El inescrutable Macron

Perfíl
La Segunda, 29.03.2021
Felipe Edwards del Rio

Los franceses se preguntan habitualmente, “¿qué es el macronismo?”

Pocos líderes han irrumpido en el escenario mundial con la rapidez y encarnando tantas contradicciones como las de el Presidente de Francia, Emmanuel Macron. Cuando inicia el último año de su mandato parece interesante examinar el caso de Macron con los numerosos giros de su vida que lo dejan como favorito para ser reelegido, así como paladín y principal promotor de la Unión Europea.

En 2017, a los 39 años, ganó lo que fue su primera campaña electoral de cualquier tipo, con un arrasador 66 por ciento de los votos, sobre Marine Le Pen. Ante divisiones en la izquierda y una investigación judicial del candidato de la derecha, Macron y el partido que fundó solo 13 meses antes de la elección presidencial, La République en Marche!, captaron una enorme porción de los votantes desde la centroizquierda a la centroderecha. Al mes siguiente también logró una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.

La conducta de Macron en el Palacio del Elíseo ha sido comparada con la de un funámbulo actuando sin red. Suele entregar largas audiencias, sin apuntes, en donde es capaz de explayarse sobre el pasado colonial de Francia, mostrar maestría sobre temas estéricos de gobernanza local o desmenuzar su visión del desafío estratégico que enfrenta Europa.

En octubre de 2019, tras el abandono de sus tradicionales aliados ideado por el expresidente de Estados Unidos, Macron asombró sus entrevistadores de The Economist al declarar que, en un mundo dominado por Washington y Beijing, la UE se encontraba “al borde de un precipicio” de perder su soberanía, y que el retiro de tropas norteamericanas y europeas de Siria constituía la “muerte cerebral de la OTAN”. No sorprenden tanto sus análisis como la estridencia para formarlos.

En variados temas, esa sinceridad no es fácil de encasillar, tal como no lo fue durante su campaña electoral. Prometió encabezar un cambio radical en la política nacional (su libro para los comicios se llamó “Revolución”), sin dejar claro a qué o quién representaba. Hasta hoy los franceses se preguntan habitualmente “¿qué es el macronismo?”. Según el exjefe de su partido, significa, ante todo, audacia y capacidad de tomar riesgos al decir la verdad a su país. La explicación no aclara mucho el asunto.

Lo que sí se sabe es que Macron demostró una extraordinaria osadía desde su adolescencia. A los 15 años se enamoró de Brigitte Auzière, una popular profesora de su colegio, de 39, casada, con tres niños, uno de ellos de su misma edad. Pese a la angustia que provocó en ambas familias, la pareja se unión tras la graduación de Macron del colegio, y se casaron cuando él tenía 29 años. Sobre la relación, escribió, “tuve un solo propósito y preocupación: vivir la vida que escogí con la mujer que amaba”.

Desplegó la misma determinación en su carrera universitaria y profesional. Recibió títulos de magister en Filosofía y Administración Pública previo a ingresar a la Escuela Nacional de Administración, cuna de cuatro presidentes y ochos primeros ministros galos desde su creación en 1945. Se destacó durante cuatro años en la contraloría del Ministerio de Finanzas y luego saltó al sector privado, al banco comercial Rothschild, donde, en un período similar, ascendió rápidamente y juntó tres millones de euros.

Con ese capital ingresó a la política, primero como asesor cercano al presidente socialista, François Hollande, y en seguida como el ministro de Economía más joven del último medio siglo. Pero Macron no tenía el carácter de un tecnócrata quitado de bulla que se esperaba de él. Ocho meses antes de la elección presidencial, no casualmente, Macron renunció a su cartera.

Consecuente con su indefinición ideológica, la personalidad de Macron se presta para múltiples interpretaciones. Muchos lo consideran arrogante. En 2019, su vocero no intentó negarlo: “El tipo tiene cuarenta años, es Presidente, es inteligente y probablemente guapo. ¿Qué le puedo decir?”. Otros, en cambio, estiman que su forma brutal para expresarse se confunde con soberbia.

En una nación con partidos tradicionales fraccionados y desprestigiados –no disímil a la nuestra–, Macron intenta conciliar lo inconciliable, tal vez más allá de lo verosímil. Sostiene que su perspectiva del universalismo galo (concepto que todos deben compartir ideales de libertad, igualdad y fraternidad) no contempla la asimilación de musulmanes ni la negación de diferencias, sino que aboga por “un pluralismo dentro de nuestro universalismo”. ¿No es pluralismo la aceptación de una pluralidad de doctrinas?

Al avanzar por su cuerda floja, entre el nacionalismo xenófobo y la postura de algunos socialistas de defender a rajatabla todos los beneficios estatales del pasado, Macron corre el riesgo de desplomarse por rachas de uno u otro de estos dogmas. Pero en una sociedad en la cual conviven tendencias revolucionarias y conservadoras –también como la nuestra–, su búsqueda de un equilibrio en el centro del espectro político ofrece la esperanza de una convivencia nacional.

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