Cuáles serán las prioridades de política exterior de los Estados Unidos 

Columna
Infobae, 07.03.2021
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino
El Secretario de Estado, Antony Blinken, ya dio muestras de que la principal potencia mundial buscará restaurar sus alianzas históricas. La competencia estratégica con China y el futuro de América Latina

Estados Unidos ha delineado un esbozo de prioridades de política exterior. El Secretario de Estado, Antony Blinken, promotor del concepto de alianzas globales, subrayó 8 puntos que orientarán la diplomacia de la Administración Biden en consonancia con la Guía estratégica provisional de seguridad, publicada el 3 de marzo. Con el lema "Estados Unidos está de vuelta" enfatizó el compromiso de restaurar alianzas históricas tradicionales, en particular con la Unión Europea que incluye, a título de ejemplo, la suspensión de la retirada de tropas de Alemania y la intención de revalorizar la diplomacia multilateral para recuperar liderazgo en las instituciones internacionales y desafíos globales. La reincorporación al Acuerdo de París de Cambio Climático, al Consejo de Derechos Humanos de la ONU y la Organización Mundial de la Salud, son testimonios inmediatos.

El Secretario Blinken puso de relieve la importancia de promover la democracia en el mundo frente al aumento del autoritarismo y versiones populista con tendencias autocráticas, destacando la determinación de Rusia de alterar la democracia norteamericana y marcando diferencias con China en términos de valores.  Específicamente, con relación a Beijing, advirtió que EE.UU. no permitirá abusos comerciales y tecnológicos, ni ataques a los derechos humanos, la propiedad intelectual y la gobernanza global. Tampoco medidas que limiten el estado de derecho en Hong Kong o los derechos humanos con relación a la etnia musulmana uigur.

Asimismo, enfatizó que China representa el mayor desafío geopolítico del siglo XXI, en un eufemismo que apunta que EE.UU. enfrentará esa relación de manera competitiva y desde una óptica estratégica de fuerza. No obstante, matizó esas expresiones con la disposición de cooperar cuando sea del interés de Estados Unidos como sería el caso de los desarrollos tecnológicos militares emergentes que afectan la estabilidad global. También la decisión de reducir al mínimo el papel de las armas nucleares como factor de disuasión estratégica. Ambos conceptos permiten presumir la intención de impulsar un mayor control en materia de armamentos en la diplomacia multilateral de desarme en paralelo con negociaciones bilaterales o trilaterales con China y Rusia.

Si bien América Latina no fue mencionada de manera expresa, indicó la intención de la Casa Blanca de ampliar compromisos y asociaciones con todo el hemisferio occidental en concordancia con la prioridad del vínculo con Canadá y México en el marco de Nafta. Una referencia que induce a pensar en el despertar de versiones de lo que fue en su momento el ALCA, hacer de la defensa de la democracia un eje central de las relaciones de Washington con toda la región y, fundamentalmente, contrarrestar la influencia de China en América Latina. Ese mayor involucramiento se ha visto últimamente con la pesca ilegal en América del Sur tanto en el Pacífico meridional como en el Atlántico Sur. Probablemente se extienda también a la creciente presencia de China en la Antártida.

Los primeros planteos del Secretario de Estado de Estados Unidos reafirman la percepción de un cambio de prácticas diplomáticas norteamericanas. Sin embargo, queda aún en suspenso si el planeta enfrentará la tan temida "trampa de Tucídides" que sostiene que cuando una potencia emergente desafía a otra establecida, aumenta de manera sensible el riesgo de guerra. Es probable que indicios de ese vaticinio se den eventualmente en zonas de influencia periféricas. La duda es si algún rincón de América Latina será uno de esos escenarios.

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