La probable agenda de Bachelet en la ONU

Columna
El Líbero, 09.10.2025
Álvaro Bellolio, ingeniero y director Escuela de Gobierno (U. Nacional Andrés Bello)

La candidatura de Michelle Bachelet a la Secretaría General de la ONU se presenta desde la izquierda como un orgullo nacional por su trayectoria. Sin embargo, un análisis sugiere que su gestión al mando de Naciones Unidas podría traducirse en más burocracia, mayor gasto y posturas ideológicas controvertidas, como la migración sin restricciones que no necesariamente son positivas para nuestro país.

La ONU ha sido importante en avanzar en temas de estabilidad global en los últimos 80 años, pero hoy es legítimamente cuestionada por su ineficiencia y tamaño desmesurado, cuenta con más de 100 mil funcionarios y un presupuesto de varios miles de millones de dólares. El organismo se ha convertido en un paraíso burocrático, con privilegios en sus altos mandos y donde los funcionarios no pagan impuestos a la renta. Bachelet no parece inclinada a reducirlo; su propia campaña ya demanda un importante gasto fiscal en viajes, personal y hoteles, estimado en millones de dólares de contribuyentes chilenos. En ese sentido, sería interesante ver cuál es su propuesta, ya que en sus dos gobiernos y en su estadía en organismos internacionales, la eficiencia y la disminución burocrática no fueron su fuerte.

Otro eje de su visión global es la migración sin restricciones. Durante su gobierno en Chile aplicó una política migratoria descontrolada. El caso de Haití lo ilustra: sólo en 2017 ingresaron más de 130 mil ciudadanos haitianos con poco control y alta tasa de sobreestadía. Teniendo esta información, decidió no actuar por la buena recepción de ser un país abierto a cualquier extranjero. A nivel internacional, Bachelet probablemente impulse pactos pro-migración, aun cuando en Europa ya enfrenta tensiones por inmigración de Medio Oriente y norte de África que ha generado problemas de cohesión, con choques culturales y de seguridad que la ONU rara vez reconoce en sus discursos.

Como Alta Comisionada, Bachelet mostró debilidad ante violaciones de derechos humanos cuando había afinidad política. Ha sido indulgente con regímenes autoritarios de izquierda: rehusó llamar dictadura al régimen de Nicolás Maduro, guardó silencio ante la represión en Nicaragua y tampoco criticó al régimen cubano. Entretanto, tragedias ignoradas como la persecución de cristianos en Nigeria apenas reciben atención internacional.

Aunque tener a una chilena liderando la ONU sería valioso, esta candidatura responde a una agenda política específica, no necesariamente al interés país. Es, hasta el momento, la candidata más de izquierda que está postulando de la región, cuando se pide alternancia en la ONU para reformas estructurales. El gobierno debiera brindar un apoyo protocolar, sin desviar tantos recursos. Más urgente es recomponer relaciones con socios clave como EE.UU. y Argentina, mientras se potencia la relación con Asia Pacífico. Chile puede aspirar a influir globalmente, pero no a costa de sacrificar sus prioridades nacionales por una cruzada burocrática que no todos comparten.

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