Francia, las religiones y la libertad de expresión

Columna
El Mercurio, 19.11.2020
Roland Dubertrand, embajador de Francia En Chile

Francia se ha visto enfrentada desde el mes de octubre a un desencadenamiento de violencia hacia ella, cuya cronología es importante recordar: el 2 de octubre, el Presidente Emmanuel Macron pronunció un discurso en la comuna de Les Mureaux donde anunció la decisión de combatir los “separatismos religiosos” y en particular el islamismo radical; el 16 de octubre un joven profesor, M. Samuel Paty, fue asesinado por un fanático porque mostró a sus alumnos en clase las caricaturas de Mahoma hechas por el periódico satírico “Charlie Hebdo”; el 24 de octubre, el Presidente turco condenó a Francia por defender las caricaturas y llamó al boicot de los productos franceses, llamado que fue seguido de diversas manifestaciones, así como demostraciones de odio y de violencia en ciertas partes del mundo musulmán; el 29 de octubre, un terrorista islámico mató a tres personas en la Basílica Notre Dame de Nice.

¿Cuál es el significado y el desafío de estos eventos que han dolorosamente afectado a mi país?

La defensa de la libertad de expresión: Los ideales de la Francia contemporánea vienen de la filosofía de la Ilustración y de la Revolución de 1789: fundaron un espíritu democrático del cual las libertades de los ciudadanos son un componente primario, en particular la libertad de conciencia y la libertad de expresión. Los defensores de la República lucharon arduamente para lograr la aprobación de la ley de 1905 de separación entre el Estado y las religiones, momentos en que la fe católica era la religión oficial del país. La laicidad ha permitido que las religiones vivan sus vidas libremente sin poder influenciar el Estado y, de manera simétrica, que el Estado, que es neutro desde un punto de vista religioso, no pueda intervenir en la vida de las religiones.

En Francia, la libertad de expresión no es sin límites y estos están fijados por ley. Un principio importante es que los creyentes, entre otros, no pueden ser ofendidos o atacados como individuos por su fe, pero los sistemas de creencias, como las convicciones políticas, pueden ser criticados e incluso caricaturizados. Los franceses han luchado por la crítica libre, que es la prerrogativa del sujeto pensante y autónomo. Seguimos haciéndolo en los foros internacionales, donde algunos países quisieran introducir la condena de la blasfemia como norma de Derecho Internacional.

El mismo Presidente Emmanuel Macron en una entrevista el 31 de octubre a la cadena Al-Jazeera ha declarado que entendía que muchos musulmanes pudieron sentirse ofendidos por las caricaturas irreverentes hacia su profeta. Pero la libertad de conciencia y la libertad de religión protegen también, como los otros, a los musulmanes en Francia y les permite practicar libremente su religión.

El diálogo con las religiones: Es un error creer que la laicidad francesa es hostil hacia las religiones. Ella considera simplemente que el Estado debe ser neutral, mientras que la sociedad misma está animada por distintas creencias y convicciones. Puedo asegurar que el gobierno francés es respetuoso de las religiones y ha privilegiado siempre el diálogo con ellas, en particular para garantizar la aplicación práctica de la libertad de religión. En Francia, las asociaciones de culto se benefician de un estatus favorable para cumplir sus misiones y el Estado mantiene un diálogo regular con, entre otros, la Iglesia Católica y el Consejo Francés de Culto Musulmán. El islam es hoy la segunda religión de Francia, con una estimación de alrededor de cinco millones de musulmanes.

Francia sostiene igualmente contactos regulares con las autoridades religiosas extranjeras y, como lo pude resaltar en el libro “Geopolítica de las religiones”, escrito con Blandine Chelini y Valentine Zuber en 2019, el país sabe que los actores religiosos pueden ser determinantes para lograr la paz y la reconciliación en muchos conflictos, aunque algunos, por otro lado, fomenten la violencia.

Francia está en la primera línea en la lucha contra el terrorismo yihadista internacional, que revindica el islam para justificar la violencia más inédita y desatada. El país luchó, codo a codo, con sus aliados, contra Daech en Siria e Irak y continúa esta lucha en Malí y el Sahel contra los islamistas violentos. Y el significado profundo del discurso realizado en Les Mureaux es que dentro de nuestras fronteras lucharemos no solo contra los terroristas, sino también, con los medios de la ley, contra los islamistas radicales que rechazan las reglas de la República y quieren formar unas “contra-sociedades” aisladas de la comunidad nacional. No dejaremos que lo hagan.

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