Punta Peuco y la inefable Bachelet

Columna
fernandothauby.com, 09.07.2017
Fernando Thauby, capitán de navío (r)

Inefable viene de “indecible, algo que no puede explicarse, indescriptible”. Alguien “inefable” es “una persona cuyas características, comportamiento, naturaleza, conformación, descripción” no es posible hacer con palabras. Bachelet es inefable. Su persona, su vida, su comportamiento, sus circunstancias, están mas allá de lo que pueda explicarse.

Su vida ha transcurrido en un increíble nivel de opacidad. Se declaró encarcelada y torturada en Villa Grimaldi, de ahí salió en forma rápida, expedita y sin daños. En momentos en que la lucha entre los grupos armados de la Unidad Popular arreciaba, ella salió rauda del centro mas oscuro y siniestro de la dictadura, hacia Australia, donde al llegar declaró no haber sido torturada. Luego declaró que si había pasado por tan horrible experiencia. Su tránsito de huida culminó en Alemania Oriental, la mas fría, despiadada y robótica dictadura comunista, lugar en que transcurrieron –según su declaración- los años mas felices de su vida.

Dijo que era médico pediatra y nunca produjo evidencia cierta de tal condición y el escaso ejercicio ilegal de su eventual profesión se llevó a cabo bajo la oscuridad protectora de sus “compañeros” del servicio de salud del gobierno. Fue “ayudista” de un grupo extremista armado, pero no declara su participación en enfrentamientos, “expropiaciones” ni “ajusticiamientos”.

Su padre, oficial contador de la Fuerza Aérea, de deteriorada salud, falleció de un ataque al corazón después de un partido de basquetbol, se transformó en muerte bajo tortura llevada a cabo por oficiales de la Fuerza Aérea, organización con la cual ella ha mantenido estrecha relación afectiva durante toda su vida, tanto así que su hijo es Oficial de Reserva de ella.

Su condición de perseguida política, torturada por los militares e hija de militar asesinado por la dictadura le ha permitido pasearse por el mundo promoviendo su causa revolucionaria y manteniendo una firme postura de “ni perdón ni olvido” contra los militares, mientras ante ellos se declara “miembro de la familia militar”, es decir integrante de su grupo social y sociológico con características opuestas a su declarada ideología marxista revolucionaria y castrista.

Tras un breve cursito en la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos, escuela creada y mantenida por la dictadura para la formación de sus cuadros directivos superiores, y después de fracasar como Ministro de Salud, arribó al Ministerio de Defensa, donde el Comandante en Jefe del Ejército Emilio Cheyre, -actualmente procesado por su gobierno como criminal contra los derechos humanos-, la invitó a pasearse entre los charcos y anegamientos de una emergencia climática en un vehículo anfibio, lanzándola al estrellato mediático.

En todo este breve relato de enredos, mentiras, medias verdades, exageraciones y silencios, nadie podría dudar que intentar definirla o describirla es imposible.

Esta misma persona cuya historia es un continuo decir, desdecir y contradecir; mentir, aclarar y confundir; mistificar, simular y enredar, fue la creadora de un Museo de la Memoria, si, un museo para recordar y tratar de justificar su historia política y extremista. Como no podía ser de otra manera, el museo es selectivo, acotado, dirigido y acomodado a las necesidades del grupo extremista de su simpatía: se puede recordar la historia de Chile solo desde 1973 hasta 1990.

Si, mas allá de toda duda, Bachelet es inefable.

Pero su pasión por los derechos humanos tiene un límite. Cuando se detectó que en el Servicio Nacional de Menores organismo estatal a cargo de los menores desvalidos, durante sus dos gobiernos y otros mas durante los 11 últimos años, se habían violado brutalmente los derechos humanos de miles de niños; se habían asesinado o dejado morir por descuido y abandono –desnutrición y piojos- a mas 1336 niños y niñas y incluyendo violaciones, apremios ilegítimos, prostitución forzada, golpizas y brutalización y se iniciaron las investigaciones del caso, agitó a todo su staff ministerial para evitarlas y cuando ellas concluyeron en la identificación de la culpable de los últimos y mas graves hechos, detuvo e impidió el reconocimiento político, por parte del Congreso, de la responsabilidad de sus dos gobiernos, centrada en su protegida, Javiera Blanco.

La mayor y mas grave violación a los derechos humanos de niños y niñas desvalidos de que haya memoria en Chile, para Bachelet no alcanza a igualar la violencia de un número similar de muertes de integrantes de bandas armadas que intentaron enfrentar a las FFAA de Chile.

Por cierto, es inefable.

Durante su primera administración el gobierno de Bachelet contó con exitoso apoyo y simpatía comunicacional y con el control positivo de los partidos políticos de la Concertación. Contó con abundantes recursos financieros producto del super ciclo positivo del precio del cobre con lo que su gestión económica, pasiva y repartidora de bonos y subsidios, le permitió salir con una buena aprobación popular, sobreviviendo a desastres de gestión e irresponsabilidad personal como el caótico manejo del maremoto de febrero del año 2010 y su también turbia investigación.

En su convicción de que había hecho un buen gobierno presentó su candidatura para el año 2015 ,la que ganó holgadamente.

Desde el comienzo su gestión fue inaudita. Dejó de lado a los partidos políticos de su Nueva Mayoría, armó un equipo político al mando de un oscuro hombre de su confianza personal –Rodrigo Peñailillo- y un inepto economista a cargo de Hacienda a los que tuvo que sacar rápidamente.

Todo marchó mal, al cabo de un año ya estaba a la vista el fracaso. Su proximidad al chavismo fue un arcaísmo patético; arruinó la educación con propuestas demagógicas y mal implementadas; creó una ley de impositiva que aun nadie entiende pero que paralizó la economía e incrementó la cesantía; difundió entre la ciudadanía la idea de que toda participación privada en la generación de bienes o servicios con connotación social era éticamente reprobable, negativa e injustificada. Lanzó ideas de reformas previsionales demagógicas y lo mas reprobable de todo, implantó una política en que todo vale para seguir en el poder, cuyo peor, mas inmoral y mas cruel ejemplo es el desconocimiento del genocidio del Sename, para evitar que sus consecuencias pudieran derivar en una acusación constitucional a su persona o estropear su postulación a un cargo en Naciones Unidas.

Su nefasto gobierno ha llegado a su fin, ¿qué deja detrás suyo?, daño económico, agudización de los conflictos y antagonismos sociales, debilidad política, deterioro institucional, la muestra final es la entrevista efectuada por la franquicia de una cadena televisiva norteamericana en Chile -CNN- en que una periodista de segunda línea le impone la agenda del canal y fabrica una noticia que luego amplifican con comentarios y “debates”: el cierre del Penal de Punta Peuco en que están los prisioneros militares, “caballo de batalla” de ese medio. Este último hecho es el último clavo en su ataúd político. La pérdida de la autoridad y del respeto a su cargo.

No fue capaz de resolver el último problema grave de la transición –la persecución arbitraria e ilegal a los militares- , cedió a las imposiciones económicas e ideológicas del Partido Comunista y se hizo cómplice histórica de la página mas negra de las relaciones entre los políticos y las FFAA. Una página que no tendrá “perdón ni olvido”.

Su primera administración no dejó nada y la segunda menos.

Pero eso ya es pasado. Bachelet y su lote se acabó. Falta ver que pasará con Piñera, el segundo presidente que será reelegido. Su primera administración dejó buenas marcas económicas, pero eso no hace a un estadista. Lo que mas lo aproxima a ello fue su manejo brillante del maremoto y sus desastrosos efectos. Pero no basta, lo que hace grande a un presidente es la marca que deja en la política, en el devenir de la república. Aylwin inició la transición favoreciendo a sus parciales, indultando a los extremistas, estableciendo una institucionalidad democrática sólida y conservando las políticas económicas del Gobierno Militar. Pero no pudo con el odio del PS ni con el del PC. Fue el precio de su apoyo.

¿Será Piñera un estadista capaz de cerrar la transición y poner de nuevo a Chile en marcha como una patria de hermanos?, ¿será capaz de sobreponerse a la máquina económico-judicial del PC que enriquece a sus abogados, jueces y partidarios con cargo al estado? ¿o se sumergirá en la larga lista de gobernantes del montón?.

Lo veremos

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