El estallido social y la imagen exterior de Chile

Columna
El Mercurio, 16.11.2019
Mariano Fernández Amunátegui, ex ministro de RREE y militante DC

No es muy original sostener hoy que la imagen de Chile se ha deteriorado severamente. Basta recorrer los principales títulos de la prensa internacional en relación con nuestro país. Sin embargo, no se vislumbra claramente en nuestra opinión pública las razones de esta caída y menos aún sus efectos políticos y económicos.

En primer lugar, la sorpresa universal de que un país, cuyo Presidente lo declaraba un “oasis” continental, haya pasado en pocas semanas a una situación tal que el propio mandatario lo declaró en estado de “guerra”. A eso debe agregarse los efectos propios de la declinación sorpresiva de la organización de dos eventos de envergadura internacional como la cumbre de APEC y la COP25 sobre el medio ambiente.

Una segunda cuestión que contribuye a esta imagen de deterioro es que el movimiento social masivo y espectacular clama por justicia social, denunciando salarios y pensiones de miseria, así como el elevado costo de los medicamentos y negligencia y burocracia en los servicios de salud, a lo que se debe agregar el costo del transporte, el endeudamiento por las bajas remuneraciones y, por lo tanto, el pago casi imposible de los servicios, “en uno de los países más exitosos y desarrollados de América Latina”, resumen medios diversos.

No se debe subestimar la violencia vandálica como un factor de castigo a la imagen, con el agravante de que la policía —en un país con fuerte tradición militar— se haya visto desbordada y, al parecer, carente de una adecuada inteligencia.

Una contribución adicional es la que se empezó a vislumbrar con anterioridad y que ha explotado en estas semanas de eclosión social, cual es el radical desprestigio del mundo político, incluidos Gobierno, Parlamento, Poder Judicial, que siguen al de la Iglesia y los casos de corrupción en las FF.AA. y Carabineros; es decir, las principales instituciones del país han entrado en un vórtice de difícil escape y eso se está transmitiendo en detalle por los medios de comunicación internacionales.

Una cuestión gravísima desde el punto de vista internacional, aunque a algunos les parezca un hecho aislado (que de hecho no lo ha sido), es el vandálico ataque a la residencia de la Embajada Argentina. Este violento desaguisado deja muy mal puesta la imagen de Chile, y en especial de su gobierno, ya que no ha sido capaz de cumplir con las obligaciones derivadas de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas que en su artículo 22 prescribe: Nº 1 Los locales de la misión (diplomática) son inviolables y Nº 9 “El Estado receptor tiene la obligación especial de adoptar todas las medidas adecuadas para proteger los locales de la misión contra toda intrusión o daño y evitar que se turbe la tranquilidad de la misión o se atente contra su dignidad”.

Esta información puede que no tenga el impacto noticioso de los hechos mencionados precedentemente, pero es gravísima para la imagen de Chile. Todas la cancillerías del mundo han recibido la información y debe ser difícil de comprender que un Estado como Chile no haya sido capaz de dar cumplimiento a disposiciones tan claras y contundentes que, por lo demás, son fundamentales para garantizar la delicada tarea que es la diplomacia. La inviolabilidad no es decorativa; entre otras cosas, garantiza la inmunidad de los agentes diplomáticos, permite otorgar asilo a los perseguidos, como ya ocurrió en Chile, y, por lo tanto, la violación ocurrida en dos oportunidades nos deja en un pésimo pie frente a la comunidad internacional de naciones.

Si se desea mejorar en algo la imagen, es muy importante avanzar en la reforma constitucional, por razones internas y porque es un asunto seguido y observado por los medios y las contrapartes de Chile, imaginándose que acuerdos para la reforma calmarán los ánimos. En ese sentido, el histórico acuerdo para generar una nueva Constitución constituye un paso muy positivo en el mejoramiento de la imagen de Chile.

No obstante, el Gobierno no debe olvidar que el movimiento social, la movilización, incluida la violencia, demandan medidas urgentes y muy importantes para la gente, como ya lo hemos mencionado en párrafos anteriores. El anuncio formal y solemne y la ejecución pronta y eficaz de estas medidas serán una gran contribución a la paz social interna y, desde luego, a iniciar la recuperación de nuestra vapuleada imagen internacional.

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