Más malas noticias para Evo Norales

Columna
El Diario, 27.06.2016
Emilio Cárdenas, ex representante permanente argentino en la ONU

Diez años en el poder absoluto desgastan inevitablemente a cualquiera. La gente se cansa. Además, el autoritarismo destruye -poco a poco- a sus líderes, siempre dedicados a restringir de mil maneras las libertades individuales de los demás.

En esencia, es eso, precisamente, lo que -como cabía anticipar- le está sucediendo al presidente Evo Morales, en Bolivia. La necesidad de generar un cambio de conducción política está creciendo, muy significativamente.

Por eso cuando, hace pocas semanas, Morales y los suyos convocaron e hicieron un temprano referendo para determinar si Evo Morales, pese a la expresa prohibición constitucional, tendría apoyo para lograr una re-elección presidencial más, el pueblo boliviano le dijo que no, claramente.

No quiere su eternización. Está cansado. Sólo el 29% de los encuestados hoy dice que la gestión gubernamental de Evo Morales es “buena”. En cambio, un 54% la califica, sin duda alguna, de “mala”. La rechaza, entonces.

Esos guarismos sugieren que existe evidencia temprana de una pérdida vertiginosa de popularidad que afecta al veterano dirigente indígena cocalero boliviano. En enero pasado, hace apenas cinco meses, el 54% de los bolivianos decía que la administración de Morales era “buena”. Un 25% de ellos, queda visto, cambió radicalmente de parecer. Nada menos que la cuarta parte de la población del país multinacional. Duro, pero previsible.

Hoy lo cierto es que nada menos que un 44% de los encuestados dice que el gobierno de Morales es apenas “regular”, mientras que un 25% no vacila en calificarlo directamente de “malo”. Una década de gestión autoritaria está mostrando un desgaste notorio en lo más alto del poder de Bolivia.

Pero Morales no se resigna. Embriagado por el poder y sus atributos y ventajas, no quiere abandonarlo. Y se alista a convocar a un nuevo referendo, como si el ya realizado no hubiera existido para nada.

No obstante, un 65% de los bolivianos hoy asegura que Morales debería aceptar la voluntad de su pueblo, expresada ya en las urnas, que es adversa a su continuidad. Un 58% de ellos dice, además, que si Morales los convocara a votar de nuevo, lo rechazarían de nuevo. Para la democracia, que supone siempre alternancia en el poder, esto es positivo. Morales, en cambio, no lo es. Seguramente va a insistir. Pero el cambio de las circunstancias económicas y el rotundo y visible fracaso de las recetas “bolivarianas” (antes las llamábamos “colectivistas”) no lo ayudan en su lamentable esfuerzo por tratar de aferrarse al poder.

A todo lo que se suma un enorme escándalo de tráfico de influencias que envuelve directamente a una ex amante del presidente boliviano, a la que Morales ha tratado con crueldad extrema y sin ninguna dignidad. A punto tal que está presa, esto es privada de su libertad, acusada de diversos delitos. Como si Evo Morales no hubiera tenido nada que ver nunca con ella, Y, peor, como si eventualmente los referidos delitos -de los que Morales acusa a su ex compañera- efectivamente hubieran existido, el presidente del país del norte hubiera sido absolutamente ajeno a ellos. Lo que naturalmente pareciera ser imposible.

La ambición está llevando a Evo Morales y los suyos hacia un camino del que simplemente no hay retorno y a Bolivia hacia rumbos de tensión y enfrentamientos. Peligrosa, como lamentable realidad en ciernes.

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