Columna El Líbero, 17.07.2025 Álvaro Bellolio, ingeniero civil-industrial y director Escuela de Gobierno (UNAB)
Mientras el cobre chileno enfrenta nuevos aranceles sin una respuesta diplomática clara; mientras sicarios extranjeros se fugan por negligencia de Gendarmería —y el gobierno se demora cinco días en darse cuenta—; y mientras se acumulan miles de extranjeros privados de libertad que podrían cumplir su condena en su país de origen, junto a decenas de miles de órdenes de expulsión sin ejecutar, el gobierno del Presidente Boric destina su atención, recursos y capital político a organizar la cumbre “Democracia Siempre”: un encuentro con sus amigos de izquierda, con fuerte sesgo ideológico y escaso valor estratégico para Chile.
El presidente Boric ha confirmado como invitados a sus aliados políticos: Pedro Sánchez, hoy bajo una grave investigación por corrupción que involucra incluso a su esposa; Gustavo Petro, cuestionado por su errática conducción y escándalos personales; y Yamandú Orsi, heredero del Frente Amplio uruguayo. No están nuestros socios del Asia-Pacífico, no está Estados Unidos, no están las naciones que sostienen nuestros tratados de libre comercio. Están los amigos ideológicos.
En paralelo a esta cumbre, el gobierno impulsa una reforma para restringir el derecho a voto de extranjeros que llevan décadas en Chile y que ingresaron legalmente. Es decir, da la bienvenida a regímenes de izquierda y, al mismo tiempo, persigue políticamente a migrantes que no les aplauden.
Y mientras los recibe con honores, el mismo gobierno anuncia que su foco para 2025 será entregar visas a migrantes que ingresaron clandestinamente al país. Una señal de impunidad para quienes vulneran nuestras fronteras, pero también un acto discriminatorio: se premia al que entra ilegal, y se castiga al que vive regularizado y piensa distinto.
Y mientras el ministro del Interior se ocupa de intentar quitar derechos políticos a opositores, las expulsiones efectivas de migrantes con condenas penales son nulas. Pese a contar con el Convenio de Estrasburgo y la Convención Americana para trasladarlos a cumplir sus penas en sus países de origen —o terceros países—, la población extranjera privada de libertad aumenta exponencialmente, al punto de tomar control de algunas cárceles. La excusa ya no puede ser la falta de vuelos ni el costo: es, simplemente, desinterés y falta de gestión.
La política exterior de Boric no se construye en función del interés nacional. Se articula como activismo internacional, centrado en afinidades ideológicas y completamente desconectado de la realidad chilena: inseguridad, migración descontrolada y pérdida de peso internacional.
Chile necesita liderazgo, no espectáculos. Política de Estado, no foros ideologizados. Y necesita, ante todo, defender a su gente y sus intereses, antes que carretes con sus amigos.

