Rumbo al bienestar ciudadano o la catástrofe

Columna
El Día, 06.12.2018
Ovidio Roca Avila, economista boliviano

Los pueblos para avanzar y construir su futuro tienen dos rutas principales; la del Socialismo y Populismo que postulan en nuestro Continente, Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia o la de la Democracia liberal que transitan entre otros países, Uruguay, Chile, Colombia, Perú y que ahora emprenderá Brasil. Si queremos informarnos  de los resultados en la economía y bienestar de los pueblos como producto de aplicar cada uno de estos modelos, podemos revisar los datos estadísticos de las agencias internacionales sobre libertad, democracia, economía, educación, salud y pobreza para cada uno de los países.

En cada país el populismo tiene sus peculiaridades, el Populismo Cocalero Masista, está caracterizado por el autoritarismo tipo sindical, el anticapitalismo y socialismo discursivo,  el uso del racismo, el corporativismo,  la manipulación de las masas, la demagogia y el doble discurso, el clientelismo y asistencialismo, el centralismo y estatismo, el crecimiento exponencial del empleo burocrático, la corrupción desmedida y la convicción de que el imperialismo yanqui es el responsable absoluto de todos los males del país, habidos y por haber.

Sin necesidad de leer veinte mil libros, simplemente repasando por Internet las noticias de cada día podemos constatar el fracaso económico y social de los países populistas y como resultado de ello el incremento de las masas de migrantes que angustiados escapan de los paraísos socialistas. Son miles ciudadanos que huyen de Centroamérica, Cuba, Venezuela, Nicaragua y que corren desesperados hacia el Imperio Yanqui capitalista, con lo que ahora son ya millones los expatriados y cada día que pasa aumentan.

Hace trece años que en nuestro país sufrimos, adolecemos, de un gobierno populista y dictatorial, que controla absolutamente todos los poderes del Estado poniéndolos a su exclusiva disposición y usando discrecionalmente las instituciones y las leyes para avasallar y castigar a los opositores. Una de éstas instituciones, el Poder Judicial con su comportamiento corrupto nos induce a descreer en la justicia y las leyes, y en cuanto al resto de las instituciones sabemos que solo están para cuidar los intereses de poder y dominio del Gobierno central.

Últimamente inventaron y legislaron que es “un derecho humano” del dictador perpetuarse en el poder y que el ciudadano no tiene derecho de vivir en libertad y elegir periódicamente al gobernante que considera más idóneo. Las instituciones internacionales responsables de precautelar los derechos humanos y que deberían haber actuado de oficio desconociendo este fraude, esta falacia, no dijeron ni pío.

En estos años de gobierno populista y cocalero, además de la economía formal y productiva, se ha destruido el pensamiento libre, corrompido la institucionalidad y a los funcionarios públicos y especialmente a los del poder judicial, por lo que grupos sociales originarios y populares desconfiando de todo y de todos han retornado a la llamada justicia comunitaria, mediante la cual torturan, queman, linchan y asesinan públicamente a presuntos o reales delincuentes. Las turbas afines al gobierno tienen licencia para matar y actúan impunemente.

La receta estatista y dirigista, aplicada diligentemente por el masismo cocalero, ha destruido la economía y la democracia boliviana y ha impedido a la nación avanzar hacia una ciudadanía responsable, al haberse generado un ambiente que ahuyenta a los inversionistas nacionales y extranjeros mientras favorece y promueve la informalidad y la corrupción. Recordemos que el progreso material y moral en las sociedades exitosas, están relacionadas con la libertad, la propiedad privada y el libre mercado, que son los elementos esenciales del capitalismo y la democracia liberal.

Este tipo de regímenes populistas son absolutamente destructivos y lo que no destruyen lo corrompen y lo hacen con gran angurria e ineptitud y como les gusta la corrupción, la coca y sus derivados, se amarran al poder por lo que la vaina está para largo y bastante complicada.

El problema es que gran parte de nuestra población, que subsiste en una economía primaria y atrasada, se acomodó a la informalidad y a la cultura populista y tiene miedo al cambio, además de que el recuerdo de los mejores tiempos del gas abundante y la coca libre (que ya concluyen) pesan fuertemente y como dice el dicho: prefieren lo viejo conocido a lo nuevo por conocer, pues además es más favorable a su forma de hacer negocios y a su nivel de competitividad laboral.

En las próximas elecciones Si queremos apostar al progreso nacional y cambiar el modelo económico y político fallido del populismo cocalero, debemos apoyar al candidato que postule la democracia liberal y cuente con el mayor apoyo ciudadano. Un apoyo que como contraparte exige el compromiso de armar un equipo de gobierno con los mejores hombres y mujeres del país y una selección meritocrática para todos los cargos públicos; lo que permitirá en la difícil coyuntura que se avecina conducir con responsabilidad y profesionalismo el país y sus habitantes hacia el bienestar y la libertad, pues si nos equivocamos solo nos resta correr desesperadamente hacia el paraíso gringo, como lo hacen ahora los centroamericanos suplicando que los dejen entrar.

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