Zelenski, una lección viva de liderazgo

Columna
El Mercurio, 27.04.2022
Julio Leiva Molina, almirante (r) y presidente del consejo asesor de AthenaLab

Toda persona en algún momento de su vida puede tomar alguna posición de jefatura. Se le entregará autoridad para ejercerla sobre seres humanos, ya sea en un grupo de trabajo o incluso un país. Sus colaboradores esperarán que quien los dirija sea mucho más que solo un jefe y se comporte como un verdadero guía que los conduzca hacia un objetivo común superior.

La vida enseña que a veces habrá jefes que no se comportarán como líderes y que su única motivación será solo satisfacer los intereses personales o, simplemente, alimentar un elevado ego. Por otra parte, el desempeño de los grupos o de las instituciones suele reflejar lo que es y cómo actúa su líder, sea para bien o para mal.

Entre las muchas cualidades de un verdadero líder, mi experiencia me indica que hay cuatro de ellas necesarias, aunque no suficientes para ejercer un buen liderazgo.

La primera es “saber vencerse a sí mismo”: quien quiera o deba ejercer un cargo de jefatura, deberá superar sus propias limitaciones, miedos, temores y cualquier condición que lo inmovilice para avanzar en su vida.

La segunda es “tener sentido de propósito”: esto se refiere a que, con generosidad, un jefe debe ofrecer sus talentos para algo más grande que él mismo y realizar un trabajo gratificante y útil a la sociedad.

La tercera es “formar equipos cohesionados”: ninguna gran tarea se puede conseguir individualmente. Solo un equipo cohesionado lo puede lograr y, para hacerlo, el líder debe dar el ejemplo y seguridad a su gente de que no serán abandonados.

La cuarta cualidad es “ser capaz y tener la valentía de tomar decisiones”: muchas veces estas serán impopulares o incluso perjudiciales para él mismo.

Finalmente, si se pudiera reducir todo a un concepto, diría que un líder simplemente tiene que generar “confianza” en su gente.

Siempre es útil analizar un caso real. Probablemente, Volodimir Zelenski nunca pensó que le correspondería liderar a Ucrania en una sangrienta guerra para defenderse de Rusia. Sin mayor tiempo, Zelenski pasó de ser un comediante a un político y, luego, a presidente de una nación en conflicto. Pero al entender la magnitud del desafío, con su actitud logró transmitir, infundir y revitalizar el espíritu patrio en todo un país. Cohesionó a su país, a los ucranianos, mediante el ejemplo como el primer servidor de su nación. Ha permanecido en Kiev, a pesar de los bombardeos; visitó las tropas en las trincheras y a los heridos en los hospitales; su esposa decidió mantenerse en Ucrania.

El mandatario también ha depositado en sus generales la confianza del empleo de las tácticas militares en la defensa de sus territorios y gente. No ha dudado en denunciar en todos los foros internacionales las atrocidades cometidas por las tropas rusas. Su pueblo ha respondido con indescriptible valentía y bravura en la defensa de su patria, sin claudicar ante un poderoso e inmisericorde enemigo.

No sabemos qué le deparará el destino, pero Zelenski se ha ganado la admiración del mundo por su liderazgo, en el cual se resumen las cualidades antes expuestas y crecen día a día.

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