El último sueño de Mussolini

Reportaje
MgMagazine, 30.08.2015
Piergiorgio M. Sandri

Durante la guerra, el dictador italiano se hizo construir un búnker secreto en su residencia en Roma. Pero, a diferencia de Hitler, nunca llegó a usarlo: su fin llegó antes, y las obras nunca se pudieron terminar. Por primera vez se han abierto al público los refugios secretos que guardaba el 'Duce' en su jardín doméstico. Y salen a la luz detalles poco conocidos de un periodo oscuro de la historia europea.

"Moriré como Julio César”. Esto solía repetir con su habitual fanfarronería Benito Mussolini ante las amenazas de un bombardeo de los aliados sobre Roma. Podría parecer pues que, de ser por él, se habría inmolado en la azotea del palacio del Gobierno, en Piazza Venezia, para enfrentarse al enemigo y a la lluvia de obuses. Pero la realidad es que Mussolini, en caso de ataque, pensaba esconderse y salvar el pellejo, como cualquier soldado asustado que ve de cerca el fin de la batalla.

Por primera vez se han abierto al público los refugios que el dictador italiano se hizo construir en su residencia privada. Y el relato del personaje y de los últimos días del conflicto bélico es bastante distinto del que se conocía hasta ahora.

El ‘Duce’ predicaba heroísmo, pero se hizo construir dos refugios y un búnker con el objetivo de resistir a los bombardeos

Emerge la figura de un Duce contradictorio. Un hombre de apariencias. Predicaba heroísmo, pero era el primero en buscar un lugar donde protegerse. Se hacía fotografiar con sus hijos y su familia para parecer un marido modélico, pero él y su mujer, Rachele, dormían en habitaciones separadas, y recibía a señoritas a escondidas en la casa del guardián.

Si hay un lugar donde se puede palpar todo esto es Villa Torlonia. Hoy es un parque muy agradable situado en el norte de Roma, en las afueras del bullicio del casco antiguo. Los niños juegan plácidamente en el césped y la mayoría de ellos desconoce que fue la residencia de Mussolini de 1924 a 1943.

El terreno, como el nombre indica, perteneció a la familia Torlonia, una de las poderosas de la historia de Roma. Una vez más, las apariencias. Mientras cara a la galería Mussolini presumía de esta finca y la usaba para impresionar a sus invitados (Marconi, Gandhi, los hermanos Lumière...), la cruda realidad es que no era su casa.

Teóricamente estaba de alquiler. Teóricamente, porque el contrato nunca se encontró. Dicen que pagaba una lira al año a Giovanni Torlonia jr., pero no hay pruebas.

Se sabe que los Torlonia quisieron mostrarse generosos con el dictador, que a cambio les recompensó con varios cargos en el régimen. De hecho, Giovanni siguió viviendo en un rincón del parque, en la estructura conocida como la Casa delle Civette, un edificio con tintes gaudinianos. Se rumorea que allí Torlonia llegó a celebrar reuniones de la masonería con ritos y celebraciones extrañas.

En Villa Torlonia, Mussolini paseaba a caballo, jugaba a tenis –dicen, obviamente, que nunca perdió un partido– y recibía a invitados de renombre. Al Duce le encantaba el cine, especialmente El Gordo y el Flaco y Charlie Chaplin (se desconoce si vio alguna vez El gran dictador). Y las películas de Disney.

En la mansión se instaló la primera sala de cine sonoro del país (también había tres televisores experimentales, mucho antes de que empezaran las retransmisiones). Cuando Italia entró en la autarquía, los dibujos de Disney fueron las únicas películas extranjeras que pudieron entrar en territorio italiano.

Cuando la situación bélica se agravó, el jefe del gobierno italiano pensó que necesitaba un refugio. Lo primero que hizo fue quitar el agua del estanque del parque para que los reflejos no llamaran la atención de la aviación. Los encargados llenaron el espacio de barro, pero Mussolini enfureció. Él, que quería pasar a la historia como el padre de las mejoras agrícolas, se indignó al ver como el parque se llenaba de mosquitos y ordenó a sus peones que recubrieran el espacio de madera y hojas.

Después buscó un lugar adecuado para esconderse. Eligió la antigua bodega de vinos de los Torlonia. Era un lugar inhóspito, angosto y húmedo. Sólo había un escritorio, un teléfono y un colchón. No estaba pensado para estar más que unas tres horas. Disponía de un sistema de ventilación muy avanzado para la época y protección contra los gases. Podía albergar hasta 15 personas. Tenía otro inconveniente: para acceder a él había que salir al jardín. Un recorrido de pocos minutos, pero incómodo y peligroso.

Así que en 1941 Mussolini optó por construir un segundo refugio, al que se accedía directamente desde la lavandería de la casa. Pero, una vez más, este espacio tenía otro problema: en el caso de que bombardearan la villa desde el aire, el Duce corría el riesgo de quedar bloqueado bajo los escombros.

Hay que tener en cuenta que desde 1942 existía un plan de los ingleses para deshacerse del Duce que preveía un bombardeo quirúrgico (como se diría hoy en día) desde el aire del palacio del Gobierno y de Villa Torlonia. El plan, conocido como operación Dux, salió a la luz en los años noventa, después de la desclasificación de unos archivos secretos.

De llevarse a cabo, el ataque se habría cargado gran parte del corazón histórico de Roma. Los generales ingleses insistieron, pero la cancillería británica no lo veía claro. El éxito no era asegurado y, en caso de fallar, se habría incrementado la popularidad del dictador. Winston Churchill apoyó esta tesis en una carta, que sólo incluía un lacónico comentario: “I agree”, (“Estoy de acuerdo”).

El peligro de bombas era real y, después de quedar impresionado por la vista del búnker de Hitler, el Duce quiso hacerse uno que estuviera a su altura. El presupuesto inicial fue de 240.000 liras, pero se duplicó hasta alcanzar el equivalente a 250.000 euros de hoy. En las excavaciones se encontraron restos arqueológicos, ánforas romanas, esqueletos, esculturas de mármol. Los tiempos de construcción se alargaron. Las paredes de hormigón tenían hasta seis metros de espesor. Podía aguantar el peso de bombas de seis toneladas. Se parecía casi a un refugio antiatómico.

Mussolini cogió manía a este búnker. Escribió en sus diarios: “Es curioso. Cuando los trabajos estaban a punto de concluir, mi aversión por el refugio aumentaba. Y no sólo por los gastos, que se habían duplicado, sino por algo oscuro que sentía en mí. Porque sentía que, una vez terminado, el refugio sería completamente inútil. No se habría utilizado. Debería haber escuchado la voz del subconsciente”.

Al final nadie escapa a su destino. Mussolini fue destituido en 1943. Lorenzo Grassi, de la asociación Sotteranei di Roma, explica que durante las visitas se hace escuchar el comunicado íntegro de la noticia que se retransmitió entonces por radio. Y que los más ancianos lloran de la emoción dentro del búnker.

Mussolini acabó fusilado en la frontera con Suiza en 1945. Su cadáver fue colgado de una gasolinera en Milán. El búnker, incompleto, sin puertas, sirvió para que los civiles encontraran cobijo durante la ocupación alemana. Luego cayó en el olvido. Hasta hoy.

¡Sálvese quien pueda!

En Roma constan hasta 315 refugios antiaéreos, todos construidos bajo la iniciativa de Mussolini. Eran lugares extremadamente inseguros. Se calcula que el 40% de los civiles que murieron por los bombardeos en Roma fallecieron atrapados en esos locales. En un discurso al Parlamento seis meses antes de su caída, el Duce reconoce de forma dramática que la red de refugios en la capital es precaria e insegura y que no puede garantizar la protección de la población e invita, textualmente, a los habitantes de Roma, “a escaparse por las noches hacia el campo” para huir de las bombas. Recomienda, en sustancia, una evacuación al estilo “sálvese quien pueda”. En Roma se encuentran también doce búnkers, en los subterráneos de los palacios del poder. Pero ninguno de ellos está activo, y algunos están en muy malas condiciones. Destaca uno por debajo de la estación de trenes de Termini que albergaba un centro de control ferroviario de emergencia para dirigir el tráfico en caso de ataque. Los bombardeos durante la guerra en Roma fueron lanzados por los aliados y causaron miles de muertos entre los civiles.

Túneles secretos del poder en Roma

Existen muchas leyendas sobre los túneles que guarda Roma. La más reciente es la que habla de un supuesto túnel de varios kilómetros que tendría finalidades exclusivamente militares y estaría reservado a altos cargos. Habría sido descubierto por error durante las excavaciones de una obra en 1997. Según informaron entonces los medios, los obreros fueron invitados a alejarse de la zona por hombres de uniforme. Desde entonces no se ha vuelto a saber nada del tema, y las autoridades desmienten oficialmente su existencia. El túnel aprovecharía estructuras medievales. Construido en 1941, habría sido restaurado en los años ochenta. Conectaría el Ministerio del Interior, el palacio del Quirinal, el palacio Chigi y el Ministerio de la Marina. Tendría dos carriles e iluminación nocturna.

Al margen de estas especulaciones, los mayores refugios militares hoy activos son los que se encuentran en el aeropuerto militar de Centocelle de Roma, donde hay un búnker antiatómico subterráneo capaz de albergar al gobierno y los mandos militares y, en caso de emergencia, otro cerca de la ciudad de l’Aquila de 38 hectáreas, donde se guardan las reservas del Banco de Italia.

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