Columna Diario de Mallorca, 20.07.2024 Jorge Dezcallar de Mazarredo, Embajador de España
El tiro en la oreja de Donald Trump en un atentado que también ha causado un muerto y dos heridos muestra hasta qué punto de insania puede llevarnos la creciente polarización política que viven nuestras sociedades, pues si Estados Unidos aparece con un caso extremo tras el asalto al Capitolio en enero de 2020, no es por desgracia un caso aislado y no hay que mirar demasiado lejos para ver cómo esa demonización del adversario político hace estragos en otros lugares donde «los buenos» niegan el pan y la sal a «los malos» que son los del otro bando. Y así nos va porque democracia es pactar para el bien común y no excluir al que piensa diferente.
A veces pienso que Estados Unidos es una sociedad enferma que reúne lo mejor y lo peor de todos nosotros, y me refiero tanto a su exitoso crisol cultural como a su vergonzosa segregación racial (no de derecho pero si de hecho) y al elevado porcentaje de armas en manos privadas al amparo de una enmienda constitucional adoptada cuando las Trece Colonias temían otro ataque británico y desconfiaban de los ejércitos regulares, y cuando la conquista del Oeste empujaba a los ciudadanos hacia territorios sin ley plagados de enemigos a los que sistemáticamente aniquilaron. Como hizo el presidente Andrew Jackson cuya efigie aparece en los billetes de veinte dólares y que fue el exterminador (hoy diríamos genocida) de los indios seminolas que habían vivido durante 300 años en Florida bajo la Corona española. Estados Unidos nacen de esa violencia y de la esclavitud y ambos legados siguen presentes hoy.
Allí han sido asesinados cuatro presidentes: Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy, pero en ninguno de esos casos el atentado contribuyó a dividir a la sociedad, sino que la unió por encima de las diferencias ideológicas en defensa de la convivencia, y esa es la gran diferencia con el actual intento de matar a Trump. ¡Su foto abandonando el estrado bajo la bandera americana con la cara ensangrentada y el puño en alto mientras gritaba «Fight!» le va a dar muchos votos en un país que, como decía Bill Clinton, prefiere «strong and wrong over weak and right».
Muchos Republicanos afirman que los Demócratas son culpables por decir que es un facha que pone en peligro la democracia y porque llevan tiempo tratando de inhabilitarlo, luego de condenarlo por «jueces corruptos» y ahora, dicen, pasa lo que pasa. Como afirma, por ejemplo, el senador Vance, un radical elegido por Trump como candidato a la vicepresidencia en la Convención Republicana celebrada en Milwaukee esta semana. El mismo Trump acusó hace unos días a los Demócratas de incitar al FBI a matarle (!). Según una reciente encuesta de la Universidad de California el 11% de los norteamericanos consideran que la violencia está justificada para llevar a Trump a La Casa Blanca, y el 21% cree que lo está para alcanzar objetivos políticos «importantes». Según otra encuesta, el 47% cree que otra guerra civil es posible durante sus vidas, lo que ya ha animado a Hollywood a hacer una película sobre el tema.
Este atentado polariza aún más a esa opinión ya tan dividida y ha favorecido que la Convención haya endosado la candidatura presidencial de Trump entre gritos de entusiastas que ven la milagrosa «mano de Dios» en su supervivencia tras un tiro que también lo es en la línea de flotación de un Biden cada vez más lejos de ser candidato Demócrata y que encima ha pillado el Covid. Si Dios ha tenido algo que ver en todo ésto, no cabe duda de que como mínimo es un bromista... con bastante mala uva.
Cinco presidentes del gobierno han sido asesinados en España: Prim, Cánovas del Castillo, Canalejas (tiroteado mirando libros, algo difícil de imaginar en los presidentes de nuestra democracia con la excepción de Calvo Sotelo), Dato, y Carrero Blanco, y también hemos tenido una terrible guerra civil donde los españoles nos matamos con saña como cuenta Chaves Nogales en A sangre y fuego. Así que no estamos para dar lecciones a nadie.
Afortunadamente, no podemos comprar armas con la facilidad que tienen los americanos. Por eso, cuando Biden ha condenado los disparos contra Trump, diciendo que lo sucedido no es propio de los americanos («is unamerican»), se equivoca. Esa violencia es muy americana y los políticos, por desgracia, a veces la fomentan en lugar de apaciguarla.