Política demócratacristiana y Canciller federal de Alemania.
Nacida en Hamburgo con el apellido de Kasner, siendo hija de pastor luterano y de profesora de latín e inglés. Angela tiene dos hermanos más jóvenes (Marcus e Irene) y, al poco de nacer, su padre recibió un pastorado en la República Democrática Alemana (RDA). Fue, sucesivamente, militante de la Juventud Libre Alemana y las Juventudes Comunistas de la RDA. A los 23 años, se casó con el físico Ulrich Merkel (1977), de quien toma su apellido actual. Tras divorciarse (1982) se casó en segundas nupcias (1998) con el catedrático de química berlinés Joachim Sauer. No tiene hijos. Fue estudiante de Física en la Universidad de Leipzig (1973-78), doctorándose (1986) con una tesis sobre química cuántica titulada y obteniendo una calificación de «sobresaliente».
No ingresó a la política sino hasta después de la caída del Muro de Berlín (1989), siguiendo una trayectoria política consistente y meteórica: militante del micro partido Despertar Democrático o DA después absorbido por la CDU (1989), miembro de la Dieta Federal de Alemana (1990-2013 y 2013-), ministra de la mujer y juventud (1991-94), presidenta regional de la CDU en Meclenburgo-Pomerania (1993), ministra de medio ambiente (1994-98), secretaria general (1998) y presidenta de la CDU (2000-), y Canciller federal de Alemania (2005-).
La primera política demócratacristiana proveniente del Este del país (RDA) y la primera mujer Canciller de Alemania, Merkel mostró una tenacidad admirable en la lucha por el poder desde que fuera elegida secretaria general de su partido a los 45 años de edad. Durante el cataclismo que sacudió a la CDU por donativos ilegales (las cajas negras), que se llevó por delante al heredero del Canciller Kohl en la presidencia del partido (Wolfgang Schäuble) y que permitió la elección de los socialdemócratas (Schroeder), su ambición política prevaleció sobre el respeto que profesaba a su mentor (Kohl la llamaba "La Muchacha"). Si bien siguió el consejo de éste de ganar y preservar el poder a través de la dominación del partido, también mantuvo su proverbial desconfianza hacia los "barones" occidentales enquistados en los engranajes burocráticos. Indiferente a los cuchicheos maliciosos, a veces aventados por compañeros del partido, de quienes la minusvaloraban por ser mujer, ossi y, aún peor, divorciada y viviendo en concubinato con otro hombre, pero sobre todo por ser, a sus ojos, una paniaguada del todopoderoso y patriarcal Kohl, Merkel fue consolidando su posición en la CDU y ganándose la confianza de algunos de sus pesos pesados, con lo que se aseguró un trampolín para nuevos ascensos.
Esta política trabajadora, tenaz, austera, también discreta, tímida y con un toque de sufridora, en la mejor tradición luterana, que habría modelado su estilo taciturno bajo la influencia del régimen prusiano-estalinista de Walter Ulbricht y Erich Honecker en la RDA, pudo concretar sus intenciones políticas cuando fue reelegida triunfalmente presidenta de la CDU y consagrarse como líder indiscutible con la reputación de mujer implacable.
A la Merkel se le reconoce un "liderazgo inteligente", uno que le ha permitido asegurar un tercer mandato de gobierno tras unas elecciones federales ganadas por la CDU con fuerza arrolladora, hasta acariciar la mayoría absoluta. Para transmitir autoridad, Merkel, ajena a los lapsus, las anécdotas pintorescas y los escándalos personales que suelen afectar a otros compañeros de profesión pero que tampoco desconoce el discurso voluble, no depende del lenguaje de las formas y los gestos, pues su liderazgo poco o nada debe a convencionalismos políticos como pueden ser el carisma, la telegenia o la avidez mediática. Más relevancia adquieren las palabras en público, pues su oratoria, aunque monocorde y frugal, y a despecho de su exquisita corrección formal, se ve enfatizada por unos sonoros nein que en los últimos tiempos, en relación con Europa, han ganado frecuencia e intensidad.
A lo largo de su carrera, esta mujer de presencia sobria y lacónica pero con un recorrido entre obstinación y paciencia, se ha hecho valer sobre todo a través del trabajo interno y con la falta de complejos en unos ambientes de poder básicamente masculinos. En casa, su jefatura tranquila ha descansado en la habilidad para congraciar o equilibrar los intereses contrapuestos de las diversas familias políticas que han sustentado sus gabinetes de coalición. Estas son los socialcristianos (CSU, el partido hermano de la CDU en Baviera), los socialdemócratas (SPD, socios de la gran coalición de 2005-2009), los liberales (FDP, a los que los comicios de 2013 han barrido del Bundestag) y los barones regionales de su propio partido. Al mismo tiempo, y al frente de un partido avanzando como en una montaña rusa, Merkel ha mostrado una rara habilidad para apropiarse de ideas de otras formaciones y practicar políticas transversales de corte centrista.
Con respecto al rol de Alemania en la UE, Merkel ha seguido una dinámica de consignas, directrices y, prácticamente, órdenes directas que canaliza en las altas esferas y que vienen pautando la accidentada construcción europea, junto con una estrategia comunitaria, muy conservadora, para escapar de la peor crisis económica y financiera de su historia. La supremacía de la economía alemana y el envidiable estado de las cuentas nacionales están detrás de la convicción cardinal de la Canciller: sin disciplina fiscal a rajatabla y saneamiento financiero, no puede haber confianza en el euro ni cimientos para crecer y crear empleo.
Tenacidad e inflexibilidad, en lo esencial de sus planteamientos, avenencia y pragmatismo en aquellas otras cuestiones consideradas no cruciales, y un enfoque europeo que suscita interpretaciones contrapuestas, desde las que apuntan al genuino federalismo económico hasta las que hablan de egoísmo y de "nuevo nacionalismo alemán", son algunos de los rasgos asociados a la llamada Ángela la Grande. En todos estos años, al margen de los vaivenes electorales experimentados por su formación, la dirigente germana ha sabido preservar unas altas cotas de popularidad entre sus paisanos, la mayoría de los cuales aprecia su firmeza en Europa y su gestión de la crisis, mientras que de puertas afuera las reacciones que suscita se miden más bien en términos de respeto, perplejidad o irritación.
Hoy, la Canciller alemana se muestra como carismática, como la líder europea más poderosa y como una de las mujeres más conocidas del mundo. Es una dirigente si se quiere de bajo perfil, pero que enciende los ánimos cuando se involucra en algo. Transpira una mezcla de amor-odio por la figura de la hija del pastor protestante del Este que ha llegado a gobernar los designios de toda Europa y cuya influencia global sigue creciendo día a día. Su manejo de los medios de comunicación, su gran capacidad para gestionar consensos con otros grupos políticos, su habilidad como negociadora, y sus estrategias para mantenerse en el poder desde 2005, son algunas de sus múltiples virtudes políticas.
Pero también hay críticas: el fotomontaje de una portada de Der Spiegel ("El Espejo") de la Merkel rodeada de oficiales nazis frente al Acrópolis, cuyo titular ‘La superpotencia alemana’, generó harta polémica en Alemania. El referido semanario de corte liberal critica la estrategia de la Canciller, su retórica y su estética del poder, en fin ha mantenido una campaña contra la austeridad financiera a ultranza, que ocultaría una suerte de represión macroeconómica de Berlín sobre una Europa germanizada y perpleja ante la crisis financiera. Las condiciones draconianas para un tercer salvataje a Grecia tiene como cara opuesta de la moneda el reclamo griego por las indemnizaciones que debería Alemania en reparación por crímenes de guerra. Antes, desde el otro extremo del espectro político, el conservador The Economist, en un suplemento especial (Germany and Europe: The Reluctant Hegemon), había planteado que la recuperación de Europa pasaba por una Alemania asumiendo un mayor liderazgo. Es decir, palos por qué bogas y no bogas.
Al final, al por qué el electorado alemán ha llegado a tal grado de identificación con la Merkel como personaje político, se responde simplemente "porque los protege".
Artículo:"Angela"
Merkel se ha convertido en una líder, alguien que no tiene miedo de saltarse las reglas cuando constata que son inútiles e incluso contraproducentes
Ahí la tienen. Discreta pero todopoderosa. Sencilla pero eficaz. Ha ganado tres elecciones. Se ha librado de los liberales y logrado convertir a los socialistas en comparsa. Ha conseguido liderar Europa sin que nadie se atreva a oponerse a ella. Todo pasa por la mesa de su despacho. Nada ocurre sin su consentimiento, nada ocurre con su oposición. En sus manos estuvo la decisión sobre si el euro sobreviviría o si Grecia debía marcharse de la eurozona. Nadie representa mejor que ella lo logrado por la Alemania unificada: 25 años después de la unificación, Berlín es el socio indispensable.
Pero una crisis se ha cruzado en su camino. Es la crisis de los refugiados sirios. Unos dicen que tomó la decisión en términos puramente emocionales, dejándose llevar (por una vez, señalan sus críticos) más por los principios y el sentido de la decencia que por un análisis coste-beneficio. Otros, también críticos, dicen que tomó la decisión con la frialdad que le caracteriza, atendiendo a las necesidades demográficas y laborales de Alemania. Quédense con la versión que prefieran: da igual. El hecho es que, por una vez, Merkel no sólo se saltó las reglas sino que las dinamitó al anunciar que acogería a los refugiados que llegaran a Alemania sin reparar en cuál fuera su país de tránsito. Y frente a las críticas, de Hungría pero también de sus socios bávaros y otros Gobiernos, preocupados por el efecto llamada de sus declaraciones y el auge de los ataques xenófobos, Merkel respondió desafiante: “No voy a disculparme por ofrecer una cara amable en una situación de crisis”, dijo.
Dicen que Merkel se ha vuelto humana. Pero no es eso. En lo que se ha convertido es, por fin, en una líder, alguien que no tiene miedo de saltarse las reglas cuando constata que son inútiles e incluso contraproducentes. Eso le ha granjeado problemas en casa, pues son muchos los que no comparten su visión sobre cómo gestionar esta crisis. Y la ha hecho vulnerable en Europa, pues depende de otros para que su política triunfe. ¿Angela tiene problemas en casa y depende de los demás para lograr sus objetivos? Bienvenida a la realidad.
Columna El País, 14.10.2015 José Ignacio Torreblanca
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