Errores del Mariscal Santa Cruz

Columna
El Diario (Bolivia), 16.08.2016
José Alberto Diez de Medina, historiador y miembro de la Sociedad Bolivariana de Bolivia

La trayectoria del mariscal Andrés de Santa Cruz ha sido muy efectiva y admirada en su Gobierno, y dentro del Protectorado de la Confederación Perú Boliviana. Ha sido una de las mejores administraciones del gobierno de Bolivia, pues en su gestión la República alcanzó los mayores grados, tanto en el orden militar como en el económico.

Bolivia de l830 a 1839 fue una potencia militar y económica en Sudamérica, muy temida por sus vecinos, en especial por Argentina y Chile. Naturalmente, todos estos logros fueron gracias a la labor, pericia e inteligencia del Mariscal, admirado en todos los ámbitos políticos y militares del continente.

Sin embargo, se debe señalar los errores que cometió el Mariscal, muy pocos frente a la magnitud de su grandeza. Todo ser humano necesariamente yerra algunas veces en sus actitudes, sin ser por eso motivo de reproche, o mala actuación.

En la batalla de Zepita, el 23 de agosto de 1823, entablada contra el Generalísimo Jerónimo Valdez, ganada por Santa Cruz cometió éste una retirada desastrosa, pese a las advertencias del Gral. Sucre, perdiendo hombres, bagajes, equipo y armamento, ante el aviso de refuerzos españoles para Valdez.

Encontrándose interinamente al mando de la República del Perú, rechazó la orden del Libertador, a través del mariscal Sucre, para la anexión de Arica y Tacna a la República de Bolivia, pese a que el pueblo en general tanto de Tacna como de Arica lo había solicitado, mediante representaciones y memoriales, a través de sus autoridades.

El 7 de febrero de 1836, como Presidente y Protector de la Confederación, después de la Batalla de Socabaya, entre los presos peruanos se encontraba el Gral. Salaverry, quien comandaba el ejército peruano. Era una persona joven, sana, admirada y estimada en todo el territorio de la Confederación y más aún, amigo muy cercano del General Miller, quien prometió respetar su vida a tiempo de arrestarlo, dirigiéndose a Santa Cruz, manifestándole el deber de cumplir esa promesa. Pero el Mariscal sometió al Gral. Salaverry a un Consejo de Guerra, disponiendo su fusilamiento; causando esta actitud una repulsa entre los miembros de la Confederación, tanto peruanos como bolivianos, afianzando los recursos del peruano Agustín Gamarra.

El ejército chileno, al mando del Gral. Blanco Encalada, invadió los territorios de la Confederación, llegando hasta las inmediaciones de Arequipa, presentando batalla en el lugar llamado Paucarpata, pero viendo la magnitud y fuerza del ejercito confederado, se rindió ante el Mariscal. Éste en pro de una paz duradera, firmó un tratado de Paz y Amistad duradero con Chile, respetando a la soldadesca y oficialidad chilena, embarcándolos, con bagajes y armamento, hacia su tierra.

No respetando el Tratado de Paz, más tarde el Gobierno chileno envió un ejército al mando del Gral. Manuel Bulnes, que desembarcando en territorio confederado, invadió el mismo. Después de varias escaramuzas, el ejército chileno se estaciono en la localidad de Yungay el 18 de enero de 1839. El ejército boliviano estaba al mando del Mariscal Santa Cruz, quien fue advertido por el Gral. José de la Trinidad Morán, para disponer el inmediato ataque a las fuerzas chilenas, que se disponían establecer su cuartel general, en plena lluvia. El Gral. Morán por tres veces insistió en disponer el inmediato ataque, respondiendo el mariscal Santa Cruz: “Mañana, Morán, mañana”. Al día siguiente el ejército chileno con mayor número de combatientes se encontraba en estado de apronte, derrotando el ejército confederado.

Confiar en el doctor Casimiro Olañeta, nombrándolo su Ministro de Relaciones Exteriores, y su delegado como Ministro Plenipotenciario en Santiago, ante el Gobierno chileno, resultó un completo fracaso, premeditado.

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