Perfil El Diario, 02.03.2022 María Ramírez
El presidente de Ucrania arrasó en las elecciones de 2019 gracias a su imagen de hombre corriente y humilde alimentada por años de su popular show de sátira política en un país con récord de desconfianza en el Gobierno
En la campaña presidencial de 2019, la troupe de comedia política más exitosa de Ucrania hizo una gira nacional. Los shows de este grupo de amigos que habían fundado la productora Kvartal 95, con Volodímir Zelenski a la cabeza, seguían siendo una mezcla de sketches divertidos y críticos con la corrupción como los que habían triunfado durante años con un programa nocturno de sátira y una serie llamada Servidor del pueblo. El tour agitaba el mensaje de la lucha del ciudadano de a pie contra el establishment y solía integrar como un chiste más que el protagonista de la serie se presentaba a las elecciones. Al final del tour, Zelenski intervino en una actuación.
“Parece que en los últimos 28 años hemos vivido en un bosque oscuro. Pero podemos hacer esto juntos y dejar atrás la oscuridad”, dijo Zelenski, que invitó a la audiencia a encender las linternas de sus móviles y a moverlos como si se tratara de un concierto. Les hizo una petición para el 31 de marzo, el día de la primera vuelta de las elecciones: “Mirad hacia arriba y buscad la luz”.
Zelenski era ya una de las personas más conocidas de la cultura popular en Ucrania y los países vecinos. Entonces tenía 41 años, la mayor parte de su vida había sido actor, guionista y productor y se había convertido en una estrella sobre todo gracias al éxito de Servidor del pueblo.
En la serie, interpreta a Vasyl Petrovych Holoborodko, un profesor de Historia en un instituto, hombre amable y distraído que lleva jerseys de cuello en pico, vive con sus padres y va en bici al trabajo. Un día en clase, hablando con otro profesor, lanza un alegato con muchos tacos contra los candidatos “cabrones” que se presentan a las elecciones y que seguirán “robando” y, enfadado, dice que le gustaría que un presidente se pasara un día viviendo como un profesor de Historia. Un alumno le graba a hurtadillas, lo cuelga en redes, el vídeo moviliza a la población y el profesor se convierte en presidente de Ucrania sin haberse presentado al puesto ni hacer campaña. Holoborodko sigue siendo una persona humilde que no quiere las colonias de Hermès y los trajes de Dolce & Gabbana que le ofrecen los oligarcas y, de vez en cuando, suelta a sus estudiantes un discurso sobre la importancia de la verdad.
La serie se estrenó en 2015 y duró tres temporadas, la última de las cuales se emitió en medio de la campaña presidencial real. Tuvo tanto éxito que luego se convirtió en una película con su propia secuela. La serie y la película siguen disponibles en Netflix en algunos países y también se estrenaron en Bielorrusia. Zelenski bautizó su nuevo partido político como Servidor del pueblo.
Olga Onuch, profesora de la Universidad de Manchester, investigadora sobre movimientos de protesta en el mundo y experta en política ucraniana, explica en una entrevista a elDiario.es que Zelenski no es simplemente “un cómico” que se convirtió en presidente. “Lo que más me molesta de la cobertura de los medios es que han descubierto a Zelenski esta semana o hace unas pocas y obviamente hay una historia más larga detrás y que no es tan atípica… Vaclav Havel fue actor en Checoslovaquia, Poroshenko, el anterior presidente, tenía una empresa de chocolate, Ronald Reagan fue actor de Hollywood”, dice desde Manchester.
La profesora Onuch también explica que de un primer vistazo Servidor del pueblo parece una comedia de un humor básico, pero destila mensajes políticos eficaces, según se dio cuenta ella misma al estudiarla para sus presentaciones. “A menudo la serie habla de la dignidad de los individuos y de la importancia de las decisiones de cada ciudadano para apoyar la democracia”, dice.
Los espectáculos de sátira de los que surgió la serie también despertaron un movimiento más allá de la comedia.
“A menudo, al final de estos shows, había algo sobre la importancia de que los ucranianos estuvieran unidos o un mensaje contra la guerra. Cada vez incluían más un tono cívico, con la idea de que las personas comunes deben tener una voz y tener más acceso al debate público. A veces dos o tres frases... Él y su equipo parecieron estar tomando mejor el pulso del electorado ucraniano por los encuentros en directo con ciudadanos corrientes”, explica Onuch.
Las tramas mencionan políticos y circunstancias reales, con a menudo un punto de autocrítica, como cuando el presidente ficticio recibe una llamada de Angela Merkel para anunciarle la entrada de su país en la UE (o eso parece).
Un político diferente
Zelenski ganó por más de un 73% la segunda vuelta de las elecciones en abril de 2019 contra Petro Poroshenko, también empresario, pero político más tradicional y representante del establishment. Los críticos de Zelenski aseguraban entonces que su falta de experiencia política le haría imposible luchar contra la corrupción, su principal bandera, congelaría las relaciones con las instituciones internacionales y serviría para envalentonar a Rusia. “Es débil, no tiene una religión, no tiene una nacionalidad”, dijo el comentarista ruso Sergey Parkhomenko.
El nuevo presidente llegaba en un momento en que los ciudadanos querían otra cosa: en marzo de 2019, sólo el 9% de los ucranianos decían confiar en su gobierno, un récord mundial a la baja.
Zelenski era diferente de los políticos que habían liderado el país desde su independencia en 1991. Nació en 1978 en Krivói Rog, una ciudad mediana del sur del país y durante décadas uno de los centros de la metalurgia del Este. Kvartal 95, el nombre de su productora es un barrio de la ciudad. Su madre es ingeniera y su padre, profesor de informática, y la familia creció en un edificio gigante de 800 viviendas. La lengua nativa de Zelenski, conocido en casa como Vovo, es el ruso, pues esta zona es de mayoría rusoparlante, aunque, como la mayoría de los ciudadanos del país, él es ahora bilingüe. Sus primeras producciones fueron en ruso. Zelenski es de familia judía –aunque durante el control soviético prefiriera la discreción sobre su religión para evitar problemas– y su elección fue vista como un hito en un país donde los judíos fueron perseguidos en la Segunda Guerra Mundial primero bajo el dominio alemán y luego el ruso.
Antes de la elección de Zelenski, Ucrania había tenido un primer ministro judío, sigue contando con una de las principales comunidades judías del mundo y el antisemitismo no es ahora un problema como en otros países del Este de Europa: según un sondeo de Pew Research de 2018, un 5% de los encuestados en Ucrania dice que no aceptaría a una persona judía frente al 22% de Rumanía, el 18% de Polonia o el 14% de Rusia. Pero el simbolismo seguía existiendo por la elección de una persona con ancestros que fueron asesinados en el Holocausto. La extrema derecha no logró movilizar a la población utilizando la religión de la familia Zelenski. Tampoco tuvieron efecto las campañas antisemitas promovidas por la televisión pública de Rusia.
Zelenski había estudiado Derecho, había construido un lucrativo negocio de entretenimiento y había dejado un largo rastro de actuaciones cómicas como para que sus oponentes le tomaran el pelo, desde el doblaje del osito Paddington hasta su triunfo en el Mira quién baila local. Los defensores de Zelenski también reconocían una falta de experiencia ejecutiva, pero a la vez alababan su capacidad para distanciarse del establishment político más corrupto, la aparente independencia del marcaje habitual de los líderes por sus relaciones con Rusia y un toque de carisma de alguien popular, pero sin los ramalazos autoritarios de otros personajes televisivos como Donald Trump o Beppe Grillo.
La llamada de Trump
Al saber que había un político que había sido estrella de la televisión, Trump debió de pensar que tenían mucho en común cuando le llamó en julio de 2019.
Aquella conversación casi le cuesta el puesto a Trump. El presidente de Estados Unidos le ofreció ayuda militar a Zelenski y acto seguido le dijo: “Pero me gustaría que nos hicieras un favor”. Quería, según ya le había dicho su abogado, Rudy Giuliani, que le ayudara a buscar información comprometida sobre el hijo de Joe Biden, Hunter, que había sido miembro del consejo de administración de la empresa de gas de Ucrania. La presión a Zelenski propició el primer impeachment contra Trump (se aprobó en la Cámara de Representantes y el Senado lo absolvió en enero de 2020).
El ucraniano quedó regular en esa conversación en la que intentaba complacer al presidente de Estados Unidos. Sus críticos vieron una muestra más de que el político no iba a estar preparado para gestionar las relaciones internacionales, mientras el equipo de Zelenski comentaba con sorpresa la demanda de Trump.
“Ucrania es una democracia muy joven, como un niño”, decía Daria Kaleniuk, directora del centro de acción anticorrupción de Ucrania. “Estados Unidos es un adulto. Pero a veces los niños se comportan como adultos y los adultos como niños”.
No es de derechas
Para entender la ideología del partido de Zelenski, la profesora Onuch recuerda que no se pueden aplicar los mismos ejes de izquierda y derecha en los países del Este de Europa para hacer equivalencias con partidos en países como España o Reino Unido.
“En el Este de Europa tienes cosas como que los llamados socialistas son nacionalistas… Lo que en España llamarías de derechas. El eje izquierda-derecha no funciona tan bien para describir a los partidos en el Este”, explica. “Zelenski claramente no es de derechas y claramente no es nacionalista. Tiene un discurso más cívico. He analizado sus discursos y muy a menudo habla de unir a los ucranianos sin importar qué lengua hablan o dónde viven”. Explica que la ficción de “nazismo” que ha utilizado Vladímir Putin para invadir Ucrania es “completamente absurda”, empezando por el hecho de que los partidos de extrema derecha ni entraron en el Parlamento ucraniano y no tienen ni remotamente el peso de movimientos similares en otros países europeos. Durante el Gobierno de Zelenski, se ha perseguido judicialmente al principal grupo radical de extrema derecha y su líder está en la cárcel.
El partido de Zelenski se considera euro-atlantista, aunque había algunos miembros de su partido que fueron etiquetados de prorrusos por ser de regiones como la originaria del candidato de habla rusa. Otro de los aspectos que destaca Onuch es que Zelenski ha sido más firme que otros frente a algunas demandas del Fondo Monetario Internacional.
Cuando llegó al poder, Zelenski se concentró en algunas mejoras para la vida cotidiana, como la digitalización del Gobierno –lanzó una aplicación de móvil que prometía ser un paso para seguir el modelo de Estonia–, empezó a construir estadios y carreteras y acabó con vetos a la libertad de compra de tierras. Pero sus intentos de lucha contra la corrupción no avanzaron tan rápido como prometía. Un hermano de su jefe de gabinete fue acusado de ofrecer favores políticos a cambio de comisiones, los ciudadanos no notaron un cambio sustancial en la imagen exterior del país y los periodistas se quejaban de que eludía contestar a las preguntas difíciles. Algunos militares se quejaban de que debía gastar más dinero en armas.
Su percepción del riesgo de invasión parecía variar según el día. En diciembre, fue él quien hizo saltar las alarmas al hablar de que se preparaba un golpe de Estado que podría producirse de manera inminente, pero semanas después era el que pedía calma y decía que no ayudaban los avisos de Estados Unidos de que Rusia estaba a punto de invadir su país. El 25 de enero, dio un discurso en el Parlamento en el que quitaba importancia a las amenazas, y unos días después empezó a hablar de que los rusos tomarían la ciudad de Járkov.
“Después de tres años en el cargo, está claro cuál es el problema: la tendencia de Zelenski a tratar todo como un espectáculo. Los gestos, para él, son más importantes que las consecuencias. Los objetivos estratégicos se sacrifican por los beneficios a corto plazo. Las palabras no importan mientras sean entretenidas. Y cuando las críticas son malas, deja de escuchar y se rodea de fans”, escribió la directora de The Kyiv Independent, Olga Rudenko, en un artículo publicado en el New York Times el 21 de febrero, es decir, tres días antes de la invasión.
La visión de Rudenko de Zelenski, como la de muchos de sus conciudadanos, ha dado un vuelco desde la invasión por la reacción del presidente, que se ha quedado en Kiev pese a las ofertas de EEUU y Turquía de sacarlo del país, y sobre todo ha conseguido movilizar a la población, a la opinión pública mundial y, por tanto, a sus líderes para hacer más de lo que parecía esperable.
Los gestos que comentaba en sus críticas la directora del periódico se han mostrado ahora útiles en la campaña para conseguir apoyo del resto del mundo. Ha posado abrazado a sus ministros en contraste con las imágenes de Putin manteniendo la distancia con los suyos en sus largas mesas, ha hecho vídeos selfi en la calle en Kiev, con aire cansado y sonriente, y ha mandado continuamente actualizaciones en Telegram y en Twitter, las principales formas de informarse en Ucrania y en Rusia.
Zelenski, aprovechando su ruso nativo, se dirige también a menudo a los ciudadanos rusos y bielorrusos, pidiendo que protesten contra sus gobiernos y apelando a sus raíces comunes para que no agredan a los ucranianos. Sus tuits a los líderes mundiales también han tenido impacto, igual que sus llamadas, sin interrupción, desde la invasión. La apelación dramática al Consejo Europeo unas horas después de la invasión tuvo el efecto deseado. Entonces dijo: “Esta puede ser la última vez que me veáis con vida”.
Su experiencia previa parece estarle ayudando para hacer frases redondas. Según el Washington Post, cuando Estados Unidos le ofreció ayuda para salir de Kiev, Zelenski contestó: “I need ammunition, not a ride” (“necesito municiones, no un viaje”). Unas horas después ya había camisetas con este eslogan.
Este martes, hizo llorar a eurodiputados y al intérprete con sus palabras por videollamada ante el Parlamento Europeo.
La popularidad de Zelenski cayó durante la pandemia, como la de otros líderes, y rondaba el 40%. Una encuesta telefónica en el fin de semana tras la invasión muestra que ahora el 91% le apoya y el 70% cree que puede ganar la guerra. Los datos hay que mirarlos con el cuidado obvio de una situación de conflicto con cientos de miles de personas intentando salir del país y poco tiempo para atender a encuestadores. Aun así, el sondeo lo ha realizado una firma demoscópica respetada y es muestra de la tendencia.
Este miércoles, el primer mensaje del día de Zelenski era un vídeo con una frase que podría haber salido de uno de sus guiones: “Hoy los ucranianos son un símbolo de lo que significa ser invencible. Un símbolo de que la gente de cualquier país puede convertirse en la mejor gente de la tierra en cualquier momento”.