Columna Opinion Global, 26.07.2024 Juan José Arteaga, exembajador de Uruguay en Venezuela (1999-2004)
El próximo domingo, 28 de julio, Venezuela celebrará elecciones nacionales para elegir presidente de la República. De por sí, es un acontecimiento cuyo resultado afecta a todo el continente americano y no solo a Venezuela. No es una elección democrática en el sentido en que carece de todas las garantías que le niega el absoluto poder de la dictadura sobre el Poder Judicial, la Asamblea Legislativa, la Fiscalía y el Poder electoral que la Constitución reconoce como cuarto poder del Estado y es ejercido por un Consejo Electoral oficialista. Esto no es algo nuevo. Es una construcción de poder absoluto iniciada por el comandante Hugo Chávez a partir del año 2000.
También se eliminó la libertad de opinión clausurando todos los medios opositores, se eliminó la libertad sindical -debiera haber tomado nota el PIT-CNT y no hacerse los distraídos-, se persigue y reprime a los opositores, se ha probado la tortura y la muerte de muchos, los presos políticos, la ausencia de garantías en un país donde la arbitrariedad y la ausencia de la Ley es la norma. Cuando digo probado, es que todos estos abusos que han convertido al régimen venezolano en una de las más crueles dictaduras de América Latina han sido constatados por el organismo especializado de las Naciones Unidas, presidido por la ex presidenta de Chile, la Dra. Michele Bachelet.
La Venezuela moderna y democrática nació con el derrocamiento del Gral. Pérez Jiménez en 1958 y su funcionamiento se basó en un bipartidismo integrado por Acción Democrática (AD), socialdemócrata, y COPEI, de convicción democristiana.
Es imposible hablar de Venezuela sin referirnos a su principal producción, base de su economía y del Estado, el petróleo que se comenzó a explotar a principios del siglo XX, primero por empresas privadas y extranjeras y luego nacionalizado durante la primera presidencia del adeco Carlos Andrés Pérez. El gobierno tuvo la virtud al crear PDVSA (Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima) y de mantener los equipos técnicos y profesionales de primer nivel. Si tenemos en cuenta que Venezuela posee las mayores reservas de petróleo de América se explica que PDVSA se convirtiera, hasta que llegó la corrupción de los gobiernos de Chávez y Maduro en la empresa más grande y rica de América Latina.
Venezuela se convirtió en un petroestado y su suerte dependía del precio del barril de petróleo y éste, muchas veces, de los conflictos en Medio Oriente. Fue el ministro venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo el que creó en 1960 la Organización de Países Productores de Petróleo dando forma al mercado energético global.
Según un informe del NYT Venezuela ganaba por año alrededor de 90.000 millones de dólares por la exportación de petróleo, cifra que en 2020 había descendido a 2.300 millones de dólares, menos que el total de las remesas enviadas ese año por los millones de migrantes que debieron salir del país por el hambre, falta de medicamentos, inseguridad y persecución política.
Los levantamientos populares se sucedieron, primero con un carácter político, pero en la medida que el socialismo del siglo XXI, que en realidad era del XX, provocó una gran recesión económica, se fue convirtiendo también en una protesta social.
La revolución bolivariana creó un estado de beneficencia basado en la entrega de bolsas de alimentos básicos. De la gran riqueza del país eso era y es lo que llega a los más pobres y necesitados.
Es cierto que la sociedad venezolana era antes de Chávez una sociedad con grandes niveles de corrupción y es cierto que los partidos políticos también lo fueron. Con la consigna de eliminar la corrupción y repartir la riqueza ganó Chávez y asumió el poder en febrero de 1999. Fue una gran esperanza.
Su idea fundamental era convertirse en el líder de la izquierda antiimperialista en América Latina sustituyendo a Fidel Castro y, en ese camino, el petróleo fue su mejor arma política. Todos sabemos lo que sucedió luego de eliminar la autonomía del Banco Central y apoderarse de PDVSA. El dueño de la renta petrolera, sin límites ni controles, era el dueño del país. Lo primero que hizo con la renta fue corromper a los altos oficiales de las FF.AA., emprender una carrera armamentista, dejar robar a sus equipos y repartir dinero generosamente a países, partidos, gremios o grupos que fueran funcionales a su aspiración de liderazgo continental.
El descenso del precio internacional del petróleo, la hiperinflación, la nacionalización de tierras y empresas que al año se convertían en improductivas e inútiles no fueron capaces de suprimir la pobreza, todo lo contrario, subió al 80%.
Los jóvenes egresados universitarios fueron los primeros en emigrar por carencia de empleos, luego tomaron el camino los docentes universitarios con sueldos que iban de 30 a 60 dólares mensuales, los maestros, los obreros y en definitiva más de 7 millones de personas desesperadas por el hambre y la falta de futuro. Este año se cumplieron 25 años de dictadura chavista y lo que dejó a sus ciudadanos es un país en ruinas.
La oposición cometió innumerables errores. El primero, que recurrió a la abstención pensando que con ello deslegitimaba al régimen. Así perdió espacios de poder en los gobiernos locales y en la Asamblea. Reaccionó, se unió y logró el gran triunfo de 2015 cuando obtuvo la mayoría en la Asamblea. Maduro no se inmutó, desconoció al Poder Legislativo y el Tribunal Supremo asumió su tarea, que no era otra que cumplir con las órdenes de Maduro, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez.
Si un opositor ganaba en una alcaldía, el Ejecutivo le designaba un interventor al que entregaban los recursos presupuestales. Si un opositor ganaba el gobierno de un estado, buscaban un argumento seudo jurídico y lo destituían. Y si un líder opositor comenzaba a demostrar convocatoria popular, lo proscribían.
Es el caso, entre otros, de María Corina Machado que logró triunfar en las elecciones internas de la oposición. Debe recordarse que después del intento de golpe de estado contra Chávez de 2002 (otro grave error de la oposición, en este caso dirigida por una corporación de empresarios, dueños de cadenas de TV y algunos militares descontentos y no por los partidos políticos muy debilitados en ese momento), Chávez tomó conciencia que no había desarrollado nada que se pareciera a un programa social por lo que llamó a Cuba en su auxilio con sus médicos (programa Barrio Adentro), maestros, deportistas, seguridad, militares y servicio secreto a cambio de 100.000 barriles diarios de petróleo para la isla en crisis desde la caída de la Unión Soviética.
Douglas Bravo, el líder guerrillero de los 60 que permanece fiel a sus ideas y nunca adhirió a Chávez, en unas declaraciones realizadas en 2016 se le preguntó: “¿el gobierno de Maduro es de izquierda, derecha o neoliberal?” Y contestó: “Habría que ubicarlo como el gobierno de Chávez, es decir, un gobierno antipatriota, antinacionalista, violador de la soberanía nacional. Esa vieja izquierda que gobernó con Chávez y ahora Maduro es la nueva derecha de hoy”.
Este domingo el pueblo venezolano tiene la oportunidad de cambiar su historia de decadencia, odio, intolerancia, corrupción y su contracara la pobreza.
Las elecciones de los últimos veinte años han sido directa o indirectamente fraudulentas.
¿Qué hace que hoy pueda triunfar la oposición? Es cierto que la oposición se presenta unificada y que, por primera vez, su candidata surgió de unas elecciones internas con un apoyo abrumador. Pero lo más importante es que la resistencia de María Corina Machado ha logrado un apoyo en los sectores populares como nunca se había logrado. El pueblo está harto del autoritarismo, de los bajos salarios, de las familias rotas por la emigración de tantos, de la falta de rumbo y de esperanzas. En todos lados donde aparece María Corina trepada a un camión el pueblo sale a la calle a manifestarle su apoyo y esto a pesar de que el gobierno de Maduro está más represivo que nunca. Maduro está con miedo, ha perdido el control de un proceso electoral donde la dictadura pretendió determinar cuál o cuáles podrían ser los candidatos de la oposición. Les negó todo acceso a los medios de comunicación masivos, encarceló a los ciudadanos que dirigían la campaña de María Corina y ahora de Edmundo González Urrutia, les negó la posibilidad de alojarse en hoteles, detuvo a los dueños de los humildes restaurantes del camino donde se detuvieron a comer, encarceló a los dueños de los camiones y aparatos de audio y confiscó sus elementos de trabajo, bloquearon las carreteras para impedir que la caravana opositora llegara a destino. Mientras tanto, Maduro usa y abusa de los dineros del estado para realizar su campaña reeleccionista.
No son elecciones libres, equitativas, ni la oposición tiene garantías. Todos estos abusos antidemocráticos han sido denunciados al Consejo Electoral sin respuesta. Como todos sabemos, la respuesta del gobierno fue proscribir a María Corina Machado, ésta usó el derecho a designar una sucesora, la respetada profesora Corina Yoris que también fue proscripta ipso facto.
Feliz y oportunamente, la oposición había inscripto como candidato al diplomático Edmundo González Urrutia, un destacado dirigente opositor, inteligente, preparado, conocedor del mundo por su profesión que rápidamente logró el unánime apoyo de todos los sectores de oposición y el fundamental respaldo de la líder María Corina Machado.
Las encuestas independientes a pesar de la prohibición de hacer publicidad le han dado el 55% de apoyo, en crecimiento en otras encuestas al 70%.
A esta altura hay que aclarar las razones por las que una dictadura realiza elecciones. Maduro carece de escrúpulos y, reiteradamente, cuando la situación de crisis o el interés que los Estados Unidos levante parcialmente las sanciones que le aplicaron para presionarlo a la aceptación de una salida democrática, expresa su disposición al diálogo. Hubo varios, muy largo el de México, pero nunca cumplió lo acordado. Noruega trabajó denodadamente y contó con los apoyos de los Estados Unidos y la Unión Europea. El Acuerdo de Barbados, suscrito en octubre de 2023, acordó entre las partes elecciones “libres y justas”, a cambio del levantamiento parcial de las sanciones impuestas por los Estados Unidos, que ya he referido. El presidente Biden levantó algunas que habilitaban la inversión en la explotación petrolera, las restableció en abril de este año ante la falta de avances del gobierno venezolano cada día más represor con la oposición, pero dejó una puerta abierta buscando dar incentivos a Maduro para no frustrar las elecciones.
Cada día las amenazas crecen y la penúltima ha sido este anuncio que si la oposición triunfara estallaría una guerra civil y un baño de sangre. Lo dijo Maduro que ejerce de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
En este contexto se destaca la respuesta del presidente de Brasil, que fue tradicional aliado del régimen chavista, antecedente que le da mayor trascendencia. Lula expresó “Maduro tiene que aprender que cuando uno pierde se va. El que pierde se lleva un baño de votos, no un baño de sangre. Me asusté con esa declaración”, expresó Lula en una entrevista con corresponsales extranjeros a los que reveló que conversó dos veces con Maduro al que le dijo, que “tiene que aprender que cuando uno gana se queda y cuando pierde se va y se prepara para otras elecciones.”
También comentó que le expresó a Maduro que “si quiere contribuir a resolver el problema del crecimiento de Venezuela y la vuelta de los que se fueron, tiene que respetar el proceso democrático”. Cómo se puede ver, Lula le dio a Maduro una curso básico sobre lo que es una democracia y que ésta incluye el respeto al voto popular como expresión de su soberanía y la posibilidad de la rotación de los partidos en el poder.
A su vez, también debe destacarse la Declaración conjunta de los gobiernos de Uruguay, Argentina, Costa Rica, Guatemala y Paraguay sobre el actual proceso electoral venezolano en la que se exige “el inmediato cese del hostigamiento, persecución y represión contra activistas políticos y sociales de la oposición, así como la liberación de todos los presos políticos.” También se le recuerda al Gobierno de Venezuela que debe cumplir “estrictamente con los compromisos adquiridos con la oposición en los Acuerdos de Barbados” y respetar “los principios democráticos, así como con los derechos humanos y las libertades de todos los venezolanos.”
Las expectativas para el 28 de julio son muy grandes, pero hay que tener en cuenta que el gobierno puede recurrir, como ya lo ha hecho otras veces, a formas de presión sobre el electorado, sobre todo en lugares lejanos, incluso ha distribuido a su antojo arbitrario los circuitos con el fin de dificultar el acceso. También tienen un censo de los empleados públicos (a quienes obligan a asistir a los actos de Maduro) y de los beneficiarios de las bolsas de alimentos. Si no concurren voluntariamente a votar los van a buscar a su domicilio lo que pone a los ciudadanos entre la espada y la pared.
¿La dictadura reconocerá un triunfo opositor? Es la gran pregunta. Los venezolanos han sido y son los grandes protagonistas de esta coyuntura. La transición terminaría el 10 de enero, lo que la hace larga y peligrosa, el nuevo presidente asumiría con la Asamblea de mayoría chavista y todos los poderes en manos de representantes de la dictadura hasta el 2025. En realidad, una nueva transición comenzaría el 10 de enero. González Urrutia ha insistido que gobernará para todos los venezolanos y, tanto él como María Corina, han expresado su disposición a que la transición sea pacífica.
Por último, sea el resultado que sea, el caso Venezuela deberá ser seguido atentamente por la comunidad internacional y especialmente por los países de la región.
El hecho que Venezuela sea una dictadura aliada a Irán, Rusia, China y Cuba constituye un problema real para la integración y la cooperación regional y sobre todo para restablecer la democracia, el respeto a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional.
Si la oposición democrática triunfa debe ofrecer a la comunidad internacional la garantía que respetará el derecho de los derrotados y que establecerá un diálogo abierto a todos los partidos políticos. Y el régimen que actualmente en el poder debe aceptarlo y ser leal con la esencia de la democracia como lo es reconocer la voluntad del pueblo.
Los que conocemos Venezuela sabemos que Edmundo González Urrutia y María Corina Machado son una garantía de respeto a la Constitución y a la democracia.
El camino no estará libre de dificultades. Pero con el renacer de un pueblo capaz de asumir el desafío de su destino podremos unirnos a su himno nacional y exclamar con ellos, “Gloria al bravo pueblo”.