Felipe González juega a la ruleta rusa y gana: treinta años del referéndum de la OTAN

Opinión
Expansión, 08.03.2016
Tomás López Morales

El sábado 12 de marzo se cumplen 30 años del referéndum de la OTAN, en el que el entonces presidente del Gobierno tuvo que expiar sus pecados de juventud jugándose su futuro político con un plebiscito en el que se impuso por la mínima.

"Tú decir que si te votan, tú sacarnos de la OTAN. Tú convencer mucha gente. Tú ganar gran elección, ahora tú mandar nación, ahora tú ser presidente. Y hoy decir que esa alianza ser de toda confianza, incluso muy conveniente. Lo que antes ser muy mal permanecer todo igual, hoy resultar excelente. Hombre blanco hablar con lengua de serpiente". La letra de Cuervo ingenuo, cantada por Javier Krahe y Joaquín Sabina, resume perfectamente el estado de ánimo de la izquierda a mediados de los 80. Felipe González les había engañado. En 1982 había arrasado en las elecciones generales, con la oposición rotunda a la OTAN como una de sus armas electorales y la promesa de someter la permanencia de España en esa organización a un referéndum. El referéndum lo convocó, pero con el pequeño detalle de que pasó a defender que España tenía que quedarse en la OTAN. La pirueta le salió bien, aunque años después afirmó que ese referéndum fue el error más grande de su carrera política.

Para analizar qué pasó aquel 12 de marzo de 1986, cuando el sí en el referéndum de la OTAN se impuso con el 53,09% de los votos, hay que viajar a un mundo muy diferente, aún más lejano de lo que indican los 30 años transcurridos. El planeta estaba dividido en dos bloques, y sus capitales eran Washington y Moscú. Desde los acuerdos de Franco con Eisenhower de 1953, España estaba del lado de Occidente, pero, precisamente por herencia del antifranquismo, en la España democrática el antiamericanismo gozaba de muy buena salud entre la izquierda. Y el presidente Suárez coqueteaba con el bloque de los no alineados, una pintoresca tercera vía donde entraban desde la Yugoslavia de Tito hasta la Argentina de los militares.

Cuando cayó Suárez, su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo, se dejó de excentricidades y aceleró el proceso para la entrada definitiva de España en la OTAN, aprobada por el Parlamento con el apoyo de la UCD, la derecha de Manuel Fraga, CiU y el PNV. Fue en octubre de 1981. Un año después, Felipe González arrasaba en las elecciones, el mismo Felipe González que había definido la OTAN como "una superestructura militar implantada por los americanos para garantizar la supervivencia del sistema capitalista".

Florentino Portero, profesor titular de Historia Contemporánea en la UNED y analista de política internacional, cree que al llegar a Moncloa Felipe González aprendió rápido una lección: la Comunidad Económica Europea (CEE) y la OTAN eran las dos caras de la misma moneda, de tal forma que sería muy difícil entra en el primer club si se salía del segundo. Y España, en eso no cabía ninguna duda, tenía que ser parte de la CEE. La realidad le fue ganando el pulso a los clichés ideológicos, y González fue trenzando la tela de araña que le permitiría salvar la cara. Para empezar, conformó un equipo más centrado que el que le había rodeado en la oposición, con nombres como Narcís Serra ("no es casual que fuese nombrado ministro de Defensa", recuerda Portero) y Miguel Boyer. Fernando Morán, ministro de Exteriores y más a la izquierda, fue perdiendo capacidad de influencia, hasta que fue sustituido por Francisco Fernández Ordóñez, que venía de la UCD. Mientras tanto, cerrando el círculo, España firmaba su entrada definitiva en la CEE el 12 de junio de 1985, que se hizo efectiva el 1 de enero del año siguiente. La asimilación de España como una democracia liberal más recibió su más importante espaldarazo, por lo que el divorcio con la OTAN resultaría, llegado el caso, aún más dramático.

¿OTAN SÍ O NO? ACLARE LA PREGUNTA

Se acercaba el referéndum y quedaba por ver la última jugada de González para lograr el triunfo: la redacción de la pregunta, un texto enrevesado, confuso y algo tramposo. "¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?" Esos términos eran tres: no participar en la estructura militar de la organización; no permitir que pisasen suelo español armas nucleares, e ir reduciendo la presencia militar de Estados Unidos en España. El sí daba via libre total al Gobierno; el no daba lugar a interpretaciones equívocas. En el colmo del malabarismo lingüistico, en la papeleta no aparecía la palabra OTAN, sustituida por Alianza Atlántica, de resonancias menos negativas.

A pocas semanas de la celebración del referendo, "Felipe González tiene enfadada a toda su izquierda y a toda su derecha; por eso parece que va a perder", recuerda Portero. La izquierda del PSOE reacciona con rapidez, y se moviliza mediante diferentes plataformas sociales, sindicales y políticas, en las que participaron personalidades de todo tipo, desde Imanol Arias a Francisco Umbral, pasando por Rafael Alberti, José Luis Garci, Nicolás Sartorius o Antonio Gala. La derecha, por su parte, "tenía la impresión de que González había cometido un error y ahora pretendía que se lo solucionase Fraga". Pero Fraga, que, como sus votantes, creía en la OTAN, decidió irse por la tangente y pedir la abstención en el referéndum. González respondió forzando todavía más la máquina, insinuando que, si ganaba el no, dejaría el Gobierno.

Le salió bien. "El votante de derecha votó pensando en la OTAN. El votante de izquierda, en mantener en el Gobierno a los suyos", resume Portero. "Primó el apoyo al Gobierno", coincide Sartorius, hace 30 años uno de los fundadores de IU y hoy vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas, de la órbita del PSOE: "Hay que tener en cuenta la ausencia de opciones fuertes, a la derecha y a la izquierda, frente al PSOE. Supongo que muchos votaron con la nariz tapada".

El espaldarazo recibido en el referéndum fue tal que González decidió adelantar unos meses las elecciones generales, de octubre a junio, básicamente para aprovechar el aturdimiento de la derecha. Aunque perdió algo más de un millón de votos respecto a 1982, el PSOE volvió a ganar con mayoría absoluta, y en aquellos comicios de 1986 empezó a manejarse un concepto que en pocos meses se convertíría en un lugar común: el techo de Fraga. El resultado de la derecha en esa elecciones (25% de los votos, 105 escaños), con el PSOE a la baja y el ascenso a tercera fuerza del CDS de un fugazmente resucitado Adolfo Suárez, dejaban claro que Fraga jamás llegaría al Gobierno. Alianza Popular iniciaba un via crucis (defenestración del secretario general Jorge Verstrynge, breve liderazgo, o algo parecido, de Antonio Hernández Mancha, dimisión de ida y vuelta de Fraga...) que los tuvo muy entretenidos hasta 1989, cuando José María Aznar fue nombrado nuevo líder.

La OTAN, hoy: un instrumento poco útil.

A la izquierda, el referéndum fue el galvanizador de la creación de Izquierda Unida, nacida como consecuencia de la crisis del PCE, y en la que ya mostraba maneras, desde Andalucía, un joven alcalde llamado Julio Anguita. España se mantuvo en la OTAN, y solo cinco años después, en 1991, Felipe González colaboraba sin muchos remilgos con la Administración Bush en la primera Guerra del Golfo. De la propia OTAN, por cierto, queda ya poco: "Ya no es una Alianza, sino un lugar para discutir", lamenta Portero. La UE tiene sus propios mecanismos de defensa, pero no sabe o no quiere activarlos, algo que también apena a Sartorius. ¿Es un problema de talla política, los líderes mundiales de hoy son peores que los de hace tres decadas? "La talla política la dan las circunstancias", responde Sartorius con escepticismo. Hace 30 años, todas esas circunstancias (una oposición débil, un liderazgo indiscutible y el deseo de la sociedad española de integrarse como uno más en Occidente) jugaron a favor de Felipe González. ¿Cualquier tiempo pasado era mejor? Cualquier tiempo pasado es muy diferente.

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