El conflicto en Ucrania como elemento de la lucha por un mundo multipolar

Columna
El Mercurio, 27.02.2024
Sergei N. Koshkin, embajador de Rusia en Chile

En El Mercurio del 24 de febrero se publicó el artículo del embajador de Ucrania en Chile con la versión ucraniana del conflicto en aquel país. Supongo que al público chileno le va a interesar lo que opinan los rusos al respecto.

Lo único en lo que estoy de acuerdo con el embajador es el año del comienzo de los acontecimientos. Efectivamente, el conflicto armado en Ucrania se inició en 2014. Pero no lo gatilló la autodeterminación de Crimea, sino el golpe de Estado protagonizado en febrero de 2014 por los radicales nacionalistas que —auspiciados por Occidente— le arrebataron el poder al presidente legítimo del país. Después vino la discriminación total de lo ruso y la afirmación de la supremacía absoluta de lo ucraniano, o sea, de la ideología del nazismo. A ello se opuso la población predominante de rusos étnicos y rusoparlantes del Este del país, denominado Donbás.

Bajo estas circunstancias los nuevos “gobernantes” de Kiev emprendieron férreas acciones militares contra estos ciudadanos ucranianos “de segunda categoría” tildados de “terroristas” y hasta “especies”. La guerra de Kiev contra su propio pueblo entre 2014 y 2022 se llamó Operación Antiterrorista. Dado el caso, quisiera llamar la atención a las recientes resoluciones de la Corte Internacional de Justicia de la ONU que desestimaron las acusaciones formuladas en la demanda de Ucrania de 2017, negándose a reconocer a la Federación de Rusia, y a las repúblicas de Donetsk y Lugansk como “agresores” y “terroristas”. Es la decisión judicial final de la ONU.

Distinto a lo expuesto en el artículo del representante ucraniano, la Federación de Rusia jamás fue parte de negociaciones de paz tripartitas que llevaron Kiev y las Repúblicas de Donetsk y Lugansk en el marco de los Acuerdos de Minsk. Rusia fungió como garante, igual que Alemania y Francia, cuyos líderes, como ellos mismos confesaron, no apostaron por el cumplimiento de los Acuerdos, sino por ayudar a Ucrania a ganar tiempo y fortalecer sus capacidades militares para apoderarse de Donbás. Con la ayuda de Occidente, Kiev logró esquivar el cumplimiento de todos y cada uno de estos Acuerdos aprobados —destaco— por el Consejo de Seguridad de la ONU.

Dejo sin comentar la grandilocuente retórica del artículo sobre supuestas victorias militares ucranianas. Los hechos en el campo de batalla hablan por sí mismos. Lo único que quisiera dejar claro es que la lucha armada allá se libra no tanto entre los rusos y ucranianos, sino entre Rusia y el poderío militar de toda la OTAN.

El embajador enumera correctamente los objetivos de la Operación Militar Especial. Y aunque los llama “falsos”, no presenta ni una sola prueba de tal falsedad. Al contrario, nombrar como objetivo de Rusia supuestas “conquistas territoriales” no puede sino dar risa a cualquiera que estudie el mapa y el atlas de las riquezas naturales de Rusia, el país más grande del mundo.

Luego, como era de esperar, viene la retórica sobre “amenaza rusa a la seguridad global” y “colapso del mundo contemporáneo”. Estos cuentos macabros también los dejo sin comentar.

¿Y cuál es la salida que se propone en el artículo mencionado? Se proclama que “el camino a esta paz justa y duradera pasa por ganar la guerra”. Menos mal que como salida no tan belicosa el embajador nos deja una opción: la notoria “fórmula ucraniana de paz”. Cualquiera que lea esta “fórmula” se dará cuenta de que es nada más que un conjunto de “ultimátums a Moscú” y no puede ser aceptada o siquiera sometida a discusión por Rusia.

¿Y de qué negociaciones podemos hablar si estas están estrictamente prohibidas por el decreto presidencial de Zelenski, dictado después de echar a la basura el acuerdo de paz ya aprobado por Rusia y Ucrania en Estambul en abril de 2022?

La dimensión global del conflicto la veo diferente de lo que opina el embajador ucraniano. En mi opinión, se trata de la confrontación entre los que quieren sustituir el Derecho Internacional por un así llamado “orden basado en reglas” —reglas que nadie ha visto escritas y las que el propio Occidente cambia cada vez a su gusto— y los que se pronuncian a favor de crear un mundo nuevo, realmente justo y equitativo donde cada nación será arquitecto y amo de su propio destino. Lo segundo están clamando cada vez más países. Esperamos que en este nuevo “concierto de naciones” habrá lugar también para una Ucrania verdaderamente inclusiva, desmilitarizada y desnazificada, lo que ahora no es.

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