Quince años de diplomacia plurinacional

Columna
Brújula Digital, 08.02.2024
Carlos Alarcón Escobar, economista y diplomático boliviano

Hace pocos días el partido de Gobierno “celebró” el aniversario número 15 de su experimento político-social impuesto a todo un país, denominado “Estado Plurinacional”, que no fue nada más que un maquillaje para la implantación de un gobierno étnico-populista sobredimensionado en sus fundamentos y que tras el tiempo señalado ya muestra signos inequívocos de su agotamiento. Tardará un tiempo más su implosión y otro tiempo significativo la reconstrucción de las bases esenciales de la nación boliviana a la cual se intentó destruir con tal ensayo político radical.

Nunca se supo cuáles eran los objetivos de desarrollo económico, social y político que se planteaban al país; mucho más tarde presentaron su famoso “Modelo Económico Social Comunitario Productivo”, un menjunje de propuestas basadas en diversos ejercicios estatistas deficitarios y que hoy están al punto del colapso. Levantaron las banderas de la justicia social para ejecutar su venganza social y el odio visceral al “imperio” como forma de convencimiento a la población boliviana.

Varios analistas estudiaron qué era lo que planteaban en el fondo las ONG extranjeras que asesoraron para la fallida construcción plurinacional. Los primeros pasos populistas expresados en las “nacionalizaciones” de empresas estratégicas no hicieron más que ahuyentar cualquier intento de inversión extranjera. Y esos irresponsables actos concluyeron en sendos arbitrajes y juicios en instancias internacionales que perdió el estado boliviano y quedan otros en los cuales la suerte está echada en contra de los intereses de Bolivia. Gritaron a los cuatro vientos sus intenciones socialistas, y aún lo hacen, pero nunca se atrevieron a eliminar el D.S. 21060, por ejemplo, piedra angular del neoliberalismo en Bolivia, vigente desde el año 1985.

Pero su avidez por destruir todo lo anterior al MAS les llevó a actuar de manera poco responsable con los altos intereses de la Patria. En su vorágine destructiva del andamiaje institucional costosamente construido por la sociedad boliviana en tiempos difíciles, arrasaron con todo lo que representase el “viejo estado colonial”, que no era más que la memoria histórica de la Patria misma desde 1825. Cual modernos Atilas desmantelaron todo lo anterior, sea bueno o malo, jugaron a crear nuevas “instituciones”, cambiarles de nombre o reemplazar entidades bajo el paradigma de que el nuevo estado había nacido el año 2009. A todo le pusieron el epíteto “plurinacional”.

Una de las instituciones más afectadas y que llevó la peor parte fue la Cancillería, a la cual identificaron como el mayor representante del estado colonial que debían destruir; se dieron a la tarea de eliminar gradualmente a todos los funcionarios de carrera formados con altos costos para el Estado, comenzaron a imponer un modelo de diplomacia, si así se la puede llamar, sui generis y variopinto denominado “diplomacia de los pueblos” que no fue otra cosa que –en tiempos de bonanza- el acarreo de dirigentes de movimientos sociales a reuniones y eventos internacionales, con todo pagado, es decir viajes prebendales y de turismo plurinacional sin ningún resultado real, sólo que en algunos casos dejaron mal parada la imagen del país por bochornosos actos protagonizados por tales representantes “sociales”.

Hoy la Cancillería no es más que un botín del partido de gobierno, con el cual se pagan favores políticos o se hacen designaciones de improvisados personajes que dejan tras de sí sólo malos recuerdos en nuestras embajadas y ni qué decir del servicio central que sólo realiza acciones reactivas o de poca relevancia para el país. La designación de los sucesivos cancilleres plurinacionales no fue casual, trataron de generar la imagen de un país andino etnocentrista que acababa de nacer; seguramente todos esos personajes llevaban buenas intenciones, pero con absoluto desconocimiento de la realidad y el contexto regional e internacional en las que las consideraciones hacia el experimento boliviano duraron poco, pues como muchas veces se dijo “los países no tienen amigos, tienen intereses”.

Ya en el plano de los resultados concretos, con el experimento pluri en las relaciones internacionales de Bolivia se dieron tremendos traspiés, cuyas consecuencias durarán décadas sino siglos, como el definitivo cierre de las posibilidades de retorno al mar con soberanía, la cesión de derechos en el Silala, el franciscano abandono en que se encuentran nuestras fronteras y el patético papel de sus representantes en organismos regionales de integración y en países vecinos. Salvo honoras excepciones, todos esos representantes políticos se desempeñaron en el absoluto anonimato o peor aún con escándalos de diverso calibre en los países en que estuvieron o están aún designados. Los únicos logros, si así se los puede denominar, fueron declaraciones discursivas de defensa de la Madre Tierra y otros similares, cuyos principios –paradójicamente- son constantemente pisoteados en el país por el propio gobierno y sus bases sociales.

Por todo lo señalado, cuando llegue el momento de la reconstrucción de la patria, seguramente que este sector será uno de los que mayor atención requiera. Se tendrá que reponer agendas bilaterales con visión de futuro con todos los países con los que tenemos relaciones diplomáticas, especialmente con los vecinos, se deberá generar una agenda nacional de relaciones externas acorde con los requerimientos y las urgencias del presente siglo, se deberán trazar objetivos nacionales en materia de integración económica y política; en suma, se tendrá una ardua tarea de reconstrucción de la diplomacia boliviana, inclusiva, profesional y moderna que responda a los altos intereses nacionales y no al gobierno de turno.

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