, una catástrofe natural, una pandemia o hasta acciones genocidas en cualquier país del planeta. Los países se han acostumbrado a que los OI ejecuten evaluaciones basados más en situaciones confirmadas que en la previsión de estas.
Si queremos evitar un retroceso mayor se necesita una dirigencia internacional comprometida, honesta y defensora de los principios y valores que impulsaron la creación como el multilateralismo como garantía de Paz y equilibrio global.