Ribbentrop-Molotov y Stalingrado

Columna
Infobae, 05.03.2022
Felipe Frydman, economista argentino, ex embajador y consultor del CARI

Vladimir Putin reclama el regreso al orden diseñado en Yalta sin tomar en cuenta que el mundo ha cambiado y que la Unión Soviética ha desaparecido

El presidente Vladimir Putin agitó acusaciones de nazismo y genocidio de la población rusa en la región de Donbas para descalificar al Gobierno de Volodymir Zelenskyy y justificar la invasión a Ucrania. El Comunicado Conjunto firmado con China el 4 de febrero ya contenía referencias al nazismo al decir “ambas partes condenan las acciones tendientes a negar la responsabilidad de los agresores nazis y mancillar y empañar el honor de los países victoriosos” y “defender el resultado de la II Guerra Mundial y el orden mundial de la posguerra”.

Estos párrafos fueron pedidos por la parte rusa porque China enfrentó la invasión de Japón que, si bien fue aliado de Alemania, no recibió ese calificativo. Las referencias al nazismo están relacionadas con la campaña de propaganda interna resaltando el nacionalismo soviético durante la guerra 1941/45 y negando el papel de los países occidentales. Según ese relato, repetido por el progresismo, la derrota de la Alemania nazi fue posible por el triunfo del ejército soviético en la batalla de Stalingrado motivo por el cual Winston Churchill, Franklin Roosevelt y Joseph Stalin definieron en Yalta la ubicación de los ejércitos.

El relato de Vladimir Putin hace a un lado las relaciones de la Unión Soviética con Alemania a partir del Tratado de Rapallo del 16 de abril de 1922. Con motivo de las restricciones impuestas en el Tratado de Versalles, Lenin y Trotsky facilitaron la radicación de empresas alemanas fabricantes de armamentos y campos de entrenamiento para las fuerzas militares a cambio de transferencia de tecnología. La empresa Junkers fabricó aviones en Fili, Krupp artillería cerca de Rostov-on-Don y la escuela de pilotos en Lipetsk que daría origen a la Luftwaffe. Las fuerzas armadas de Alemania tuvieron acceso a la escuela de tanques en Kazan y las instalaciones de armas químicas en Saratov Oblast. La Marina de Guerra alemana contó con bases en Murmansk (Polyaarnyy). La leyenda dice que el rearme alemán comenzó con el ascenso de Hitler al poder y que en cinco años sorprendió al mundo mostrando un ejército poderoso con armamento de tecnología avanzada. En realidad, la cooperación con la Unión Soviética fue clave para que el ejército y empresas alemanas pudieran proseguir sus investigaciones y entrenamiento burlando las limitaciones.

La llegada de Hitler al poder modificó las relaciones con la Unión Soviética. La represión del PC y el enfrentamiento en España agudizaron las diferencias entre ambos países. El Acuerdo de Munich en 1938 que cedió la región del Sudetes en Checoeslovaquia fue interpretado como un signo de debilidad de Gran Bretaña y Francia. Los contactos entre ambos países se aceleraron cuando Stalin reemplazó al ministro Litvinov, judío, por Molotov para facilitar las negociaciones. El 24 de agosto de 1939 los ministros Ribbentrop y Molotov firmaron en Moscú en presencia de Stalin un pacto de no agresión que también incluía acuerdos secretos para la partición de Europa Oriental con referencias a Finlandia, Estonia, Latvia, Lituania, Besarabia y Polonia. Alemania se aseguró el aprovisionamiento de materias primas y la paz en el frente oriental. Hitler accedió a este Pacto a pesar de su desprecio por los bolcheviques y eslavos. El 1° de setiembre Alemania invadió Polonia y Gran Bretaña, Francia, Australia y Nueva Zelanda le declararon la guerra. Stalin calificó al conflicto como una “guerra inter-imperialista”, abandonó la política del frente popular antifascista y llamó a Polonia un estado fascista que oprimía a las minorías de Bielorusia y Ucrania. Los ejércitos de Alemania y la Unión Soviética desfilaron conjuntamente en Brest para celebrar la “victoria”. Los alemanes no tardaron en comenzar la construcción de campos de concentración y el aniquilamiento de judíos en los territorios bajo su control. El 10 de enero de 1941 Alemania y la Unión Soviética firmaron un nuevo acuerdo sobre delimitación de fronteras y extendieron el comercial. El 22 de junio de 1941 Hitler lanzó la Operación Barbarossa dando por terminado el Pacto Ribbentrop-Molotov. La batalla de Stalingrado tuvo lugar desde el 23 de agosto de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943 y significó un punto de inflexión en el curso de la guerra.

La cooperación de Vladimir Lenin y León Trotsky, continuada por Joseph Stalin, con los sectores nacionalistas permitió el rearme de Alemania. Estos dos países se consideraban perdedores del orden establecido después de la I Guerra Mundial y compartían también su inquina contra las democracias y el sistema capitalista. El Pacto Ribbentrop-Molotov de no agresión, la partición de Europa y la provisión de materias primas le habrán permitido a Stalin un lapso de dos años para prepararse como pero también es cierto que Alemania avanzó hacia occidente con la aquiescencia soviética. Stalin prefirió una alianza con el régimen totalitario alemán porque pudo apropiarse de extensos territorios. Ni Gran Bretaña ni Francia hubieran podido aceptar esas condiciones. Muchos historiadores sostienen que Hitler no hubiera podido embarcarse en su aventura sin contar con la seguridad en el frente oriental y el abastecimiento de alimentos. La Unión Soviética estuvo durante todos esos años dándole de comer al monstruo a pesar de saber que la guerra era inevitable porque Hitler había prometido como parte de su proyecto de raza aria terminar con los bárbaros y bolcheviques.

Setenta y siete años después, Vladimir Putin reclama el regreso al orden diseñado en Yalta sin tomar en cuenta que el mundo ha cambiado y que la Unión Soviética ha desaparecido. Los pueblos añoran el progreso, democracia y libertad principios que Lenin, Trotsky, Stalin y ahora Putin siempre despreciaron.

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