La batalla de Rodríguez Elizondo

Columna
El Líbero, 12.09.2022
Sergio Muñoz Riveros, profesor de Literatura, analista político y columnista
El Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales denunció la paternidad de Evo Morales y García Linera sobre el injerto plurinacional en el texto de la Convención

Un factor determinante del triunfo del Rechazo, quizás el principal, fue la extendida conciencia de que la propuesta constitucional de la Convención representaba un riesgo para la continuidad de la nación, la integridad del territorio y la vigencia del Estado unitario, lo que se vinculaba por supuesto con la supervivencia del régimen democrático.

La plurinacionalidad fue vista, con razón, como una amenaza de división que podía empujarnos a una fractura dolorosa e irreparable. Podía haber dudas sobre diversos asuntos, pero de ninguna manera respecto de que Chile era una sola nación, y que era inconcebible crear otras once dentro del territorio. Los actos de desprecio hacia los símbolos nacionales agudizaron la inquietud frente a lo que podía sobrevenir.

Nadie alertó con mayor lucidez y energía sobre esta amenaza que José Rodríguez Elizondo, que puso su talento y sus conocimientos al servicio de una causa que era trascendental para el futuro del país. Se puede decir que el abogado, periodista y escritor, respetado académico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2021, se convirtió en soldado de una batalla que consideró política y éticamente insoslayable. Expresión de ello fueron sus vibrantes alegatos en la prensa, la radio y la TV, su incansable denuncia de la paternidad de Evo Morales y García Linera sobre el injerto plurinacional en el texto de la Convención.

En plena campaña del plebiscito, vio la luz su libro “Vía Constitucional a la revolución” (AthenaLab, julio/2022), que reúne textos publicados en medios de Chile, Perú y Bolivia, la mayoría de los cuales se concentra en el análisis de las derivaciones de la revuelta de octubre de 2019. Es revelador que el libro se abra con un artículo publicado en El Mercurio el 13 de septiembre de 2019, titulado “Cuando la memoria no consigue hacerse historia”, en el que el autor reflexiona sobre la tragedia de 1973.

Allí, afirmó: “de nuevo hay señales feas en el horizonte”.

Y agregó:

“Si no las decodificamos rápido, demasiado tarde comprenderemos que, si hubo una causal aislable en el golpe de 1973, fue la polarización política a la que nos resignamos”.

Por haber vivido aquella tragedia y no haberse dado explicaciones confortables sobre sus causas, Rodríguez Elizondo captó tempranamente toda la potencia destructiva que se descargó sobre la sociedad chilena hace tres años, la que, como nos consta, consiguió desfigurarla material y espiritualmente.

En mayo de este año, Rodríguez Elizondo advirtió que la plurinacionalidad era el concepto eje del proyecto de nueva Constitución.

“A su alrededor -sostuvo- giran una nueva configuración de los poderes clásicos, una justicia diferenciada por etnias, sistemas especiales de propiedad, modificaciones drásticas del sistema electoral, cambio en la estatura estratégica del país y la posibilidad de introducir elementos de la ‘diplomacia de los pueblos’ en la diplomacia institucional”.

Y agregó:

“Aquello significa que no son los hechos los que están creando el nuevo derecho, sino al revés. Es el derecho -las normas de una nueva Constitución- el que crea pueblos donde había pequeñas comunidades étnicas y muta pueblos en naciones. Y no solo eso, también deja abierta la posibilidad de crear nuevos pueblos o naciones por ley”.

Rodríguez Elizondo asumió con coraje su responsabilidad cívica en un momento decisivo de la vida nacional. Su voz resonó potente para denunciar los peligros que corrían Chile y la cultura de la libertad. Contribuyó, junto otros demócratas, al empeño por hacer retroceder del miedo y alentar a que muchas personas levantaran la voz. Así ocurrió, y el apoyo ampliamente mayoritario al Rechazo es la prueba rotunda de ello, para bien de Chile.

En la campaña del plebiscito, se produjo la revitalización de una noción que aprendimos en la escuela y que asociamos naturalmente con la herencia recibida de los próceres de la Independencia, con los nexos creados por la historia compartida y, ciertamente, con la bandera que flameó en este período como el símbolo entrañable que nos convoca en las horas de prueba. Es la noción de patria, en la que vibran nuestras razones y nuestros sentimientos. A ese renacer, Rodríguez Elizondo hizo una inmensa contribución, y merece nuestro reconocimiento.

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