El éxodo de venezolanos, una preocupación para toda la región

Columna
Clarín, 13.02.2018
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino
El 10%, de una población de 31 millones ya ha emigrado y el 60% de los hogares tienen un familiar en el exterior

La economía de guerra que sufre Venezuela y la próxima farsa electoral que intentará cimentar la dictadura, acentuará el desplazamiento masivo de venezolanos. El 10%, de una población de 31 millones, ya ha emigrado y el 60% de los hogares tienen un familiar en el exterior.

La cuestión de los refugiados venezolanos empieza a ser una preocupación de alcance regional que requiere solución, ya que prácticamente toda Latinoamérica alberga un número creciente de refugiados por el hambre, falta de salud y libertad. Los dos países más afectados son Colombia y Brasil. Ambas fronteras están colapsadas y al borde de la emergencia social. Lo mismo podría ocurrir en Panamá, Trinidad y Tobago o Ecuador. Otros, como Perú, República Dominicana y Costa Rica se encuentran en el límite de la capacidad de recibir inmigrantes. En la Argentina, por ejemplo, la presencia venezolana se duplico en el 2017.

La agencia de Naciones Unidas para los refugiados ha señalado que las solicitudes de asilo se han triplicado, salvo las que corresponden a Estados Unidos que se multiplicaron por 37 desde 2013. Esos datos por sí mismos sugieren la necesidad de una estrategia de apoyo internacional para asistir al tránsito, ingreso, inserción y asentamiento de los migrantes.

También en lo que hace al otorgamiento de visas humanitarias. Venezuela debería recibir cuidadosa atención de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el ACNUR. Hasta ahora no ha ocurrido con el énfasis suficiente aunque ambas oficinas en Caracas facilitan la movilidad de estudiantes y trabajadores calificados brindando pasaje aéreos internacionales y otros apoyos de asistencia.

Por el momento el éxodo ha sido en general de venezolanos con nivel educativo y algún tipo de recursos económicos. La crisis humanitaria pronostica un 2018 más complejo y delicado como lo demuestra el caso trágico de los balseros venezolanos. La próxima ola podría incluir a sectores más vulnerables. Es importante empezar a prever esa posibilidad para evitar las consecuencias no queridas que suelen afectar a muchos de los desplazamientos de población por falta de residencia, permisos laborales o de oportunidades.

El problema incluye a las comunidades indígenas que viven en las fronteras con Brasil y Colombia que han tenido que dejar los territorios de origen. Colombia, que alberga 800 mil venezolanos, estudia con Naciones Unidas instalar un campo de refugiados.

El alcance y las repercusiones del dramático fenómeno migratorio venezolano exigen la responsabilidad de actuar y que la cuestión sea de atención primordial de la próxima Cumbre de las Américas en Lima en concordancia con los pronunciamientos previos de la OEA en materia migratoria. Esto significa, entre otras cuestiones, la adopción de un programa de asistencia internacional más acorde con la emergencia que garantice el acceso de los refugiados y el principio de no devolución, otorgar derecho de asilo además de asistencia legal como seguridad alimentaria, servicios de primeros auxilios incluyendo los psicológicos que faciliten espacios integración.

También para evitar los riegos de xenofobia. Es igualmente importante que la Comisión de Asuntos Migratorios de la OEA (CAM), junto con la OIM y el ACNUR, con o sin el consentimiento de Nicolás Maduro, se aboque con urgencia a la crisis de los refugiados venezolanos incluyendo asistencia técnica a los países más afectados. Las personas que huyen de Venezuela necesitan apoyo, solidaridad y protección internacional. Las características humanitarias del tema no permiten mayor postergación en particular al tratarse de un país que fue de los más

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