Emmanuel Macron, el ave fénix del ‘Hollandismo’

Perfil
El Mundo, 24.04.2017
María D. Valderrama
  • Ha pasado de 'niño bonito' del Gobierno socialista a carismático líder de un movimiento que le ha aupado como a una estrella del rock. Tuvo una infancia perfecta y una carrera brillante

Emmanuel Macron. Jorge Arévalo

 

Macron, camino del Elíseo frente a Marine Le Pen

Hasta hace dos años y medio, nadie sabía quién era Emmanuel Macron. Quizás sea esta la única certeza de un personaje que apasiona y aburre a partes iguales, en una meritoria y sorprendente carrera ascendente hacia el Elíseo que, venida de la nada, ha conseguido plantarse como la más plausible.

Macron no ha cumplido los 40 . Sería el presidente más joven de la historia de la República y ya se reclama como heredero de los dos grandes personajes que han marcado el curso del país desde que los revolucionarios le cortaran la cabeza a Luis XVI: Napoleón y Charles De Gaulle. Dicho así puede parecer arrogante pero Macron ha debido recurrir a esta imagen de líder carismático -o de gurú y hombre providencial, como dicen sus enemigos- para agrupar entorno a sí a los fanáticos de su movimiento ¡En Marcha!. Para sus simpatizantes, el ex ministro es prácticamente una estrella de rock.

"Él nunca ha pronunciado estas palabras, pero en su discurso, convencido de que esta figura surge en tiempos complicados, él asume un rol de barquero, del hombre que ayudará a Francia a pasar de 40 años de crisis continua a una que asuma la modernidad", analiza François-Xavier Bourmaud, autor de Macron, l'invité surprise (Macron, el invitado sorpresa).

Estaba ya todo escrito el 21 de diciembre de 1977, cuando Emmanuel Macron llegó al mundo en el seno de una familia de clase media -sus padres eran médicos-, con la ardua tarea de borrar el dolor que dejó el fallecimiento del primer bebé del matrimonio, que casi acaba también con la vida de la madre. "Manu", como le llaman los suyos, fue un milagro. En un libro personal recientemente publicado, su propio padre reconoce que, a pesar de ser agnósticos, le llamaron Emmanuel, en hebreo "Dios con nosotros". Una infancia perfecta, un paso por la escuela del que aún se acuerdan sus profesores... en definitiva, una vida en busca de la perfección.

Emmanuel Macron, el niño precoz que está a un paso del Elíseo

El único traspiés vino a ser un romance con una profesora 24 años mayor que él que se convertiría en su esposa quince años después. Así, lo que comenzó siendo un dolor de cabeza para sus padres, que debieron soportar rumores y comentarios en la burguesa ciudad de Amiens, ha terminado siendo uno de los emblemas de la fuerza de carácter de Macron. Si nada le impidió rendirse en el intento de alcanzar el verdadero amor -marido y tres hijos de por medio-, nada ni nadie le impedirá llegar a la presidencia.

Desde que en abril de 2016, siendo ministro de Economía del Gobierno de Hollande, presentara su movimiento político "ni de izquierdas ni de derechas", Macron ha conseguido mostrarse como un soplo de aire nuevo. Tiene gracia viniendo de un personaje que ha seguido todo las escuelas por las que Francia obliga a pasar a sus élites. Desde Amiens, su brillante expediente le valió la entrada en el Lycée Henri IV de París, el mejor del país, mayoritariamente frecuentado por los niños bien de los distritos ricos de la capital.

Fracasó en dos ocasiones en sus intentos de acceder a la École Normale Supérieure, así que se centró en los estudios de Filosofía en la Universidad de Paris-Nanterre antes de diplomarse en el Instituto de Estudios Políticos de París y entrar en ENA, la Escuela Nacional de Administración, por donde pasaron Jacques Chirac, François Hollande, Valéry Giscard d'Estaing, Ségolène Royal, Michel Rocard, Alain Juppé, y un largo etcétera.

Los "enarcas", como los llaman con cierto desprecio Jean-Marie Le Pen y los suyos, tienen un futuro asegurado en la administración, aunque con cada vez mayor frecuencia se pasan al sector privado. Fue el caso de Macron, que fichó por Rothschild tras trabajar un par de años como inspector de finanzas e incluso participar en la "Comisión Attali", que asesoraba a Sarkozy como presidente en su intento de relanzar la Economía. Son estos quizás los primeros signos de ese eje transveral que ¡En Marcha! (por sus siglas EM, como su líder) reivindica porque, si bien es cierto que Macron no milita en el Partido Socialista, se adhirió temporalmente en 2006, durante el liderarzgo de Royal, aprovechando una oferta especial que no llegó a renovar.

 

El paso por la empresa privada como reivindicación

En un país en el que la mayoría de líderes políticos trabaja en ello desde hace 30 años (Fillon o Mélenchon, son algunos ejemplos), a Macron le gusta reivindicar su paso por lo privado como un gesto de apertura a otros mundos. Su trabajo en Rothschild, al que entró 10 días antes de la caída de Lehman Brothers, consistía puramente en especular. "Eres una especie de prostituta: tu trabajo es seducir", dijo en una entrevista al 'Wall Street Journal'. Seduciendo, consiguió uno de los acuerdos más sonados en 2011, al comprar por 11,8 billones de dólares la rama de alimentación infantil de Pfizer para Nestlé, lo que le hizo ganar 2,8 millones de euros.

Lo dejó por la política. Hollande le contrató como consejero económico, responsable de gestionar las conversaciones internacionales en los peores momentos de crisis de la Eurozona. Pero para Macron, las reformas de Hollande no eran suficientes. Dejó el puesto frustrado, dispuesto a crear su propia start-up y ser profesor en la London School of Economics. En esos momentos, el quinquenato del socialista vivía uno de sus momentos más duros: sus ministros de Economía y Educación, Arnaud Montebourg y Benoît Hamon, se revoltaban contra el inicio de las políticas de austeridad. Valls les invitó a irse, el partido comenzaba a dividirse más que nunca, y Hollande llamó a su delfín para ofrecerle la cartera Economía. Tenía 36 años.

Su medida estrella, la llamada ley Macron, que promulgaba una liberalización de ciertos sectores, permitía la apertura de tiendas los domingos y abría el comercio de líneas de autobuses de largo recorrido -en Francia, estas distancias solo se cubren con trenes-, levantó ampollas y después de 200 horas de debate parlamentario, Valls decidió hacerlo pasar a golpe de decretazo. Sus más cercanos dicen que fue ahí cuando Macron, decepcionado por la falta de diálogo, comenzó a pensar en crear su propio movimiento, que llegó finalmente en 2016, acaba de celebrar su primer año de vida.

Por aquel entonces, el entorno de Hollande ya le avisaba de la traición que se avecinaba, pero el presidente, cegado de orgullo ante la que consideraba su mayor obra, no quiso verlo. Hasta el pasado mes de agosto, siguió siendo ministro.

Cuando anunció su candidatura a la Presidencia, nadie veía cómo podría ganar. Ahora, con el apoyo del 'hollandismo' (Valls, uno de sus peores enemigos en el Gobierno, incluido), del centro y de parte de la derecha moderada, es uno de los favoritos al Elíseo. El único, según los sondeos, que vencería en todas las posibles opciones de la segunda vuelta.

Su programa social es socialista, pero en lo económico es un liberal empedernido, algo menos que Fillon pero mucho más de lo que Hollande se haya atrevido a hacer estos últimos cinco años, con los izquierdistas de su partido continuamente en rebelión. Le reprochan su falta de claridad y sus múltiples contradicciones. A Macron se le puede escuchar pidiendo un aumento de los impuestos sobre el diésel después de decir que tampoco hay que tomarla con el gasoil. Un día dice que las 35 horas no bastan y después promete no tocarlas. De ahí que haya dejado la presentación de su programa para el mes y medio anterior a la elección y que sus mítines tan solo sea una sucesión de gritos místicos y promesas del paraíso. "Estilo Steve Jobs", señala Bourmaud.

Sin embargo, a día de hoy, y en una campaña marcada por el populismo y los altos riesgos para el status quo europeo, Macron se presenta como el candidato más lógico; el hombre que quiere acceder al Elíseo tras una lucha educada contra los populismos - "No, no les chifléis. Nunca. No nos unirán los chiflidos", pide a su público-: el niño bueno, el hijo perfecto. El siguiente paso obligado en la carrera de un joven que nació y creció creyendo tener un destino.

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