Carta El Mercurio, 19.03.2023 Carlos Klammer Borgoño, embajador (r)
Se nos fue un grande. Conocí a Jorge en la década de los 60 en la Cancillería. Cuando fue destinado como ministro consejero en Lima, le compré mi primer auto, un Mini Cooper.
Premio Cervantes y embajador de carrera del Servicio Exterior de Chile, fue un valiente, el primer intelectual de izquierda que se atrevió a denunciar la dictadura cubana, siendo representante de Chile en la isla, en su famoso libro “Persona non grata”.
Un gran cronista, género literario escaso en las letras chilenas, al igual que Edwards Bello.
Arrendaba una sencilla casa en Zapallar y pasaba los veranos en compañía del Pato Balmaceda. Regularmente visitábamos al excanciller Gabriel Valdés en su acogedora casa en Canchagua, y antes de llegar siempre advertía al “Patito” que hasta ahí no más llegaba nuestra participación.
Ambos se peleaban la palabra contando miles de anécdotas y entretenidísimos cuentos. Entre ellos uno que es digno de mencionar. Encontrándose Jorge Edwards junto a Neruda la noche previa a la elección presidencial de 1970 que ganó el candidato de ambos, Salvador Allende, sorpresivamente el vate interpela a Jorge y textualmente le dijo: “Jorge, si ambos fuéramos verdaderamente responsables deberíamos votar por Alessandri, cualquiera de los otros dos candidatos que llegara a ganar, Chile sería un volcán en erupción”.
Le pregunté entonces a Jorge que por qué no lo contaba, y me respondió “porque nadie me creería y además me echaría toda la izquierda en contra”. Entonces me comprometí a contarlo cuando Jorge Edwards ya no estuviera más entre nosotros.
