Columna El Líbero, 06.09.2022 Verónica Munita, periodista
Si bien la gran preocupación de los británicos es la economía, la nueva primer ministro Liz Truss deberá enfrentar otros temas de más difícil solución y que podrían traer consecuencias en la unidad territorial del país.
Este 5 de septiembre no sólo Chile inició un nuevo camino político. Desde que Boris Johnson se vio obligado a renunciar a su cargo de primer ministro, los militantes del Partido Conservador estuvieron en proceso de elección de su sucesor o sucesora, que se conoció ese mismo día y que resultó ser la actual Canciller, Liz Truss.
La nueva primera ministra tendrá en su agenda muy difíciles desafíos. Porque si bien la gran preocupación que azota a los británicos es la economía, con una inflación histórica y un bajo crecimiento en comparación al resto de Europa, hay otros temas que deberá enfrentar de más difícil solución y que podrían traer consecuencias en la unidad territorial del país. Todo esto por efecto del Brexit.
El mayor escollo que enfrentó Boris Johnson cuando llevó adelante las negociaciones para sacar adelante el divorcio entre Reino Unido y la Unión Europea fue el Protocolo de Irlanda. Para la UE era fundamental no volver a instalar la frontera dura entre las dos Irlandas, como una forma de evitar un temido regreso de la violencia en ese sufrido país. Mucho costó llegar a ese acuerdo de Paz de Viernes Santo de 1998 en que eliminó esa frontera, lo que fue un paso importante para lograr la armonía entre ambos. Por eso, cuando se fijó la frontera entre la UE y Reino Unido post Brexit, se decidió que fuera en el mar que separa a Irlanda de Gran Bretaña, permitiendo que Irlanda del Norte siguiera gozando de los beneficios de ser parte de la UE, aunque también siguiera siendo miembro del Reino Unido.
Lejos de conformarse con esta solución, los unionistas de este país -protestantes que quieren seguir siendo parte de Reino Unido y que rechazan una posible reunificación de Irlanda- han rechazado este acuerdo. A tal punto, que en las elecciones parlamentarias de mayo en que el Sinn Feinn -partido católico que sí lucha por una reunificación- ganó las elecciones, pero debe gobernar con los unionistas liderados por el partido DUP que obtuvo el segundo lugar, no ha podido formar gobierno. Esto, porque el DUP se niega a ser parte de este si las autoridades inglesas no modifican el acuerdo del Brexit. Algo que se ve casi imposible.
Las tensiones incluso han producido situaciones de violencia que han hecho recordar esos días de enfrentamientos entre los católicos y los protestantes que no podían convivir en paz en Belfast.
Este conflicto político llevó a que Boris Johnson durante su gobierno presentara una nueva propuesta de frontera entre Irlanda y Reino Unido, que de alguna manera flexibilizaba la que se había acordado para cerrar las negociaciones del Brexit. Esta idea fue muy mal recibida en Bruselas, en donde no están dispuestos a cambiar las condiciones de lo ya pactado.
Es que para las autoridades inglesas, este tema es un verdadero zapato chino, porque si no logran convencer a la UE de encontrar una solución, el actual acuerdo podría llevar a que Irlanda termine por unirse como país nuevamente e independizarse de Gran Bretaña, como un efecto secundario no deseado del Brexit. Y que las tensiones entre pro-ingleses protestantes contra pro-irlandeses católicos puedan volver a instalarse en ese país, si no son capaces de convivir como culturas diversas.