Blog Republica, 19.04.2022 Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista español
El zar ruso ha debido llevarse varias sorpresas después de su agresión a Ucrania. La primera que los ucranianos no lo han considerado precisamente un libertador. Han ofrecido resistencia, en ocasiones de un modo heroico, y el odio hacia todo lo ruso se ha extendido por Ucrania y, según algunos, serán precisas dos o tres generaciones para difuminarlo. La comparación de Mariúpol con el Leningrado de la segunda Guerra mundial es iluminadora de la situación. Entonces, los execrables eran los nazis alemanes, ahora lo son los hermanos rusos.
La segunda sorpresa es que Europa ha aparecido unida, con los matices que veremos, y no ha vacilado en imponer varias tandas de sanciones a Moscú. El importante gasoducto del norte ha quedado congelado por bastante tiempo.
Sin embargo, a Putin le quedan amigos o dirigentes que o ven el conflicto como un problema entre europeos o no quieren mojarse. El mejor ejemplo es China que reprocha la intervención, pero no impone sanciones y sigue diciendo que la amistad chino-rusa es indestructible. Es obvio que tanto Moscú como Pekín actualmente tienen hoy algo esencial que les une: un rechazo visceral de Estados Unidos.
Hay, con todo, casos más significativos: grandes democracias como la India (la más poblada del mundo) y Sudáfrica se abstuvieron en la resolución de la Asamblea General que pedía que Rusia detuviera su agresión. El voto de la Asamblea, sin obligatoriedad jurídica, es algo que debió dejar indiferente a Putin, pero sirvió al menos para “retratar” a la India y a un buen puñado de países africanos o asiáticos que se abstuvieron o votaron en contra. En Iberoamérica, los dos países más poblados han manifestado que no participarán en las sanciones. La actuación de Méjico, una nación que perdió una parte inmensa de su territorio, Arizona, Nuevo Méjico, California, Colorado, etc.., por una guerra estúpida, artera para algunos, con Estados Unidos es llamativa.
Puede afirmarse que hay muchos más millones de personas que habitan en países que se han lavado las manos, pensemos que entre China e India suman más de 2.600 millones, que en aquellos que han reaccionado ante la afrenta de Putin.
El matiz al que aludíamos dentro de la reacción europea nos lo proporciona Alemania. No pocos analistas, algunos incluso germanos, coinciden en que es un tanto hipócrita negarse a cortar el gas ruso, la única sanción que haría vacilar a Putin, argumentando que significaría un enorme perjuicio para Alemania. El americano laureado con el Nobel, Paul Krugman, argumenta que los dirigentes germanos no se anduvieron con contemplaciones cuando hace más de una década forzaron a varios países del sur europeo a abrazar una severa austeridad. Ahora todo es llanto y crujir de dientes si se les pide que deben dar ejemplo apretándose el cinturón y dejando de pagar centenares de millones de dólares diariamente a Rusia para pagar el gas. Krugman opina que Alemania es el eslabón más débil de la respuesta del mundo democrático.
Nosotros podemos concluir que si Bush junior hizo la guerra de Irak financiada con los bonos del tesoro que compraba China ahora Putin arrasa Ucrania con el dinero que le damos los europeos todos los días.