Ucrania, a un mes del inicio de la guerra

Columna
AthenaLab, 25.03.2022
Marcelo Masalleras, investigador AthenaLab

El 24 de febrero del 2022, se concretó el ataque armado que Rusia ejecutó en territorio de Ucrania. Difícil de ocultar para Occidente, la invasión no encontró a nadie desprevenido. Ha pasado un mes y cada día se reciben múltiples noticias desde el frente de combate, principalmente con testimonios de civiles afectados e infraestructura esencial gravemente dañada.

A estas alturas, ha sido posible confirmar una serie de elementos que, en un principio, eran motivo de especulación. Hoy se cuenta con algunos antecedentes confirmados sobre la ofensiva rusa, así cómo de las acciones que las fuerzas armadas y el pueblo ucraniano han implementado. Del mismo modo, por razones lógicas, existen aún espacios desconocidos sobre los cuales se formulan distintas hipótesis, unas más creíbles y lógicas que otras. Con todo, la pregunta más relevante –y por cierto una sin respuesta– es hacia dónde marchará la guerra y cómo podrá detenerse.

 

Lo que sabemos o asumimos

Supimos, desde antes del inicio de la guerra, del despliegue e intención de invadir por parte de Rusia. En este sentido, el acierto de la inteligencia de Estados Unidos y el Reino Unido fue alto, llegando incluso a establecer una ventana de tiempo entre el término de los juegos olímpicos de invierno y la llegada de la primavera a Ucrania.[1]

Sabemos que el empleo inicial de las fuerzas rusas disponibles fue limitado y se realizó en cuatro frentes principales. En este sentido, no se comprende realmente por qué no se empleó todo el potencial desde el inicio, lo que hubiera otorgado una mayor superioridad. Tampoco está muy claro por qué no se concentraron los esfuerzos en algunos frentes, de manera de privilegiar lo principal, terminando, aparentemente, sin la potencia suficiente en todos lados.

Sabemos de la existencia de problemas de carácter logísticos en las fuerzas rusas, especialmente en le referido al abastecimiento de combustible y alimentación (en algunas áreas), así como del mantenimiento y preparación del material. Se estima que, en muchas unidades, se previó sólo la participación en ejercicios militares, pero no en una ofensiva como en la que están hoy involucrados, lo que se tradujo en falta de preparación adecuada al desafío que hoy enfrentan. [2]

Sabemos que la fuerza aérea rusa no ha logrado obtener el control del aire. [3] Dada la enorme superioridad material de Moscú, se preveía la lucha por la supremacía del aire, sin embargo, los medios aéreos ucranianos operaron por un largo período de tiempo y, por ahora, no se tiene la certeza de que están totalmente neutralizados. Sobre este punto, vale la pena señalar el impacto que han tenido los misiles de defensa anti-aérea “Stinger”, proporcionados por occidente, ocasionando importantes bajas en el material aéreo de combate ruso (aviones y helicópteros).

Del mismo modo, por distinta información obtenida de fuentes abiertas, los medios de inteligencia occidental han concluido que las fuerzas rusas han sido objeto de problemas en las comunicaciones,[4] produciendo falta de coordinación en su avance. Esto resulta especialmente llamativo, puesto que los medios militares rusos han invertido importantes recursos en el desarrollo de capacidades para el mando y control, sin lograr aparentemente su cometido.

Todo lo anterior, se estima que ha afectado la moral de las tropas rusas, sobre todo, dentro del contingente de soldados no profesionales y, particularmente, en los frentes norte y centrales, dónde el avance ha sido evidentemente más limitado de lo previsto, según estimaciones originales. A esto, se debe sumar lo que aparentemente fue la subestimación de la defensa ucraniana por parte de Rusia. Por un lado, la fuerza de la cohesión del pueblo, el liderazgo impulsado por el presidente Zelensky y la efectividad de la defensa impuesta por las fuerzas armadas y medios movilizados por Kiev, han superado las previsiones rusas, lo que explicaría, en parte, los problemas que enfrentan hoy en día.

Otro elemento que podría no haber sido ponderado adecuadamente por parte de las autoridades del Kremlin, fue la reacción de Occidente. Las acciones ejecutadas por Putin en Georgia y Crimea en los años 2008 y 2014 tienen patrones similares. En ambos casos, se utilizaron operaciones de información y en el ciberespacio desde antes del inicio de las operaciones militares; en ambas, existió una combinación de medios regulares e irregulares; tanto Georgia como Ucrania manifestaron en su oportunidad, la intención de integrarse a la OTAN; en las dos oportunidades, Rusia terminó ejecutando una acción militar que atentó contra el derecho internacional y; en ambas, la respuesta de Occidente fue débil y limitada. Entonces, se podría haber, por un lado, generado un “incentivo” para Rusia a seguir actuando de la misma manera con Ucrania, pues el patrón fue muy parecido y, por otro lado, se previó –erradamente en esta ocasión– que la respuesta del agredido y de la comunidad internacional, sería la misma.

La suma de sanciones económicas coordinadas por un amplio espectro de Estados, el fortalecimiento de la OTAN como estructura política y la decisión de proveer de armas letales de primer nivel a Ucrania, ha tenido un impacto relevante en el desarrollo del conflicto y se prevé que lo tendrá en el devenir futuro de su solución.

 

Lo que está pasando

Hasta ahora, como ya se mencionó, el avance ruso no sería el esperado (nadie tiene el plan de invasión en su poder como para afirmar si funcionó o no) y el factor tiempo corre en contra de Putin, pues las sanciones económicas empezarán a sentir su efecto al interior de la sociedad rusa, encrespando los ánimos respecto de una aventura bélica no fácil de justificar. Esto, sin considerar el impacto de la llegada de cuerpos de soldados rusos caídos en combate. En este punto, vale la pena recordar el efecto interno que tuvo en la Unión Soviética las bajas producidas por el conflicto en Afganistán en la década de los años 80. Otro elemento que atenta contra los posibles planes rusos, es la llegada de la primavera y el incremento de las temperaturas y precipitaciones, que genera el fenómeno de la “raspútitsa”, limitando la movilidad de los medios blindados y motorizados rusos. Con todo, su ofensiva perdió el ímpetu y debe recuperar la iniciativa. Como resultado, podría aumentar la presión sobre los comandantes militares rusos y, seguramente, aumenta la “ansiedad” del Kremlin por concretar los objetivos políticos.

Lo que se puede visualizar a partir de las observaciones realizadas, es que Putin ha optado por incrementar el nivel de violencia, principalmente, utilizando sus armas contra objetivos civiles (población e infraestructura). Esto, que si bien podría evaluarse como “irracional”, no lo es desde la perspectiva rusa. Primero, no es nuevo, pues las fuerzas armadas de Moscú ya lo hicieron anteriormente en Chechenia y en Siria. Segundo, responde a una decisión intencional y deliberada, que podría calificarse de incomprensible, inhumana y criminal, pero es racional. El efecto más evidente de todo esto, además de la muerte de civiles, es el masivo éxodo de ucranianos, al más grande en Europa después de la II Guerra Mundial, ya sea como desplazados dentro de su país o refugiados a los Estados vecinos como Polonia y la indispensable necesidad por establecer y mantener corredores humanitarios.[5] El uso de la violencia contra civiles suele perseguir el quebrantar la voluntad de lucha y obligar a los líderes a ceder en las demandas exigidas por el atacante. Nada de irracional.

Sin embargo, desde el inicio de la guerra y ahora con el castigo que se está realizando a las ciudades y pueblos, lejos que afectar la moral del pueblo ucraniano, el efecto ha sido totalmente opuesto. Es factible observar que la moral, a pesar de los bombardeos, es alta, al menos, para seguir combatiendo a los invasores. El liderazgo del presidente Volodomyr Zelensky, si en algún momento estuvo cuestionado, a estas alturas del conflicto lo sitúa cerca del heroísmo y representa una figura tras la cual los ucranianos se han unido. Por último, la cohesión de las fuerzas armadas de Ucrania aparece como sólida, alimentada por el éxito obtenido hasta ahora al impedir la captura de las principales ciudades del país.

En el campo de batalla, hasta ahora no se ha evidenciado nítidamente la superioridad de Rusia. Lo observado indica que los medios rusos han utilizado caminos y puentes, han tenido problemas logísticos y de comunicaciones, han perdido o abandonado muchos de sus vehículos. Pero esto, no es necesariamente producto de la falta de previsión o a la incompetencia rusa, si no que se debe valorar también, en su justa medida, la acción de la defensa ucraniana. Primero, las fuerzas armadas de Kiev no actuaron como los rusos aparentemente pensaban, si no que, lucharon y se adaptaron a la exigencia de la ofensiva rusa, evitando el combate de grandes unidades a campo abierto, donde habrían sido aniquiladas. Por el contrario, dentro de la poca información disponible, se estima que han mezclado distintas organizaciones y núcleos para desgastar a los ofensores en su avance, aprovechando la ventaja de conocer el terreno propio, alargando las líneas de comunicaciones, emboscándolos en sitios tácticamente seleccionados para obtener superioridad local e infringir bajas con el armamento disponible, incluidos misiles y drones de ataque proporcionados por Occidente.[6]

Por ahora, el tipo de operaciones que se están desarrollando estarían beneficiando a las fuerzas de defensa, impidiendo que Moscú pueda imponer su superioridad material y numérica. Esto, cobrará mayor relevancia a la hora de que las fuerzas rusas deban internarse dentro de ciudades como Kiev, previéndose un incremento sustantivo en la violencia y en las bajas de ambos lados.

 

Qué podemos esperar

No es posible pronosticar el futuro, mucho menos en un fenómeno tan complejo como es la guerra. Sin embargo, se podrían visualizar algunos escenarios para el actual conflicto entre Ucrania y Rusia. Teóricamente, una conflagración de estas características podría llegar a su fin por la intervención de terceros, una victoria militar aplastante, la negociación diplomática o por el cambio en el régimen político de una de las partes.

La intervención de terceros se estima se debería descartar, pues nadie en la comunidad internacional tiene planes de expandir la lucha, por los riesgos extremos que esto representa, incluido un eventual uso de armas nucleares. Además, siendo Rusia un miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con derecho a veto, cualquier resolución que busqué detener el conflicto, será bloqueado. No obstante, el uso de armas químicas, biológicas, radiológicas o nucleares podría cambiar el escenario.

Si la guerra se resuelve mediante una victoria militar, en este caso rusa, este desenlace fortalecería la posición interna de Putin –principal preocupación del líder ruso– además de, eventualmente, incentivar otras aventuras territoriales o diplomáticas. Del mismo modo, su victoria significaría una pérdida de poder EEUU y Europa y un retroceso para la OTAN. Otro efecto inmediato, sería el acceso a toda la costa del mar de Azov para Rusia, sin dejar de mencionar un mayor control ruso sobre el mar Negro. Para Ucrania, muy probablemente constituiría una pérdida territorial importante y, al mismo tiempo, de independencia política frente a Rusia. Con todo, este escenario se visualiza como poco probable en el corto y en el largo plazo.

Por el contrario, si se culmina el conflicto con la victoria militar de Ucrania, constituiría un desastre mayor para Putin, con el consecuente debilitamiento político interno, lo que amenazaría gravemente la supervivencia del régimen. En contraste, se consideraría una victoria de Occidente, en especial, de Europa y de la OTAN, abriéndose la posibilidad del eventual ingreso de Ucrania a la Unión Europea y a la alianza atlántica. Sin embargo, esta alternativa es aún menos probable que la anterior, siendo posible a largo plazo, en un conflicto prolongado de baja intensidad, con un alto costo en vidas para ambos bandos.

Por otra parte, la solución podría provenir desde la opción diplomática. En las últimas semanas, además de los esfuerzos de líderes europeos, han surgido iniciativas de otros Estados menos involucrados en el conflicto, que podrían conducir en algún momento al fin de las hostilidades. Dentro de ellos, China, India, Israel y Turquía han sido los de mayor cobertura mediática. No obstante, una solución de estas características exigirá, por un lado, la cesión por parte de Ucrania de alguna región de su territorio, lo que hasta ahora se ha expresado como inaceptable. Por otro lado, el Kremlin debería ceder algunos de sus objetivos políticos, lo que dadas las circunstancias y el compromiso del propio Putin, se visualiza como improbable. En resumen, una salida de estas características en la actualidad se ve como poco probable, dadas las posiciones antagónicas irreconciliables de los Estados en guerra.

La cuarta alternativa teórica posible, podría ser un cambio de régimen político en alguna de las partes. En el caso de Ucrania, si bien es factible la eliminación del presidente Zelensky, se esperaría un reemplazo del liderazgo más o menos seguro, dada la alta adhesión y cohesión interna. En pocas palabras, es posible, pero poco probable que detenga la guerra. Por otra parte, en el caso ruso, un cambio de régimen, si bien es muy improbable por la estructura y entramado generado por Putin a su alrededor, se estima que sí podría eventualmente detener la guerra. En las últimas dos semanas, se han evidenciado signos de descontento popular contra la guerra en las principales ciudades, lo que se sumará al impacto que tienen y tendrán las sanciones económicas en la medida que pase el tiempo, lo que también podría afectar la lealtad de la oligarquía respecto de Putin. Según plantea Claus Von Clausewitz, el equilibrio en la triada Gobierno – Población – Fuerzas Armadas es lo que otorga la racionalidad, voluntad y posibilidades en un conflicto armado. El debilitamiento en la moral y cohesión del pueblo ruso, afectaría a los otros dos componentes, pero un régimen autoritario no es dado a considerar mucho la opinión popular. En cambio, en circunstancias en que el régimen de gobierno es fuerte y controla de manera relevante los otros dos elementos de la triada, un cambio en el liderazgo si podría desencadenar el término de la guerra.

Finalmente, se estima que una solución menos improbable, sería una combinación de todas las anteriores. Primero, el control territorial de una porción de Ucrania por los rusos se compensaría con bajas relevantes producidas en sus filas y medios por parte de los ucranianos, lo que incentivaría la negociación. Segundo, la presión de la comunidad internacional sobre ambos Estados, incluyendo países relevantes no involucrados como China e India que tienen lazos comerciales vitales con Rusia, podrían generar otros estímulos para que Putin se siente a negociar una salida diplomática. Tercero, el efecto de la presión internacional, los lazos familiares que muchos rusos tienen con Ucrania, las sanciones económicas impuestas, el corte de servicios tecnológicos, las restricciones impuestas a la oligarquía, son todas medidas que afectarán a la población y élites rusas, pudiendo ejercer presión sobre el gobierno, generando un sentimiento de amenaza a su continuidad, principal preocupación de Putin.

Sin embargo, quienes ofrezcan una salida Rusia, deberán tener en mente que Putin está completamente involucrado y comprometido en esta guerra, que su continuidad como jefe del Kremlin dependerá del desenlace del conflicto, por lo que una salida deshonrosa no puede ser una alternativa. En cambio, una fórmula que le permita aparecer como el líder fuerte que pretende ser, que logre lo fundamental para Rusia y que se presente como un avance del país en el concierto internacional, podría ser una opción. Todo lo anterior, siempre y cuando se respeten la independencia, valores y demandas básicas del pueblo de Ucrania, quienes han demostrado que no son un factor secundario en esta guerra y no aceptarán que se imponga una paz desfavorable, pues han sido capaces de enfrentar a Rusia y podrían seguir luchando favorablemente en una guerra que ya completó un mes.

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