Columna Polisfmires.blogspot.cl, 26.01.2017 Fernando Mires, historiador y profesor (U. de Oldenburg)
No era solo parte de su campaña electoral. Dos días antes de asumir su mandato, el presidente Trump desató brutales ataques en contra de Angela Merkel, ataques que ella, fiel creyente de la razón diplomática, no respondió.
Como si hubieran obedecido a una orden, las agrupaciones neo-fascistas y nacionalistas que asolan Europa -Marine Le Pen a la cabeza, secundada por el “liberal” islamófobo Geert Wilders y la ultraderechista alemana Frauke Petry- reunidos en Coblenza (21.01) en una especie de cónclave internacional de los neo-fascistas del siglo XXl, acordaron hacer de Merkel el blanco de sus ataques.
“Europa necesita a Frauke y no a Angela” fue el grito del holandés Wilders. Y, después, una calculada provocación que provocó escalofríos entre los demócratas alemanes: “Ayer, una nueva América, hoy Coblenza y mañana una Nueva Europa”. La alusión positiva a la consigna de Hitler era inconfundible: (“Hoy nos pertenece Alemania, mañana todo el mundo”)
Desde Moscú y Estambul respectivamente, Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan tomaban notas.
Para el jerarca ruso, Merkel aparece como el principal adversario en un proyecto expansionista cuya realización pasa por la desintegración política de Europa.
Erdogan, convertido en dictador, ve también en Merkel el obstáculo para el proceso que llevará a Turquía a convertirse en una nueva edición del imperio otomano.
Por si fuera poco, las tres principales organizaciones de la izquierda radical europea, Podemos en España, Syriza en Grecia y Die Linke en Alemania, han convertido a Angela Merkel en objeto predilecto de agresión. Para esa izquierda, Merkel no es más que una representación moderna del “gran capital” internacional.
No deja de ser sintomático el hecho de que la dirigente del partido alemán Die Linke, Sara Wagenknecht, lance invectivas en contra de Angela Merkel, no desde Alemania, sino desde Russia Today, medio televisivo ruso al servicio de Putin. Más todavía: los periodistas han podido comprobar que las invectivas de Wagenknecht en contra de Merkel, sobre todo con relación al tema migratorio, han coincidido exactamente con las palabras pronunciadas por Petry desde la cada día más facistizada AfD.
Que Merkel sea el principal enemigo de neo-fascistas, derechistas e izquierdistas, es un hecho que se entiende de por sí. Merkel es la representación simbólica de una Europa unida y de los valores democráticos de nuestro tiempo. Más aún: de todos los gobernantes europeos, Merkel es la única en condiciones de crear una alianza sin traumas entre las corrientes principales de la política europea: la conservadora, la socialdemócrata y la liberal. Ya vimos como en España, la disyuntiva de apoyar o no a Rajoy llevó al despedazamiento del PSOE. No será menos difícil para la izquierda francesa apoyar al conservador Fillon en contra del peligro lepenista.
Tienen razón desde su punto de vista los neo-facistas y ultra-nacionalistas. Merkel es, para ellos, el enemigo principal. La enemistad declarada por Trump a Merkel obedece en cambio a razones algo diferentes.
El discurso del trumpismo no es una suma de imprecisiones “populistas” como suponen algunos observadores. Si se analiza cada discurso de Trump y no ponemos solo atención en sus gestos histriónicos ni en sus diatribas sexistas, podemos encontrar un hilo que nos conduce nada menos que hacia un cuerpo doctrinal cuyo fundamento es la sustitución de la razón política por la razón económica. Sustitución, léase; no determinación. (Sobre ese tema será necesario redactar muchas páginas en el futuro próximo).
Para el determinismo economicista (liberales y marxistas) la política está determinada por la economía. Para el trumpismo en cambio, la política es la economía. Y como es sabido, el eje del anti-discurso del trumpismo, vale decir, su principal enemigo, es el libre comercio y su representante política más activa, Angela Merkel.
Merkel, canciller de una nación que vive de sus exportaciones, es para Trump un enemigo natural. De ahí la perversa asociación que comienza a ser tejida entre el trumpismo americano y el neo-fascismo europeo, en todas sus variantes.
La orden tácita es una sola: disparar contra Angela Merkel. Lo están haciendo muy bien.