Columna La Segunda, 18.04.2024 Samuel Fernández Illanes, abogado (PUC), embajador (r) y académico (U. Central)
Este antiguo dicho chileno, en que un amigo pide a otro que no ayude pues lo perjudica, podría aplicarse a Irán atacando Israel para solidarizar con Gaza. Su enemistad busca “eliminar a la entidad sionista”. Israel lo había denunciado en los atentados de Hamas de octubre pasado. Es su peor enemigo y ahora, confiado, atacó militarmente a Israel, pero estaba preparado y no prosperó. Le colaboraron Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y en menor medida, Alemania.
Tipifica una “agresión” (Resolución 3314, 1974 ONU), prohibida por el derecho y la Carta, de un Estado contra otro. Irán argumentó “legítima defensa” (Artículo 51), pero no se sostiene. Israel eliminó a generales de la Guardia Revolucionaria en Siria, una operación ilegal y condenable, pero no hubo un ataque armado en territorio iraní. Aunque procediera, no hay proporcionalidad ante la acción bélica masiva iraní, con cientos de drones y misiles desde Irán, Yemen (Hutíes), y sur del Líbano. El agredido entonces se transforma en agresor. Se empleó “el uso de la fuerza”, prohibida, como también la “amenaza”, que prosigue violenta contra quienes apoyen a Israel. Agrava la agresión cometida y arriesga nuevas sanciones.
El Consejo de Seguridad demostró que está paralizado sobre el Medio Oriente, igual que con la agresión de Rusia a Ucrania. Defendieron sus posiciones conocidas sin nada vinculante, pero ninguno avaló la acción iraní. El Grupo G7, tampoco. Se centraron en la “contención”, que todavía se mantiene muy frágil.
La causa palestina, Gaza, el cese al fuego y la ayuda humanitaria quedaron relegadas por este ataque inaceptable para todos, incluidas las potencias occidentales y los países árabes. Confirma las denuncias de Israel del extremismo apoyado por Irán, y cunde el temor de atentados en algún lugar. En definitiva, esta acción ha resultado más perjudicial que beneficiosa para los palestinos.
