20 años desde la guerra de Irak

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Republica, 21.03.2023
Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista español

El pasado fin de semana se cumplieron dos décadas del inicio de la divisoria guerra de Irak.

La intervención de Estados Unidos, apoyada políticamente de forma rotunda por el gobierno de España, tuvo un final poco venturoso. La situación en que ha acabado el país no es halagüeña.

La campaña militar, que sólo duró unas cinco semanas, fue un paseo para el ejército americano. Su superioridad fue aplastante. El ejército iraquí, calificado de quinto del mundo, se derrumbó estrepitosamente. En bastantes ciudades, los americanos fueron recibidos con alegría por derrocar al autoritario y sanguinario Sadam Husseim.

Las cosas se torcieron claramente después. La intervención tuvo bastantes efectos negativos y en muchos círculos se cuestiona, como mínimo, si mereció la pena.

En España, la breve contienda tuvo un enorme impacto en la opinión pública que se manifestó abiertamente contra ella. Hubo manifestaciones multitudinarias en varias poblaciones que respondían no sólo al bienintencionado pacifismo de los españoles sino también a la animosidad de nuestra gante hacia los Estados Unidos. Ese cocktail explica que nuestro pacifismo sea selectivo (pasividad en Kosovo, Ruanda o Siria e indignación en Irak).

El tema entró en la política interior española y los enemigos de Aznar, presidente de la época, esparcieron eficazmente afirmaciones que faltaban a la realidad: que España participaba militarmente en la guerra, que la ONU la había condenado, que Estados Unidos y sus aliados se habían inventado lo de las armas de destrucción masiva iraquíes, que el Inspector de la ONU ya había advertido que no existían y que Aznar y su colega británico Blair habían abandonado la postura europea como perrillos falderos de Washington. Todas eran falsas o tergiversadas. Con todo, calaron. Influyeron en buena medida en el cambio de gobierno de 2004 después de los criminales atentados de Atocha.

También calaron cuando Zapatero, llegado al poder, retiró precipitadamente a nuestras tropas que habían llegado a Irak acabadas las hostilidades y se difundió arteramente que lo hacía porque nuestras tropas estaban allí en “situación irregular”, ilegalmente. No era cierto. La ONU, que no había bendecido la guerra, si echó todas las bendiciones a la presencia de las tropas extranjeras para pacificar el país al término de la contienda (Resolución 1511 del Consejo aprobada por unanimidad meses antes de la retirada de nuestros efectivos).

La cuestión pues no es sólo ya si la guerra se hizo sobre bases vidriosas sino su pobre resultado. Acabado el enfrentamiento, los estadounidenses cometieron varias torpezas, desmantelaron totalmente el ejército y el partido en el poder en Irak, lo que creó descontento y alimentó la insurrección, el partido chiita emergente de las primeras elecciones actuó con sectarismo frente a los sunitas y los iraquíes pronto detestaron tener una potencia ocupante en su país. Irak pasó por fases de guerra civil, los Estados Unidos sufrieron bajas y gastaron miles de millones de dólares, bastantes estérilmente… Por último, en el tablero internacional el debilitamiento de Irak trajo el auge en la zona del temido Irán. Algo no previsto y nefasto.

En la opinión pública mundial la intervención yanqui en Irak tiene los mismos tintes negativos que Vietnam o Afganistán. En el tercer mundo ocurre un poco algo parecido con la intervención en Ucrania. El ruso Putin ha logrado “vender” en muchos países que los Estados Unidos son perversos e imperialistas, ante todo.

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