Sophie Scholl y la resistencia anti-nazi en Alemania. Un acto de valentía

Artículo
Revista de Historia, 25.06.2017
Lucía Luengo

 

“¡Oh libertad, cuántos crímenes se comenten en tu nombre!" El grito de Madame Roland en el momento de su ejecución en la guillotina en 1793- en pleno terror revolucionario- no ha dejado de escucharse. La plena libertad- en todos sus ámbitos- ha sido una lucha constante durante la historia de la Humanidad. Tal como ocurrió en 1793, tuvieron que pasar casi doscientos años para que la historia volviera a repetirse. Fue en 1933 con la subida al poder de Adolf Hitler cuando las libertades de los individuos fueron, de nuevo, cercenadas.

Por este motivo comenzaron a crearse en Alemania movimientos en contra del régimen nacionalsocialista. Entre ellos sobresale La Rosa Blanca, un grupo de resistencia anti-nazi fundado en junio de 1942 que abogaba por el uso de la palabra como única arma para derrocar al régimen.

Sus fundadores, si se pueden llamar así, fueron dos hermanos: Hans y Sophie Scholl. Más adelante se unirían al grupo Chirstoph Probst, Wili Graf, Alexander Schmorell y por último, un profesor de la Universidad de Múnich, que apoyó a este grupo pacífico, Kurt Huber.

Era el 18 de febrero de 1942 cuando Sophie Scholl encontró su final. Una fecha fatídica que acabaría con uno de los grupos de resistencia más importantes de la Alemania Nazi.

Sophie Scholl nació en 1921 en Baden- Wurtenberg. Pertenecía a una familia católica de valores muy arraigados. Con 18 años se trasladó a Múnich para comenzar sus estudios de filosofía en la universidad, donde su hermano mayor, Hans, ya llevaba varios años estudiando medicina y había creado un pequeño grupo de resistencia, sin la menor trascendencia, del que pronto Sophie Scholl formó parte creándose así la Rosa Blanca.

La vida de ambos y de este grupo de resistencia pacífica lo recoge la hermana pequeña de Sophie y Hans, Inge Scholl en su libro La Rosa Blanca, escrito a finales de los años 50. En él Inge Scholl da su visión personal sobre sus hermanos, y la lucha que ambos llevaron adelante y que no acabó solo con su muerte. La Rosa Blanca, afirma Inge Scholl, perdurará en la memoria de los hombres por muchos años. Y es cierto, este movimiento será difícil de olvidar. Si se visita la ciudad de Múnich, no se puede pasar por alto la Universidad, donde en la entrada se encuentra el monumento a la Rosa Blanca, un conjunto de piedras con forma de panfletos para recordar a este grupo que luchó por una Alemania libre.

El grupo comenzó realizando diversos actos pacíficos: impresión de simples panfletos donde se abogaba por una Alemania más justa. Sin embargo, en febrero de 1943 la Rosa Blanca tomó una postura más enérgica en contra de Hitler. Debido a la cantidad de bajas que se estaban produciendo en Stalingrado, el grupo decide publicar en su panfleto número 6 que “Hitler no puede ganar la guerra, sino únicamente prolongarla”.  Además en las paredes de las calles de Múnich se podían atisbar unos grafitis realizados por ellos mismos donde se leía “Nieder mit Hitler” o lo que es lo mismo “Abajo con Hitler”.

Si bien los panfletos eran repartidos por correo postal de forma anónima para llegar a un mayor número de lectores, su siguiente objetivo era llegar a los estudiantes, a los intelectuales… por ello esta última tanda se repartiría en la Universidad, durante el periodo lectivo. Fue en un arrebato de Sophie Scholl, al lanzar las octavillas desde un tercer piso, cuando un bedel les interceptó avisando a las SS. Hans y Sophie fueron detenidos y trasladados a las cárceles centrales de la Gestapo. Tras horas de tortuosas investigaciones, se les acusó de traidores de la patria.

Tras pasar dos días en un calabozo se organizó un juicio rápido y sin  garantías donde Sophie Scholl, Hans Scholl y Alexander Schmorel fueron condenados a muerte. El juicio no tenía ninguna validez legal ya que los tres estaban condenados de antemano. Cualquier acto en contra del régimen significaba la muerte inmediata. Tanto Sophie como los demás miembros de la Rosa Blanca ya conocían las consecuencias de sus actos; conocían asimismo el castigo, pero la valentía de este grupo por salvar a Alemania, pudo más que cualquier castigo severo.

La mañana del 18 de febrero, Sophie Scholl atisbó los últimos rayos de sol a través de la ventana de su celda. Una de las guardianas permitió tanto a Sophie Scholl como a su hermano despedirse de sus padres. Tras una emotiva despedida, Sophie Scholl fue conducida al patíbulo, donde pronunció sus últimas palabras:

“Hoy muero por la libertad”.

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