Columna El Mercurio, 26.06.2022 Juan Pablo Toro V., director ejecutivo de AthenaLab
Con una nueva guerra azotando a Europa, la alianza militar que se constituyó justamente para impedirlas se reúne la próxima semana en Madrid, donde está previsto que se dé a conocer un nuevo “Concepto estratégico”, que debe guiar su accionar durante los próximos inciertos años.
La reunión que sostendrán los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) entre el 28 y 30 de junio tiene una importancia que va más allá de la guerra de Rusia contra Ucrania, lo cual explica que, por primera vez, se haya invitado a Australia, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelandia.
Las esferas de seguridad del Euro Atlántico y del Indo-Pacífico, aunque lejanas, se conectan fundamentalmente a través del rol crucial que juega en ambas Estados Unidos, como potencia militar desequilibrante en esta era competitiva. A esto se añade el comercio entrelazado y la presencia geográfica común de algunos miembros.
Por lo que se ha adelantado, se espera que la OTAN vuelva a poner como eje de sus prioridades el conflicto militar entre Estados, posibilidad que nunca dejó de existir, pero que se desplazó por la emergencia de amenazas no convencionales, como el terrorismo yihadista. Esto no significa que estas últimas vayan a dejar de existir e inquietar a su flanco sur.
De todas maneras, la OTAN asumirá una postura más frontal hacia Rusia: los países miembros que aún no cumplen su compromiso de gastar un 2% del PIB en defensa por fin tendrán que hacerlo, se reforzará aún más el flanco oriental (con equipos y patrullajes constantes) y se abrirá camino a la incorporación de Finlandia y Suecia, despejando la relativa oposición de Turquía. Es un escenario muy conocido para una alianza que por décadas contuvo el avance soviético en Europa.
Ahora bien, dado que el centro de gravedad del mundo ya se ha desplazado al Indo-Pacífico, también se hará patente la necesidad de asumir una posición respecto a China, que no solo es socio de Rusia, sino que además es un competidor estratégico de una talla mucho mayor y con ambiciones globales. De ahí la importancia de lo que puedan aportar a la conversación Jacinda Ardern de Nueva Zelandia, Anthony Albanese de Australia, Fumio Kishida de Japón y Yoon Suk-yeol de Corea del Sur (los últimos tres líderes, con muy poco tiempo en el poder).
La OTAN tiene tres tareas principales desde 1948: la defensa colectiva, el manejo de crisis y la seguridad cooperativa. En su ya cuarto “Concepto estratégico”, debiera identificar los desafíos militares y políticos (urgentes e importantes) que enfrenta y cómo sortearlos. Los líderes reunidos en Madrid tienen claro que otras regiones, como el Ártico, por ejemplo, también están sufriendo crecientes presiones geopolíticas.
En lo inmediato, no sería raro que el presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, no solo insista en su incorporación al bloque en la intervención que hará online, sino que además levante la sensible carta de la escasez internacional de granos que está fomentando Vladimir Putin con su última aventura bélica y la necesidad de aliviarla con un corredor marítimo seguro por el mar Negro. Un desafío real, concreto y riesgoso para la OTAN.
Por todo lo anterior, la alianza militar más grande y exitosa del mundo debiera tener un enfoque más global y no puede ser de otra forma. La cumbre de Madrid será seguida con atención más allá del espacio EuroAtlántico, porque de ahí también saldrán oportunidades. En las primeras décadas de los 2000, a Chile se le ofreció la posibilidad de ser socio extra-OTAN, pero se desestimó esa opción, que era vista como algo simbólico para un país que no tiene mayores inconvenientes para acceder a material bélico occidental y ya tiene relaciones profundas con varios de sus miembros. Pero era otro mundo entonces, donde la guerra entre Estados era una posibilidad muy remota y la competencia entre grandes potencias no estaba desatada.