Kast y Brasil

Columna
El Líbero, 21.11.2025
Fernando Schmidt Ariztía, embajador ® y exsubsecretario de RREE

Las elecciones presidenciales del domingo 14 de diciembre no están ganadas, aunque una sensación de optimismo recorre nuestro ánimo y provoca una temprana sensación de cambio, que se alimenta también por el nuevo súper ciclo mundial del cobre y de otros minerales, y el auge de la inversión. Falta aún el empuje final, ante el cual no deben fallar las fuerzas del candidato ni de quienes le apoyamos, y tampoco la creatividad, adaptación y renovación de las ideas, además de un profundo realismo ante el desafío de poner a Chile, nuevamente, en el lugar que le corresponde en la región y en el mundo.

Tuve el honor de servir como embajador de Chile en Brasil en dos ocasiones durante los mandatos del expresidente Piñera y, aunque sería una petulancia dármelas de experto, algo conozco de ese fascinante, rico, multifacético y complejo país.

En marzo del 2026, cuando asuma como presidente de la República José Antonio Kast, como espero, Brasil seguirá gobernado por Luiz Inácio Lula da Silva, un histórico animal político de fino olfato ideológico que se extiende hasta donde se topa con su alto sentido de lo pragmático, es decir, con el interés de Brasil. En este contexto, no creo equivocarme al afirmar que reconocerá de inmediato que, aunque sus simpatías ideológicas se alinean con Gabriel Boric, Yamandú Orsi, Pedro Sánchez o Gustavo Petro, el brasileño se puede entender bien con Kast, el presidente de Chile. No se va a equivocar. Lula conoce como nadie los límites de lo posible al vivir en minoría en ambas cámaras del Legislativo y en los gobiernos de los estados. No se arruga en pactar más a diestra que a siniestra, con círculos empresariales o de poderes locales. Hasta Donald Trump, y antes que él George Bush, ambos supuestamente en sus antípodas, han sentido el encanto del brasileño. Sólo con Milei el acercamiento no ha funcionado por los desplantes del argentino.

Al finalizar este 2025, Lula ha logrado un ascendiente sobre el conjunto de la izquierda brasileña que eclipsa cualquier alternativa en ese sector de cara a las presidenciales de octubre del 2026. Es la carta más probable como candidato a una reelección representando al Partido de los Trabajadores (PT), aunque queda casi un año para las elecciones y no es seguro que las vaya a ganar.

La más reciente encuesta del prestigioso Instituto Quaest, le da a Lula una ventaja de 3 puntos sobre el ex presidente Jair Bolsonaro, actualmente en prisión domiciliaria e inhabilitado para presentarse. Su ventaja es de 5 puntos respecto de otros eventuales candidatos “bolsonaristas”, como los gobernadores de São Paulo y de Paraná. La distancia se amplía algo más si llega a competir con los jefes de gobierno de Minas Gerais, Goias o Río Grande do Sul, de diversas tiendas políticas de centro y centroderecha. La diferencia es todavía mayor con respecto a una figura alternativa del “clan Bolsonaro”. En otras palabras, hoy día la posibilidad de que el “bolsonarismo”, en un sentido muy amplio, llegue al poder en Brasil en 2026 es más lejana que la de Lula, pero real. Todo dependerá, sin embargo, de un 54% de votantes a los que no les gusta la polarización, que están preocupados más bien del empleo, la salud, la seguridad o el costo de vida. Son ellos los que inclinarán la balanza a partir de resultados y no de consignas.

Sean cuales fueren las posibilidades del “bolsonarismo”, un eventual futuro gobierno de José Antonio Kast es de escasos cuatro años y no puede esperar a que decante la política interna de ese país, con la inauguración de una nueva administración en Brasilia el 1 de enero del 2027. Si no actúa, iría contra nuestros propios intereses. Brasil no es solamente el principal destino de nuestras exportaciones en la región y tercero a nivel mundial; es el principal receptor de la inversión chilena en el mundo; es el país que sostiene nuestra industria turística; es un lugar natural para la formación de encadenamientos productivos, y nuestra obligación es defender nuestros intereses y crear redes de confianza desde el primer día de la administración Kast.

Brasil es el mayor país sudamericano desde un punto de vista territorial, poblacional, económico, de recursos naturales y capacidad de innovación de América del Sur. Es el único que en la región tiene una verdadera interlocución con las grandes potencias y una fuerte presencia en organismos internacionales que, desprestigiados y todo, seguirán siendo necesarios para diversos objetivos clave de países de tamaño medio, como Chile, necesitados de reglas claras de aplicación universal.

Por lo mismo, pienso que, desde el primer momento del mandato, el presidente debe mostrar la voluntad para expandir los vínculos con ellos, sin anteojeras, inmediatamente después de restaurar, con sentido de urgencia, la dañada relación presidencial con Argentina y Estados Unidos. El “bolsonarismo” duro y fanatizado (que no es mayoritario) tendrá que entender que los intereses de Chile son permanentes y trascendentes, y que la diferencia entre un ideólogo y un estadista existe, es irrenunciable, ineludible, y que Kast la conoce y debe representar.

Con Brasil debemos trabajar conjuntamente una potente agenda de seguridad de cara al desafío del crimen organizado en Chile y en la región. No es menor el hecho de que ellos cuenten con herramientas para intervenir militar pero legalmente en lugares peligrosos, como las Garantías de Ley y Orden (GLO). El propio Lula las ha usado. Últimamente, el Gobernador de Río de Janeiro usó una orden judicial para enfrentar con un alto costo de vidas humanas dos barrios extremadamente violentos de esa ciudad y no dejó de ser sorprendente que, según AtlasIntel, un 55,2% de los brasileños aprobaron aquella operación o que, entre los habitantes de favelas en todo el país, ese apoyo escaló al 80,9%. En otro orden de cosas, no son despreciables las herramientas legales y técnicas con que cuentan las FF.AA. brasileñas para vigilar una franja de su propio territorio fronterizo a través del Sistema Integrado de Monitoramento de Fronteiras (SISFRON); o estudiar los pros y contras que ha tenido la Operación Acogida, orientada a regularizar la inmigración venezolana (principalmente).

Con Brasil debemos involucrar más a las regiones chilenas del norte, beneficiadas por el futuro corredor bioceánico, en una estrategia-país que aproveche de verdad la oportunidad de convertirnos en suministradores de servicios y generar encadenamientos productivos. Del mismo modo, el sector privado chileno que invierte allí son nuestros mejores consejeros para ampliar nuestras relaciones y redes en Brasil, y para que actuemos con particular énfasis en los cuatro estados brasileños donde estas inversiones tienen una presencia determinante.

Dado que necesitamos una diversificación de mercados, debemos fortalecer la presencia de Prochile e InvestChile en Brasil y aprovechar, tanto cuanto sea posible, las extensas redes brasileñas en África. Debemos priorizar Sao Paulo, ciudad pivote en América del Sur, distante a tres horas y media de Santiago, sede de los principales liderazgos políticos y empresariales del país. El Consulado General allí, dependiente de Brasilia, debe tener más rango, responsabilidad, exigencias, así como gastos de representación equivalentes a los de una embajada.

Durante la próxima administración de Kast, el desafío será hacer de esta relación una vinculación estratégica para Chile con la mirada puesta en el largo plazo, enfocada en nuestras prioridades actuales, lejos de cualquier pretensión ideológica, útil para nuestro desarrollo, integrada al esfuerzo inversor de nuestras empresas y esa tarea empieza en diciembre, no en marzo.

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