La Guerra del Chaco: mecanismos de pacificación

Columna
Página Siete, 29.07.2016
Karen Longaric, profesora de Derecho Internacional (U. Mayor de San Andrés)

Luego de la independencia de Bolivia, la demarcación fronteriza con Paraguay quedó pendiente por más de un siglo. Bolivia reclamaba derechos soberanos sobre  la zona limitada por los ríos Pilcomayo y Paraguay, argumentando que la frontera con ese país estaba demarcada por el río Paraguay, conforme a los límites heredados de la Audiencia de Charcas. Paraguay invocaba la frontera  entre la Gobernación Militar de Chiquitos y la antigua provincia del Paraguay.

Consumada la usurpación de nuestro litoral por fuerzas militares chilenas, Bolivia estaba obligada a romper el enclaustramiento geográfico al que quedó sometida,  razón por la que debía buscar una conexión libre con el océano Atlántico, a través del río Paraguay.  Con ese objetivo la diplomacia boliviana desplegó el máximo esfuerzo para concretar pacíficamente la delimitación territorial y consolidar soberanía  sobre el Chaco Boreal y el río Paraguay.

El Estado boliviano envío múltiples misiones diplomáticas a Asunción buscando el diálogo y logró firmar algunos acuerdos, que posteriormente fueron archivados  por uno y otro país. Se gestionaron los buenos oficios y la mediación de Argentina; se pactó el arbitraje, al que Bolivia se aferró tenazmente a  tiempo que  Paraguay lo eludía. Para entonces el arbitraje era un mecanismo novedoso para  solucionar  pacíficamente las  diferencias entre Estados.

Estando Paraguay renuente  al diálogo y Bolivia  persistente en delimitar   pacíficamente sus fronteras, en diciembre de 1928 irrumpieron los primeros  enfrentamientos bélicos. Fuerzas paraguayas atacaron y destruyeron el fortín boliviano Vanguardia, y poco después el Ejército boliviano capturó el fortín paraguayo Boquerón. Gestiones  diplomáticas panamericanas evitaron el estallido bélico ese año; sin embargo, en junio y julio de 1932, ambos ejércitos volvieron a chocar en los márgenes de laguna Chuquisaca (laguna Pitiantuta para el Ejército paraguayo), desatando la guerra a gran escala.

Advertida de la situación, la comunidad internacional tomó acciones concretas para frenar las hostilidades. El proceso de pacificación del Chaco fue complicado y con muchos desencuentros, no sólo entre las partes beligerantes, sino también entre algunos  grupos mediadores  que pugnaban por asumir liderazgo en la tarea.

Previo a la guerra, se destacaron en su labor pacificadora las conferencias celebradas en Buenos Aires entre 1927 y 1928.  También intercedió la Comisión de Neutrales, integrada por Estados Unidos, Uruguay, Colombia, Cuba y México,   propiciando la Declaración del 3 de agosto de 1932, que enarboló el principio americano denominado "La victoria no da derechos”, que finalmente no se aplicó al conflicto del Chaco.

Posteriormente, Chile y Argentina impulsaron la firma del  Acta de Mendoza, iniciativa que también fracasó. Se destacó además, el grupo ABCP (Argentina, Brasil, Chile y Perú), organizado a iniciativa del controvertido canciller argentino Carlos Saavedra Lamas. La pugna por el liderato de este grupo y las  repetidas manifestaciones  de parcialización en favor de Paraguay frustraron el proceso de mediación, y especialmente las expectativas del pueblo y de los negociadores bolivianos. En ese estado de las cosas, el 10 de mayo de 1933  el Congreso paraguayo autorizó la declaratoria  de guerra contra Bolivia.

Frente a este escenario, la Liga de las Naciones (hoy  ONU) decidió guiar la solución del conflicto y conformó la Comisión de Encuesta  y el Comité de Tres, mecanismos integrados por países de otros continentes que también  intercedieron en la solución de este conflicto, sin mejores resultados que los anteriores.

Cuando parecía  haberse agotado todos los esfuerzos para la pacificación, surgió un nuevo grupo mediador constituido por  países que ya habían protagonizado otros intentos de paz en el Chaco. Fueron Argentina, Chile, Brasil, Perú, Estados Unidos y Uruguay, que con la venia de los beligerantes, organizaron la dilatada Conferencia de Paz de Buenos Aires, que inició sesiones  en julio de 1935 y tres  años más tarde concluyó  su labor exitosamente. Finalmente, el 21 de julio de 1938, Bolivia y Paraguay suscribieron un Tratado de Paz y Amistad.

Roberto Querejazu Calvo, en su obra Masamaclay, historia política, diplomática y militar de la Guerra del Chaco, menciona,  que si   bien la Conferencia de Paz de Buenos Aires logró instalar el arbitraje (ansiado por Bolivia), en los hechos el conflicto del Chaco lo resolvieron Bolivia y Paraguay, en una mesa de negociaciones.  El Tribunal Arbitral Internacional se limitó únicamente a validar el acuerdo que con voluntad política y buena fe concertaron las partes.

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