Columna Diario Constitucional, 27.10.2024 Samuel Fernández Illanes, abogado (PUC), embajador (r) y profesor (U. Central)
Se efectuó en Rusia (Kazán, Tartaristán), la XVI Cumbre de los BRICS, que agrupa a países emergentes, de gran dimensión geográfica y demográfica, la que ha destacado más por su significado que por sus acuerdos, casi siempre menos trascendentes y que pronto se olvidan, como sucede con tantas reuniones internacionales. Un desafío de Putin para demostrar que tiene aliados que acuden a su invitación y que las sanciones condenatorias de Naciones Unidas por la agresión a Ucrania, a dos años y casi nueve meses de iniciada, nada importan.
Entre los asistentes al más alto nivel, tenemos a los originales y a los incorporados. Además de Rusia el anfitrión, Brasil (vía remota) y presentes: China, India, Sudáfrica, Irán, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, y Etiopía. Los aspirantes a ser miembros plenos: Turquía, Palestina, Nigeria, Argelia, Bielorrusia, Kazajstán, Vietnam, Finlandia, Malasia, Uzbekistán, y Uganda. Por nuestra región: Cuba, Nicaragua, Bolivia y Venezuela.
La variedad de postulantes y sus motivos de incorporación, ha dejado este punto pendiente y en una indefinida categoría de asociados. Más aumenta su número, más difícil se hacen los acuerdos. Si uno de los objetivos ha sido crear una agrupación paralela, diferente a las Naciones Unidas y otros foros, todo indica que se ha enfrentado a similares problemas y polarización, ya que los intereses y posiciones no han variado por ser los mismos actores y todo tiende a repetirse. En consecuencia, más allá de la propaganda, en definitiva, muestran debilidad y su proyección será incierta. Por lo mismo, los resultados interesan menos que lo que verdaderamente han demostrado, que es digno de analizarse.
El que la Cumbre haya sido convocada por Putin, evidencia una actitud de desafío rebelde de sus propias acciones. Quienes acudieron, no fueron precisamente para representárselo y confrontarlo, sino que para coincidir. Algunos le dieron un apoyo tácito y otros, explícito. Nada diferente a la ONU. No hay duda de que Putin busca sortear la condena mayoritaria manifestada políticamente en las variadas Resoluciones de la Asamblea General, y al mismo tiempo, impedir todo funcionamiento del Consejo de Seguridad, al ejercer su derecho a “veto” permanentemente. El sistema de la Carta ha resultado vulnerado y sumido al organismo en una de sus mayores paralizaciones. Lamentable al cumplirse los 79 años de su creación. Sin ser el único caso en que el organismo no ha logrado mantener la paz y seguridad mundiales.
Tal situación ha facilitado el que otros países, incómodos o contrarios al sistema que desean cambiarlo, se hayan sumado a los desafíos, iniciado guerras de intensidad variable, que muchas se han prolongado largamente, así como otras que se han reactivado. Las tenemos a la vista y no es necesario entrar a mencionarlas. No ha sido casual. Bien sabemos que en gran medida son las debilidades las que causan muchos conflictos y atraen al más fuerte. No al revés. Si Rusia ha podido hacerlo sin consecuencias reales comprobables, más allá de los infinitos perjuicios económicos y sobre todo de pérdidas humanas, tropas diezmadas, deserciones, solicitar soldados de Corea del Norte y tantos otros efectos, amparado en una información siempre controlada y donde se hace imposible verificar nada, permiten aumentan la tendencia a imitarlo.
El compromiso con las normas vigentes y con el sistema de la Carta de la ONU, se ha debilitado. Los desafíos han proliferado y enumerarlos, lamentablemente ocuparía buena parte de esta columna. Ningún analista los ignora, tampoco la mayoría de los países. Cunden los conflictos y no alcanzan su solución a pesar del sistema creado. Acaso la reunión de los BRICS contribuye a las soluciones o, por el contrario, extrema las desavenencias y desafía el sistema vigente. Imposible de responder fehacientemente todavía, pero hay indicios.
¿Asistieron los líderes a Rusia para contradecir a Putin? No fue así, muchos por conveniencia y tener la posibilidad de proseguir con sus objetivos, sin impedimentos, aprovechando una alianza con Putin, que sigue incólume. Otros, para sacar ventajas de esta nueva dimensión que busca mayor autonomía de la ONU, sus normas y su sistema, apreciado como débil y demostrado inoperante respecto de los principales asuntos de paz y seguridad actuales. No pocos intentan una posición ajustada a sus intereses frente a las situaciones de crisis, y buscan hacerlo de modo diferente. O por los motivos que sean y que sólo podemos deducir. Es cosa de volver a identificarlos y no es demasiado difícil descubrirlos, pues tales conflictos siguen sin voluntad de solucionarlos pacíficamente, por sobre las normas imperantes.
Hay casos que están a la vista. China es suficientemente poderosa para buscar la ayuda rusa, pero necesita su alianza y del comercio internacional, manteniendo objetivos propios a los que no renuncia. India otro tanto y cultiva buenas relaciones con las potencias occidentales. Brasil procura incidir mundialmente, propone soluciones, pero no logra esos propósitos. Sudáfrica está inestable y necesita a los demás. Egipto más que nunca con Suez amenazado, y Arabia Saudita para mantener su predominio energético, como Malasia. Etiopía requiere mucha ayuda. Entre los postulantes hay algunos que necesitan de Rusia pues fueron antiguas Repúblicas Soviéticas. Los latinoamericanos son los más carenciados y sancionados. Cuba y Nicaragua con problemas enormes. Bolivia con sus políticos enfrentados rabiosamente. Y Venezuela, a pesar de que Maduro llenó de elogios zalameros a Putin, no obtuvo nada e hizo un triste papel. Prosigue en la ilegalidad para las verdaderas democracias occidentales. Estados Unidos está sólo abocado a una elección presidencial decisiva e incierta.
Pero hay una incógnita, la asistencia del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterrez. Concurrió sin un mandato expreso del Organismo y fue recibido por Putin. No hay certezas y veremos si informa. ¿Habrá olvidado las múltiples resoluciones que lo condenan? Ignoró que la Corte Internacional de Justicia, el órgano judicial principal de la ONU se declaró competente para conocer la invasión a Ucrania que acudió a la Corte en febrero de este año. Y que, por su parte, la Corte Penal Internacional emitió una orden de captura de Putin por crímenes internacionales. Resulta más que pertinente plantearlo. ¿Acaso su recuerdo de esa ilegalidad y violación del derecho internacional, que le habría representado, tuvo alguna consecuencias? Todo indica que ninguna. Una demostración más de que el “más alto funcionario administrativo de la Organización” (Art. 97 de la Carta), se apartó de sus obligaciones de cumplir únicamente lo que sus miembros le encomienden. Parecería una iniciativa propia, y borró con su presencia las tantas decisiones del organismo. En nada ha contribuido a solucionar la crisis de la institución. Por el contrario, la ha dejado en evidencia.
Putin puede anotar aliados con la Cumbre de los BRICS al dominar la reunión. No sería de extrañar que los partícipes, lejos de contribuir al fortalecimiento del papel de las Naciones Unidas, hayan aportado un elemento más a su irrelevancia e inefectividad, que podría agudizarse. Se han replanteado reformas a la Carta y al Consejo de Seguridad. No parecen probables, mientras los actores principales no varíen en sus posiciones.