ÉpocaRadical: Julio Philipi en los años 30. La formación de un servidor público

Columna
El Demócrata, 08.05.2016
Alejandro San Francisco, historiador (Oxford), profesor (PUC) e investigador (CEUSS)

Julio Philipi (1912-1997) fue un hombre universal. Con intereses múltiples, una capacidad intelectual superior, una formación bastante completa en distintos ámbitos, que dedicó parte importante de su vida a servir a Chile a través del mundo privado y público. También fue conocido por su interés en los temas de ángeles y demonios, de lo cual no solo escribió, sino que se cuentan además muchas anécdotas. Su vida se encuentra muy bien tratada en la excelente biografía de René Millar, Pasión de servicio. Julio Philippi Izquierdo (Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005).

Sus padres fueron Julio Philippi Bihl y Sara Izquierdo. Él era luterano y ella era católica: fue esta última la formación que recibieron los seis hijos de la familia, mientras el papá finalmente se convirtió al catolicismo. Julio hijo asistió al Liceo Alemán, de la Congregación del Verbo Divino, que había sido fundado en 1910. Como señala René Millar, en el colegio “se consolidó su inquietud religiosa, su interés por el conocimiento científico y por la filosofía”, en un ambiente marcado por muchos profesores que a la vez eran sacerdotes.

En 1930 ingresó a estudiar Derecho en la Universidad Católica de Chile. En el país, gobernado por Carlos Ibáñez del Campo, ya se sentían los efectos devastadores de la crisis económica mundial. Monseñor Carlos Casanueva dirigía la UC con gran dedicación, y aunque la institución tenía un crecimiento progresivo, era todavía pequeña y con pocas carreras, los alumnos no llegaban a tres mil. En Derecho había unos trescientos alumnos, de los cuales cincuenta eran del curso de Julio Philippi, entre ellos apenas dos mujeres. Al igual que en el colegio, el joven destacó como un alumno brillante.

En 1932 viajaron los Philippi viajaron a Alemania, que se encontraba a las puertas de que Adolf Hitler llegara al poder. El motivo era luchar contra la enfermedad que sufría su papá. Si bien fue un momento de gran crecimiento cultural, expresó su preocupación por la situación alemana, como expresó en un artículo en revista REC, donde señalaba que en el país sería conducido a “una dictadura de derecha, antisocial y reaccionaria, a una dictadura que empeorará la situación” (citado por Millar).

Como muchos en su época, manifestó tempranos intereses en la organización social corporativa, mientras manifestaba su rechazo tanto al liberalismo como a los totalitarismos: el comunismo, el nazismo y el fascismo. En su memoria de grado también se distanciaba de los ideales liberales y socialistas, mientras reivindicaba el ideario corporativo. Su matriz intelectual se ubicaba en la doctrina social de la Iglesia Católica, que recientemente había visto la publicación de la encíclica Quadragessimo Anno (1931), de Pío XI. En la misma línea se inscribe la participación de Philippi en la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos. Después también dictó conferencias en la ANEC, junto a otros destacados hombres de su generación, como Jaime Eyzaguirre, Manuel Antonio Garretón y Jaime Eyzaguirre, entre otros que recuerda Jorge Gómez Ugarte en Ese cuarto de siglo… (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1985).

Como muchos jóvenes de entonces, participó de las iniciativas de una activa juventud católica. En 1935 participó en un congreso que la juventud católica celebró en Valparaíso, donde expuso sobre el espíritu de la acción social de los católicos. El texto se reprodujo después en la revista Estudios, que dirigía Jaime Eyzaguirre. Ahí Philippi manifestaba la importancia de la solidaridad, la necesidad de recristianizar a los trabajadores, de mejorar su situación económica, así como el valor de los estudios y de una sólida formación religiosa.

Se integró también a la Liga Social, uno de los grupos de católicos más interesantes de aquellos años. En 1933 integraban la directiva de la institución Alfredo Bowen, Francisco Castillo, Jaime Eyzaguirre y el propio Julio Philippi, quien ejercía de secretario general. Después llegaría a ser Presidente, con una vasta actividad que destaca Millar: cursos para dirigentes obreros, organización de círculos de estudios en barrios populares, conferencias en parroquias y colaboración en revistas. Ahí desarrolló temas como “El Estado Totalitario” o “¿Qué es el Estado corporativo?”, de acuerdo a sus propios intereses y a los temas propios de esa década. A diferencia de otros jóvenes, que ingresaron al Partido Conservador o que luego siguieron en las filas de la Falange, la Liga Social se mantuvo al margen de la política, posición que mantuvo el propio Philippi. Esto les costaría a los jóvenes numerosas críticas, por permanecer al margen de “la acción”, que se estimaba tan necesaria en medio de las dificultades crecientes en Chile y el mundo.

El joven —como otras figuras— recibió la influencia del padre Fernando Vives Solar, sacerdote jesuita que a quien recordaba décadas más tarde en una entrevista: “Fui discípulo de él antes de ingresar a la Universidad. Era un tipo criollo especialísimo: turnio, feísimo; pero dotado de una extraordinaria simpatía personal. Poseía un notable don para captar a la juventud y hacerla partícipe de su afán por el progreso social de Chile” (entrevista en Societas, N° 2-3, 1991).

En una conferencia de 1937 presentó su visión sobre un tema de gran actualidad en esos años: “Apostolado social y acción política”. Era un tema que ya lo había ocupado en diversas ocasiones y sobre el cual cifraba las mayores esperanzas de una sociedad mejor, basada en los principios cristianos y que permitiera acercarse a la justicia social, que era un anhelo compartido por muchos jóvenes. En esa ocasión destacó:

“En suma, como cristianos debemos tener ante todo una conciencia clara de nuestra misión en el mundo: somos la sal de la tierra, somos una raza de escogidos, y en todo momento cualquiera que sea nuestra actividad, debemos cumplir con esta misión de portadores de la buena nueva. Y este apostolado es necesario que se ejerza en todo aquello a que Dios nos ha llamado: en primer lugar en el ambiente que nos es propio, en nuestras obligaciones; en seguida, cerca de las clases más necesitadas tanto de bienes materiales como espirituales; y también, a su debido tiempo, en el campo político” (reproducido en “Escritos y documentos de Julio Philippi”, en Estudios Públicos N° 74, 1999, editado por Arturo Fontaine T. y Lucas Sierra).

Todo un símbolo de los fascinantes años 30.

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