Trump está desatado

Columna
El Confidencial, 08.09.2020
Jorge Dezcállar de Mazarredo, Embajador de España
Era perfectamente previsible que Donald Trump no se iba a quedar de brazos cruzados mientras las encuestas favorecen a su rival, Joe Biden, en la carrera hacia la Casa Blanca

Lo último ha sido llamar "perdedores" ('losers') y “mamones” ('suckers') a los militares muertos o heridos en combate. Él lo niega y acusa a los periodistas de decir “cosas horribles” sobre él, mientras es mayúsculo el escándalo que sus palabras han producido en un país que lleva desde 2001 enredado en guerras en Oriente Medio. Y no es para menos. Por acostumbrados que estemos a sus excesos verbales, sigue siendo capaz de sorprendernos. Y disfruta con ello mientras acapara un día sí y otro también la atención de los medios, algo que maneja como nadie.

Era perfectamente previsible que Donald Trump no se iba a quedar de brazos cruzados  mientras las encuestas favorecen (6-7 puntos de ventaja) a su rival, Joe Biden, en la carrera hacia la Casa Blanca. Debemos acostumbrarnos a que a partir de ahora la agenda presidencial gire en torno a la cita del 3 de noviembre y a ver salir conejos de la chistera, como el reciente anuncio de normalización de relaciones diplomáticas entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel, que sin duda dará a Trump votos entre los electores judíos y cristianos evangelistas, convencidos de que la soberanía israelí sobre lo que llaman Judea y Samaria es algo deseado por Dios. Un avión israelí ya ha volado a Abu Dabi con un eufórico Kushner a bordo, mientras se desvela que el precio pagado por Washington es la venta a EAU de los modernos aviones de combate F-35, que ya algunos objetan con el argumento de que la seguridad de Israel no puede ser objeto de ningún trato. El próximo conejo que saldrá de su chistera será previsiblemente el anuncio de haber conseguido una vacuna contra el covid-19... antes del 3 de noviembre... que ya veremos luego si es eficaz.

La convención republicana ofreció a Donald Trump tres días de intensa cobertura mediática que el actual inquilino de la Casa Blanca aprovechó bien, con el estilo agresivo que le caracteriza, que contrasta con el tono contenido de su rival. Allí pintó al moderado Biden como un monstruo socialista (que te tilden de socialista es algo muy peyorativo en los EEUU) empeñado en oscuras maniobras para aumentar los poderes intervencionistas de Washington en perjuicio de las prerrogativas estatales y de las libertades individuales, en subir los impuestos y hundir la economía al dictado de “gentes de las que nunca habéis oído hablar”, “poderes en la sombra” que no especificó, aunque cabe suponer que se refiere a eso que llaman 'establishment' o Wall Street.

Que eso lo diga alguien con su pasado tiene mérito, y más aún lo tienen los que le creen, que siguen siendo muchos en los EEUU, porque hasta la llegada de la pandemia la economía ha funcionado muy bien y eso es lo que de verdad le importa al ciudadano medio, para quien el mundo exterior simplemente no existe salvo cuando se utiliza como amenaza en forma de chinos o de inmigrantes que roban puestos de trabajo. Trump ha predicho sin ofrecer pruebas de ningún tipo que si Biden gana, la bolsa se desplomará y que aumentarán la inseguridad, la violencia y la criminalidad. También pone en circulación teorías que ponen en duda la salud de su contrincante (78 años) igual que hace cuatro años decía que Obama no había nacido en los EEUU.

Así, Trump desvía la atención de su mala gestión de la pandemia (Estados Unidos se aproxima a los 200.000 muertos) y parece decidido a convertir el problema de la seguridad en el eje central de su campaña. Por eso centra su mensaje en presentarse como paladín de la ley y el orden frente a un Biden convertido por obra y gracia de birlibirloque en un atizador de la violencia racial y “anarquista” que azota el país desde la brutal muerte de George Floyd en mayo en Mineápolis. En lugar de calmar los ánimos, el presidente parece decidido a alimentar el fuego de las protestas populares con sus declaraciones.

De forma obscena, Trump ha justificado en los nervios de un policía los siete tiros que recibió Jacob Blake por la espalda dentro de su coche, y lo ha comparado al jugador de golf nervioso que falla un 'putt' cantado. Es insultante. Hay que ser muy insensible para decir eso. Cuando viajó a Kenosha, lugar de los últimos incidentes, defendió la actuación policial diciendo que “no hay actos de protesta pacífica sino... de terrorismo doméstico”. No mencionó en ningún momento el nombre de Blake ni saludó a su familia, alardeó de haber restablecido el orden enviando la Guardia Nacional —cuando quien lo hizo fue el gobernador de Wisconsin— y defendió la violencia cometida por sus seguidores contra  manifestantes de Black Lives Matter.

Igual que se negó a condenar a Kyle Rittenhouse, de 17 años, acusado de matar con un rifle a dos manifestantes contra la violencia racial, diciendo que actuó en defensa propia y que es “un buen ejemplo de por qué yo he decidido votar a Trump” (!). Para Donald Trump, esas manifestaciones forman parte de un intento de golpe de Estado con el objetivo de echarle de la Casa Blanca y en esa línea denunció que un avión lleno de “salteadores, anarquistas, alborotadores” con “uniformes oscuros” había intentado llegar a la convención republicana para hacer “mucho daño” (?). En su opinión, la culpa de cuanto ocurre la tienen “los demócratas radicales de izquierda”. Trump se apunta así a las teorías de la conspiración que difunden grupos como QAnon sin ninguna base, pues denuncian cosas tan pintorescas como “una cábala global de pedófilos adoradores de Satán”, y actúa como incendiario más que como bombero, que es el papel que corresponde a un presidente.

Su estilo contrasta con el tono moderado adoptado por Biden al visitar también Kenosha (el estado de Wisconsin será uno de los decisivos en noviembre), donde se entrevistó con los familiares de Blake, expresó comprensión por quienes protestan contra los excesos policiales y condenó por igual la violencia, venga de donde venga. Pero Biden necesita reaccionar con más fuerza, porque Trump está desatado. Sin caer en los excesos de su rival, me temo que no es suficiente ser prudente y no meter la pata.

Sería un grave error menospreciar los embustes y las tergiversaciones de Donald Trump, porque hay gente dispuesta a creerlos, porque domina las redes sociales como nadie y porque ahora vienen los debates, donde con su estilo de matón puede 'comerse' al moderado Biden. Y eso tiene nerviosos a algunos demócratas como Nancy Pelosi, que preferirían que no se celebraran. En las próximas semanas, nos esperan emociones fuertes.

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