Columna El Mercurio, 05.06.2017 Tamara Avetikian
Si hay algo en común entre ambos presidentes es que quieren 'hacer grandes' a sus países de nuevo
Es una cuestión de estilo, y si a Donald Trump le cae mal, parece que a Emmanuel Macron no le importa. Al revés, con un apretón de manos más exagerado de lo que el protocolo acostumbra, el Presidente francés quiso remarcar el punto: a Francia se la respeta. "Hay que demostrar que no se hacen pequeñas concesiones, incluso simbólicas", remató, como si su intención no quedara clara.
Ocurrió en la reciente cumbre, donde Trump empujó a un Primer Ministro, "humilló" a Angela Merkel y advirtió a los europeos que pagaran sus cuentas. Es el "estilo Trump", que ya conocemos. El de Macron recién está aflorando. El Presidente inexperto en lides internacionales está mostrando grandes habilidades y bastantes agallas. Unos días después del "apretón" a Trump puso a Vladimir Putin en su lugar, recibiéndolo con pompa en Versalles, pero hablándole "franco y directo", lo que en jerga diplomática quiere decir duro y sin tapujos.
Si Trump quiere jugar rudo en la esfera global, Macron está dispuesto a ponerse enfrente. Cuando Trump anunció que EE.UU. se retiraba del acuerdo climático, fue Macron el que le dijo que estaba equivocado, y que el proceso seguiría. Todo, con una voz calmada, respetuoso, y en un perfecto inglés, algo inusual en un Presidente francés. En tono de estadista, no de matón.
Porque si hay algo en común entre ambos presidentes -aparte de que irrumpieron en la política de manera vertiginosa- es que quieren "hacer grandes" a sus países de nuevo. "América primero" es el lema de Trump. Macron, más sutil, ha dicho que el destino de Francia es "renovar la hebra de esa historia que nos ha visto por mil años mantener un incomparable lugar en la comunidad de naciones".
Macron va incluso más allá y ante la retirada de EE.UU. del Acuerdo de París, cambió el eslogan de Trump: "Hagamos el planeta grande de nuevo".
Sus estrategias son completamente diferentes. Para el impetuoso Trump, el proteccionismo, el aislacionismo, el "patriotismo económico" y la xenofobia son las fórmulas para lograr seguridad nacional, sin importar a quién atropella en el camino. Para el reflexivo Macron (pero no por eso menos dinámico), el liberalismo económico (algo "mal visto" en la Francia del bienestar), la apertura al mundo globalizado, el europeísmo (en contraposición al nacionalismo exacerbado), la acogida de inmigrantes son parte de su estrategia para hacer de nuevo relevante a Francia, un país orgulloso de su influencia cultural.
La competencia de estilos entre el joven Macron (casado con una mujer mucho mayor) y el avejentado Trump (con una mujer veinte años menor) recién comienza, ambos están al inicio de sus administraciones y falta mucho para evaluar sus resultados.
Los cambios y reformas que prometieron en sus campañas tendrán un aterrizaje en la realidad, y el estilo no es suficiente para garantizar el éxito de sus gobiernos.